Dos mundos en una ciudad

Masacre narco en Río de Janeiro: Qué relación hay entre la historia de esclavitud y el crecimiento del narcotráfico

Adriano Viaro relaciona la pobreza, la violencia y la penetración de las drogas en la ciudad con siglos de abandono de las comunidades negras liberadas de la esclavitud, el olvido del poder público y la desigualdad estructural que persiste hasta hoy.

Lucas de la favela Vila Cruzeiro, en el complejo Penha de Río de Janeiro, Brasil, se observaron cuerpos alineados tras la Operación Contención. Residentes de una favela de Río de Janeiro alinearon más de 40 cuerpos en una plaza de su barrio de bajos ingresos ese mismo día, un día después de la operación policial más sangrienta en la historia de la ciudad. Foto: AFP

“Hablar de Río de Janeiro es algo muy complejo”, dice Adriano Viaro, poeta, historiador y periodista brasileño. “La historia de Brasil prácticamente comienza por Río de Janeiro, sobre todo en su época imperial. Viaro relaciona la pobreza, la violencia y la penetración de las drogas en la ciudad con siglos de abandono de las comunidades negras liberadas de la esclavitud, el olvido del poder público y la desigualdad estructural que persiste hasta hoy. “Si muere ese negro, ese pobre periférico, no importa”, denuncia Viaro en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), describiendo cómo la historia de la esclavitud sigue marcando la vida de millones de personas.

Adriano Viaro es un poeta, historiador, periodista y activista brasileño que posee una maestría en historia de la esclavitud en Brasil. Es profesor de historia y trabaja como periodista político para el diario Do Centro do Mundo. 

¿Cómo podrías explicar la relación de lo que está pasando en este momento en Río de Janeiro con la pobreza, la historia de la esclavitud, las diferencias sociales y la penetración que tiene la droga en Brasil, que no la tiene, por ejemplo, en un país como el nuestro, en la Argentina, todavía?

Hablar de Río de Janeiro es algo muy complejo, porque, en realidad, la historia de Brasil comienza prácticamente en Río de Janeiro, sobre todo en su época imperial. Brasil tuvo un pequeño período en que la capital estaba en Bahía, en Salvador, pero después se convirtió en Río de Janeiro. Es allí donde llegan los portugueses, la familia, la corte real, todos se quedan por aquí, y es aquí donde comienza, en verdad, la historia de Brasil como colonia y, sobre todo, como imperio.

Entonces, viene desde aquel momento, e incluso el surgimiento de las favelas, que hoy llamamos comunidades, que no son más que el abandono, la entrega de los negros periféricos liberados de la esclavitud a los morros de Río de Janeiro, donde comienzan esas comunidades empobrecidas. Evidentemente, tendríamos un largo recorrido para hablar hasta llegar al punto de entender cómo las cosas acaban llegando a este punto y convirtiéndose en lo que son hoy, realmente. Son personas olvidadas por el poder público, olvidadas por la propia sociedad. Si hablamos de la clase media, por ejemplo, o de aquellos que viven en la zona más considerada noble o turística, creo que esa es la cuestión importante.

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Existen dos Ríos de Janeiro: el Río de Janeiro turístico, la ciudad maravillosa, con sus encantos y sus bellezas que son innegables. Pero también está el suburbio, la periferia y las favelas, donde se encuentra, sobre todo, la mano de obra que presta servicios para ese Río de Janeiro turístico: trabajan en la hotelería, en los restaurantes, en los bares, en las plazas de comida, en los shoppings.

Es ese pueblo maltratado, ese pueblo que no tiene derecho a la ciudad, que enfrenta metros llenos, trenes llenos, colectivos llenos, que se traslada dos o tres horas para llegar al trabajo. Cuando hay un enfrentamiento del poder público con el narcotráfico, el narcotráfico es un problema de la ciudad de Río de Janeiro, es un problema de las grandes ciudades brasileñas y necesita ser enfrentado.

Pero, ¿cómo se lo enfrenta? Se lo enfrenta a partir de la invasión, con fusiles, con armas pesadas. Porque, en realidad, si muere gente, si mueren civiles, ¿cómo lo ve ese Río de Janeiro?, ¿cómo lo ve esa élite? Si muere alguien, murió un bandido, o alguien que sería bandido, o alguien que no importa. Murió ese negro, ese pobre periférico.

Estamos viendo hoy algo extremadamente grave, porque el gobernador de Río de Janeiro recién dijo en televisión que las únicas víctimas de la operación de ayer fueron los cuatro policías muertos. Es decir, tenemos más de 120 cuerpos tirados en una plaza, en una comunidad, cuerpos con tiros en la nuca y puñaladas en la espalda, y el gobernador dice que las únicas víctimas son los cuatro policías que murieron. Es evidente que lamentamos la muerte de esos policías. Ahora, decir que los 120 cuerpos no importan es volver a la historia de este país, es volver a la historia de la esclavitud de este país y, sobre todo, a la construcción de la desigualdad.

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¿Qué progreso hubo en la urbanización de las comunidades en los últimos veinte o treinta años, fundamentalmente a partir de los distintos gobiernos del PT?

Hablar del gobierno del PT en relación a eso también es tener en cuenta el tamaño del país, el juego político del país y cómo se dan las cosas en ese juego político. El Gobierno Federal no tiene condiciones de intervenir en todo lo que es autonomía del Estado y, sobre todo, de las policías y los municipios. Digo las policías porque las policías son casi un poder paralelo, cuando tenemos un número tan grande de comunidades.

Entonces, el gobernador dice, incluso, que no tiene apoyo del Gobierno Federal, lo cual no es verdad. El apoyo que pidió al Gobierno Federal fue un apoyo bélico: pidió apoyo policial, pidió vehículos blindados. Lo que quería era una GLO, lo que nosotros llamamos “Garantía de Ley y Orden”, que significa, de hecho, una intervención de las Fuerzas Armadas para resolver el tema. La cuestión del Gobierno Federal respecto a eso se da en la inclusión social, en la reducción de la pobreza a través del acceso a las universidades, una mejor educación y un mejor acceso a la salud.

Ahora, la topografía, la diferencia geográfica de Río de Janeiro y la exclusión en lo que entendemos como acceso a la ciudad y a los derechos urbanos, eso es una política del municipio y, sobre todo, del Estado, que hace mucho tiempo no tiene políticos del PT ni de partidos de izquierda, ni siquiera en mayoría en la Cámara ni en las Asambleas.

Lo que realmente existe es una ciudad extremadamente orientada hacia políticas de derecha y hacia políticos de derecha, con un porcentaje altísimo de población evangélica. Y cuando digo evangélicos, no estoy generalizando, pero gran parte de ellos son un brazo de la extrema derecha en este país. Tal vez la gran diferencia entre la extrema derecha de Brasil y la extrema derecha de Argentina es que el presidente Milei no tiene una base cristiana evangélica, como sí la tiene la extrema derecha en Brasil.

Uno de los pilares de la extrema derecha en Brasil son las iglesias neopentecostales. Son pilares políticos: tienen bancadas en la Cámara, en las Asambleas, en los Concejos Municipales, con su política conducida por sus pastores y líderes evangélicos, que predican un discurso contra la izquierda, contra las políticas sociales, y están directamente vinculados al expresidente Jair Bolsonaro, que incluso está preso.

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Me recuerda a la masacre de la Candelaria, en Río de Janeiro, cuando los escuadrones de la muerte mataban, podríamos decir, a las personas que vivían en la calle. ¿Cuánto de esa cultura de la masacre de la Candelaria, que sucedió hace ya más de treinta y cinco años, de alguna manera está presente en esto del gobernador, que dice que solo hay cuatro víctimas y no los 120 cuerpos?

La masacre de la Candelaria es apenas un episodio de otros tantos que ocurren en este país diariamente. Solo que esa fue mediatizada, entonces se volvió un símbolo, una noticia. Pero allí se muestra la propia cultura de esa élite, de esa clase media brasileña, que, en líneas generales, no se importa con ese tipo de masacres. Porque cuando las ve, lo primero que se pregunta es: “¿Quiénes fueron los muertos? ¿Ah, eran personas sin hogar y de piel negra? Entonces no importa”.

Personas sin protagonismo, que no les prestan ningún tipo de servicio, que son consideradas un excedente en la sociedad. Así es como esa clase media ve el color negro en este país desde que el país se formó. Desde que se formó.

Es evidente que la policía también tiene esa orientación, aunque muchos policías sean negros. La policía tiene esa orientación. En Brasil existe una definición de “cara de bandido”, y esa definición tiene color de piel. Para que una persona tenga “cara de bandido”, tiene que ser negra o tener la piel en alguna tonalidad más oscura. Entonces se define un estereotipo en la sociedad, en las clases y también dentro de la policía, que cuando dispara contra alguien, muchas veces lo hace porque tenía “cara de bandido”. Y esa cara de bandido es la piel negra.