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El impuesto de Trump contra los pobres

La nueva tasa del 1% sobre remesas impulsada por la administración Trump amenaza el sustento de millones de familias en países en desarrollo, socava metas globales de desarrollo y expone los riesgos de una dependencia excesiva de estos flujos financieros.

Trump ONU Foto: AFP

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece decidido a llenar las arcas estadounidenses a costa de otros países y de las personas más vulnerables del mundo. Además de los recortes a la ayuda exterior y los fuertes aumentos arancelarios, su administración ha impulsado la One Big Beautiful Bill Act, que introduce un nuevo impuesto del 1% sobre las remesas enviadas desde EE.UU. mediante instrumentos físicos como efectivo, cheques o giros postales. Este "impuesto sobre los pobres", como lo llama la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tendrá graves consecuencias económicas y sociales para los países en desarrollo.

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La cantidad de dinero enviada por trabajadores migrantes a países de ingresos bajos y medios (PIBM) ha aumentado más de 17 veces en tres décadas, alcanzando 685.000 millones de dólares en 2024, más que toda la ayuda oficial al desarrollo y la inversión extranjera directa combinadas. Hoy, las remesas representan al menos el 3% del PIB en más de 77 países y superan ampliamente el financiamiento anual del Grupo del Banco Mundial (128.000 millones) y los préstamos vigentes del Fondo Monetario Internacional (alrededor de 145.000 millones).

Este enorme crecimiento refleja un cambio fundamental: las remesas son ahora el vínculo más directo y dinámico entre migración y desarrollo, funcionando como fuente de reservas en divisas y como un estabilizador macroeconómico en los PIBM. El nuevo impuesto del 1% de Trump amenaza con revertir estos logros y aumentar el costo de oportunidad de la fuga de cerebros.

La justificación de Trump para este impuesto recuerda a su guerra comercial: así como las importaciones superan a las exportaciones, las remesas salientes de EE.UU. crecen más rápido que las entrantes. En 2021, salieron unos 200.000 millones de dólares en remesas, frente a solo 7.000 millones que entraron, un aumento del 34% en las salidas netas desde 2017. EE.UU. es ahora el mayor país emisor de remesas del mundo, con al menos 134 países receptores en 2021.

Este nuevo impuesto tendrá consecuencias de gran alcance. En Estados Unidos, se espera que desincentive la inmigración, frene el empleo no autorizado y reduzca las salidas netas de recursos. Las estimaciones preliminares sugieren que el impuesto —que aplica a todos los remitentes, sin importar su estatus migratorio o ciudadanía— generará menos de 10.000 millones de dólares en la próxima década. Para quienes comparten la lógica de suma cero de Trump, esto incluso podría impulsar el consumo y crecimiento interno.

Pero las implicaciones globales son más preocupantes. Estudios han demostrado que el costo de transacción es un factor clave en el uso de canales formales, por lo que el impuesto reduciría estos flujos. Una caída en las remesas, sumada a recortes en la ayuda internacional, podría devaluar monedas en los PIBM, disparar la inflación y agravar la inestabilidad macroeconómica, especialmente en países altamente endeudados.

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En los PIBM más vulnerables, las remesas cumplen funciones esenciales a nivel microeconómico. Permiten a los hogares mantener el consumo, enfrentar shocks económicos e invertir en salud y educación, claves para reducir la pobreza y mejorar el bienestar.

La evidencia en Asia muestra que un aumento de un punto porcentual en remesas como proporción del PIB puede reducir la brecha de pobreza en 22,6%. Otro estudio en 122 países entre 1990 y 2015 reveló que un aumento del 10% en remesas per cápita reduce la desnutrición y mortalidad infantil.

El impuesto no solo erosiona estos beneficios. También contradice el compromiso de la comunidad internacional, plasmado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, de reducir el costo de transferencias —que promediaba 6,4% en 2023— a menos del 3% para 2030. Los mayores costos empujarán a los migrantes hacia canales informales como criptomonedas o hawala, e incluso podrían ampliar el mercado negro, con riesgos significativos.

Si hay un aspecto positivo, es que el nuevo impuesto ha evidenciado los peligros de depender de remesas para financiar el desarrollo y servicios esenciales como educación, salud y alimentos. Si bien las remesas reducen el costo de la migración calificada, no abordan sus causas estructurales.

Superar esto requiere que los PIBM diseñen estrategias de crecimiento inclusivo, aumenten el empleo, cierren brechas tecnológicas y mejoren la productividad. Para ascender en la cadena de valor global y generar prosperidad sostenible, necesitarán a sus diásporas, pero por su conocimiento y experiencia técnica, no solo por su dinero.

Este modelo ganar-ganar exige mejorar el clima de inversión y profundizar la integración regional, lo que permitiría a los PIBM aprovechar economías de escala para un crecimiento robusto y sostenible. Para lograrlo, los gobiernos deben fortalecer regulaciones, mejorar la gobernanza y eliminar barreras como la represión financiera y la infraestructura deficiente. Esto también aumentaría la probabilidad de que las remesas se destinen a inversiones productivas, y no solo al consumo. Además, podrían diversificar su financiamiento ofreciendo bonos para la diáspora con tasas preferenciales.

El impuesto de Trump sobre las remesas es solo la última de muchas medidas punitivas de EE.UU. contra el mundo en desarrollo. Sin duda vendrán más. Los PIBM deben reconocer que está en su propio interés romper el ciclo de dependencia y crear un círculo virtuoso de crecimiento tecnológico, que fortalezca la resiliencia económica, promueva la prosperidad compartida y reduzca la presión migratoria.

 

*Ex economista jefe del Banco Africano de Exportación e Importación, es Parker Fellow en el Sustainable Development Solutions Network de la Universidad de Columbia, investigador asociado del Centro de Estudios Africanos de Harvard, miembro distinguido del Global Federation of Competitiveness Councils, y académico en la Academia Africana de Ciencias.

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