Lactancia y VIH: del tabú a la posibilidad
“En contextos controlados, con tratamiento antirretroviral eficaz y acompañamiento adecuado, la lactancia en mujeres con VIH es posible” dice la autora y lo demuestra con evidencia científica: las nuevas infecciones pediátricas por VIH se redujeron 62%. Qué tener en cuenta.
En Argentina, hasta hace apenas unos años, la lactancia materna en mujeres con VIH estaba rodeada de un muro infranqueable: era formalmente contraindicada. Si una mujer seropositiva manifestaba el deseo de amamantar, la respuesta era tajante: “no se puede”.
Sin embargo, desde 2022, este paradigma comenzó a cambiar. Un caso judicial emblemático en San Luis, junto al incansable trabajo de un equipo liderado por las médicas Marianella Borra, infectopediatra, y Nerina Zappaz, pediatra, fue crucial para que este muro empezara a ceder.
Esto abrió un nuevo camino, impulsando una reevaluación de la práctica desde una perspectiva más humana y enfocada en los derechos, sostenida por la creciente evidencia científica.
La hipótesis que guía esta reflexión es clara: hoy, en contextos controlados, con tratamiento antirretroviral eficaz y acompañamiento adecuado, la lactancia en mujeres con VIH es posible y, para muchas, también deseable. La rigidez de las viejas recomendaciones ya no resiste frente a los avances terapéuticos y la demanda legítima de autonomía de las mujeres.
La dura realidad de los niños y adolescentes con VIH
El camino no fue sencillo ni lineal. Desde los años 80, cuando se documentó por primera vez la transmisión vertical del VIH a través de la leche materna, la respuesta fue prohibir. En los 90, se reforzó esta postura con la llegada de la zidovudina (AZT) y más tarde con los tratamientos combinados (TARV). La premisa era simple: el riesgo de transmisión, aunque bajo, no era aceptable en países con agua potable y acceso a fórmula.
Pero el tiempo, y sobre todo la evidencia, fueron mostrando que esa mirada era incompleta. Según los datos del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (UNAIDS), en 2025 a nivel global, el impacto de los tratamientos antirretrovirales ha sido notable: las nuevas infecciones pediátricas por VIH se redujeron drásticamente en un 62%, pasando de 310,000 en 2010 a 120,000 en 2024.
Esta disminución se correlaciona directamente con el mayor acceso a la TAR para mujeres embarazadas y lactantes, alcanzando una impresionante cobertura global del 84% en 2024. Estudios en África demostraron que, con tratamiento y carga viral indetectable, la transmisión por lactancia podía ser menor al 1%. Y, lo más importante, la propia voz de las mujeres con VIH comenzó a ser escuchada.
En Argentina, activistas como Mariana Iacono (ICW) reclamaron el derecho a decidir cómo alimentar a sus hijos sin ser estigmatizadas ni criminalizadas. Investigadoras como la Dra. Natalia Laufer (INBIRS-CONICET) y equipos liderados por Mariana Ceriotto (Ministerio de Salud) contribuyeron a construir las bases científicas y normativas para un abordaje más flexible y respetuoso.
En 2023, las autoridades sanitarias dejaron atrás la contraindicación estricta y pasaron a una recomendación más matizada: no se aconseja lactar, pero si la madre, con carga viral indetectable, decide hacerlo, debe contar con seguimiento estrecho y un equipo interdisciplinario. En palabras simples: la decisión es compartida, informada y acompañada. Este enfoque se aplicó ya en al menos 12 casos documentados en distintas jurisdicciones del país.
La ciencia local también ayudó a despejar temores. Un estudio reciente del INBIRS analizó la leche de mujeres con supresión viral sostenida y no encontró virus competentes para replicarse: sólo fragmentos defectuosos, sin capacidad de transmitir infección.
En Argentina, más de 23 mil personas tienen VIH y no lo saben
Esto respalda que, en escenarios óptimos, los beneficios de la lactancia —nutricionales, inmunológicos, emocionales y sociales— pueden coexistir con un riesgo extremadamente bajo de transmisión.
De hecho, con una atención óptima, que incluye un tratamiento eficaz del VIH y un parto controlado, la tasa de transmisión vertical puede reducirse a niveles muy bajos, hasta un 0.5%. Sin embargo, estas investigaciones deben continuar.
Claro que este cambio no implica que lactar en contexto de VIH sea completamente seguro ni que deba ser promovido de manera indiscriminada. Es importante recordar que la tasa global de transmisión maternoinfantil (TMI) se ha reducido a más de la mitad, pasando del 23% en 2010 al 10% en 2024.
A pesar de este avance, la tasa actual aún supera el umbral de eliminación del 5% establecido para los países donde es más común la lactancia en casos de HIV. Sigue siendo más seguro alimentar con fórmula en entornos con agua segura y buena adherencia al tratamiento. Pero la cuestión ya no es “sí o no”, sino “cómo y con qué apoyos”.
Es crucial que nuestro sistema de salud aborde los desafíos persistentes en la prevención de la TMI, como la detección tardía: en Argentina, más del 43% de las mujeres cis con VIH llegan a la detección de manera tardía, según datos del Boletín de Respuesta al VIH y ETS de Salud de la Nación.
Negar la posibilidad de la lactancia en mujeres con VIH en 2025, considerando los conocimientos y recursos actuales, parece más el resultado del miedo que de un enfoque científico. Como puericultora y bióloga, sostengo que las mujeres con VIH tienen derecho a decidir cómo alimentar a sus hijos e hijas. El sistema de salud debe acompañar, informar y proteger esta elección, sin ejercer coerción ni estigmatización.
Hoy, gracias a la valentía de mujeres investigadoras y la movilización de equipos de salud en todo el país, la lactancia en personas con VIH en Argentina está dejando de ser un tabú, para convertirse en una posibilidad bajo ciertas condiciones. Eso, para muchas, significa recuperar el derecho de alimentar desde el cuerpo, pero sobre todo, desde el amor.
*Lic. Biología Molecular, Doctora en Bioquímica y especialista en lactancia. Disertante de las IV Jornadas Transdisciplinarias de Lactancia Materna de la Universidad de Belgrano.
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