MURIÓ A LOS 91 AÑOS

Quién fue Jane Goodall, la conservacionista que halló su hogar entre chimpancés y revolucionó la ciencia

La incansable defensora de la conservación y una de las primatólogas más conocidas del mundo llegó a Tanzania en 1960 para investigar por primera vez a los primates en un estudio que se prolongó más de 60 años y cuyos resultados revolucionaron la comunidad científica.

Etóloga, activista y conservacionista británica, Jane Goodall trabajó hasta el último día de su vida para salvar de la extinción a los los chimpancés, tarea que se convirtió en el propósito de su vida. Foto: The Jane Goodall Institute / National Geographic

Primatóloga, etóloga, antropóloga, activista y conservacionista, la doctora británica Jane Goodall dedicó las últimas seis décadas de vida a dar voz a los chimpancés y salvarlos de la extinción, tarea que se convirtió en el propósito de su vida.

“Soy consciente de que me voy acercando a mi fin, y siento que queda tanto por hacer. Me quedo sin tiempo, pero no sin esperanza”, había dicho en sus últimos tiempos.

Si no tomamos medidas, los grandes simios van a desaparecer, debido a la vez a la destrucción de su hábitat y al tráfico de especies animales”, alertó. "Y si los perdemos, probablemente sea porque también hemos perdido los bosques, y eso tendría un impacto totalmente devastador en el cambio climático".

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Nacida en Londres el 3 de abril de 1934, hija de un magnate británico y una novelista, recibió de niña el regalo de un chimpancé de peluche, un juguete que la llevó a convertirse en una apasionada por la naturaleza, así como una gran fascinación por África y los animales salvajes, que después tuvo la oportunidad de estudiar. 

"La curiosidad es algo natural en nosotros. Así es como sobrevivimos a lo largo de los milenios: fuimos curiosos, investigamos, entendimos y eso nos ayudó a seguir adelante", escribió.

Ninguno de esos logros habrían sido posibles sin el impulso que le dio su madre, la novelista Vanne Morris-Goodall, quien incluso la acompañó en el campamento base en Gombe desde donde la investigadora partía a perderse en la selva.

“Cuando tenía 10 años yo había decidido que iría a África, viviría con animales salvajes y escribiría libros sobre ellos. Todos se rieron de mí. ¿Cómo podría hacer eso? África está muy lejos, teníamos poco dinero y yo sólo era una chica. Pero mi madre me dijo 'si realmente quieres hacer esto, tendrás que trabajar duro, aprovechar las oportunidades y nunca rendirte'. Ella respaldó mi sueño”, relató.

“En la sociedad de los chimpancés hay buenas y malas madres, pero los hijos de las que brindan más apoyo demuestran mayor confianza en sí mismos. Aprendí eso de mi madre y también de los chimpancés”, relató Goodall. 

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Cuando era adolescente, fue una de las aristócratas debutantes que eran presentadas a la reina de Inglaterra. "Todas [las demás jóvenes] decían que su ambición era ser dama de honor o conseguir un marido rico. Cuando una de ellos me preguntó qué quería hacer y dije: 'Quiero ir a África y vivir con animales salvajes', literalmente se retiraron y no me hablaron más", relató.

"Había leído a Tarzán y me había enamorado, aunque se casó con la Jane equivocada", bromeó. "Quería vivir con animales salvajes y escribir libros sobre ellos. Pero la gente decía: '¿Cómo puedes hacer eso? África está muy lejos, no sabemos mucho al respecto. No tienes dinero en tu familia. Eres solo una niña'".

 

África, el lugar donde Jane Goodall encontró su verdadero hogar

"Estoy viviendo en el África que siempre añoré, aquel que hervía en mi sangre", escribió Goodall a los 23 años, en una de las primeras cartas que envió a casa tras llegar a en 1957 a Kenia, donde trabajó con el famoso paleoantropólogo y conservador del Museo Coryndon de Nairobi Louis Leakey.

"Siempre amé a los animales, leí todos los libros posibles para conocer sobre ellos, pero no pude estudiar en la universidad por falta de dinero -recordó Jane en el reciente evento online- Me recomendaron conocer al Dr. Louis Leakey y lo contacté", relató.

Leakey la ayudó para matricularse en un doctorado de la Universidad de Cambridge para ganarse el respeto de la comunidad científica, lo que la convirtió en la octava persona de esta institución en hacer un doctorado sin un título universitario.

"Leakey no sólo sintió que una capacitación universitaria era innecesaria, sino que incluso de alguna forma podría haber sido desventajosa. Él quería a alguien con una mente despejada e imparcial de la teoría que hiciera el estudio sin otra razón que un verdadero deseo de conocimiento y alguien con una comprensión compasiva de los animales", reconoció Jane en su libro En la senda del hombre

En 1960, a la edad de 26, Leakey la envió al Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania, para estudiar a los chimpancés salvajes del lugar. Con la sola compañía de su madre y un cocinero, plantó su tienda en la selva y comenzó su proyecto de investigación que duraría en teoría 6 meses pero que continuó durante más de 60 años.

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"Tardé cuatro meses en poder acercarme a los chimpancés sin que salieran huyendo", explicó. "Una vez que los chimpancés se acostumbraron a mí, no se escaparon, oh, hubo días maravillosos", dijo al diario The Guardian“El bosque de Gombe sería mi hogar espiritual”, diría décadas después.

Sus descubrimientos sobre los chimpancés salvajes en Tanzania revolucionaron el concepto de la ciencia y redefinieron el concepto de ser humano, llevando a los expertos a entender mejor la complejidad social y emocional de los animales.

Frente a la creencia generalizada de que el hombre era el único ser vivo capaz de crear herramientas, Goodall fue la primera en descubrir que los chimpancés realizan tareas antes consideradas exclusivas de humanos, comprobando que estos animales también desarrollaban sus herramientas, al utilizar hojas y ramas modificando estos objetos para sacar a las hormigas de los hormigueros y poder comerlas.

La científica también afirmó que cuando comenzó a publicar sus resultados "la mayoría de científicos decían: ‘¿Por qué debemos creer en ella? Es sólo una chica, ni siquiera ha ido a la universidad. La apoyan solo porque tiene piernas bonitas y pueden convertirla en una chica de portada'", relató.

Pero reacción de Leakey cuando supo que Goodall había descubierto que los chimpancés usaban herramientas resume genialmente el alcance de sus hallazgos: "Ahora tenemos que redefinir 'herramienta', redefinir 'ser humano', o aceptar a los chimpancés como humanos".

De regreso al Reino Unido, fue ridiculizada por los académicos, especialmente por haber afirmado que cada chimpancé tiene capacidad para crear sus herramientas de supervivencia. "Algunos científicos llegaron a decir que yo les debía haber enseñado", recordó mucho después.

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"Una vez que convencimos a la ciencia de que los chimpancés tenían una cultura, una personalidad, una mente y emociones, se esforzaron por demostrar que estábamos equivocados diciendo, por ejemplo, que no tienen religión, o ahora el tema es si tienen o no conciencia. Continúa existiendo en el ser humano un intento por ser diferentes y sentir que somos la especie dominante del planeta. Queremos pensarnos como diferentes, pero no somos tan distintos; nosotros también somos animales", dijo.

En una entrevista, recordó su trabajo sola en la selva para entender mejor la naturaleza de los chimpancés: “Cuando uno está solo en la naturaleza, uno se convierte en parte de la naturaleza y el carácter humano no se te atraviesa. Es casi como una experiencia extrasensorial, escuchar sonidos distintos, percibir olores distintos y convertirse en parte de este maravilloso tapiz de la vida”, dijo.

 

"Dar esperanzas sobre el futuro"

La figura de Goodall emergió alrededor del mundo como una apasionada por la naturaleza que no temía los prejuicios.

A principios de los años 60 logró que se implementaran mejoras para los primates en el zoológico de Londres y en los 80 llamó la atención sobre el uso de los xenotransplantes (transplantes de células, tejidos u órganos entre especies próximas), lo que llevó a la comunidad médica a alejarse de esta práctica.

Más tarde, trabajó con Francis Collins, Director de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, para eliminar gradualmente el uso de chimpancés cautivos en la investigación médica, lo cual consideró una de sus máximas victorias.

Con la misión de comprender y proteger a los chimpancés, así como para generar empatía y afianzar su protección y la de sus ecosistemas, en 1977 fundó el Instituto Jane Goodall, que actualmente cuenta con más de 30 oficinas en todo el mundo.

En 1991 también estableció un programa de conservación dirigido a jóvenes llamado Roots & Shoots, que opera en más de 130 países y reúne a casi 150 mil miembros que van desde preescolares a universitarios.

Goodall también fue autora de más de una veintena de libros de divulgación y otros de tipo infantil, y recorrió el planeta dando conferencias.

“Tanto viaje aéreo es poco amigable con el ambiente, pero es la única forma en la que puedo dar charlas e intentar inspirar a las personas, darles esperanzas sobre el futuro y persuadirlas de que cada uno de nosotros puede hacer una diferencia día a día”, afirmó. La mujer también era vegetariana, fue consultora en la película La guerra del planeta de los simios (2017) y hasta fue parodiada en uno de los capítulos de la serie animada Los Simpson.

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Gracias a su trabajo, Goodall fue incluida en la lista de las cien personas más influyentes del mundo, era Doctora en Etología por la Universidad de Cambridge y fue declarada Doctora honoris causa por más de 45 universidades del mundo. Además, recibió un centenar de premios internacionales, como el Premio Príncipe de Asturias de Investigación, la medalla Benjamin Franklin en Ciencias de la Vida, el premio Gandhi/King por la No Violencia, y la Medalla de Oro UNESCO. 

Condecorada con la Legión de Honor francesa y declarada Dama del Imperio Británico por la reina Isabel II, en abril de 2002, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, la nombró “Mensajera de la Paz” de Naciones Unidas, y fue confirmada en su misión en 2007 por el Secretario General Ban Ki-moon.

 

El Covid-19 fue causado "por nuestro desprecio por la naturaleza"

Después de que el Covid-19 golpeó al mundo, Goodall advirtió que la pandemia fue causada sin dudas por “nuestro desprecio por la naturaleza y nuestra falta de respeto por los animales, con quienes tendríamos que compartir el planeta”. Explicó que el hacinamiento de millones de animales en criados y mercados proporciona “a los virus la oportunidad de pasar entre las especies y llegar a los seres humanos”.

“A medida que destruimos los bosques, por ejemplo, las diferentes especies de animales que viven en ellos se ven obligadas a desplazarse y las enfermedades pasan de un animal a otro. Y este otro animal, obligado a estar más cerca de los seres humanos, puede probablemente infectarlos”, aseguró.

“Tenemos que entender que formamos parte del mundo natural, que dependemos de él, y que destruyéndolo, robamos el futuro a nuestros hijos”, afirmó a National Geographic. “Espero que a raíz de esta respuesta sin precedentes, estos confinamientos impuestos en todo el mundo, cada vez más gente abra los ojos y empiece a pensar en otras maneras de vivir de forma diferente sus vidas”.

Para Goodall, la destrucción era parte del ataque más amplio de la humanidad a la naturaleza: "Si no hacemos nada para proteger el medio ambiente, que ya hemos destruido parcialmente, no me gustaría ser un niño que nazca dentro de 50 años. Tenemos una inteligencia asombrosa... pero parece que hemos perdido el poder de trabajar en armonía con la naturaleza".

ds