Se divorciaron hace 45 años

Una boda real fraguada en el infierno: la violenta pasión de Carolina de Mónaco y Philippe Junot

Hace 45 años, la hija de Rainiero III y Grace Kelly se divorció del playboy francés Philippe Junot. Su unión duró sólo dos años, terminando en divorcio por infidelidades y presiones. Incluye citas de ambos sobre su relación.

Carolina de Mónaco y Philippe Junot Foto: CEDOC

El 28 de junio de 1978, el principado de Mónaco fue el escenario de una boda que capturó la atención mundial: la unión de la princesa Carolina, hija de Grace Kelly y el príncipe Rainiero III, con el banquero francés Philippe Junot

A sus 21 años, Carolina representaba la juventud rebelde de la realeza europea, mientras que Junot, de 38, encarnaba el arquetipo del seductor cosmopolita. Sin embargo, lo que comenzó como un torbellino de pasión tabloide terminó en un divorcio en 1980, apenas dos años después, dejando un rastro de controversias, infidelidades y tensiones familiares.

La historia entre Carolina y Junot se remonta al verano de 1976, cuando la princesa, entonces de 19 años y estudiante en París, coincidió con el financiero en la discoteca “Regine's”. Junot, conocido por su reputación de mujeriego y por frecuentar clubes nocturnos, se acercó a ella de manera poco galante, llamándola "gordita" en su primer encuentro, un incidente que biógrafos describen como un "meet-ugly" pero que rápidamente evolucionó en una relación intensa. 

La pareja se convirtió en la sensación de las revistas, comparable a romances icónicos como el de Elizabeth Taylor y Richard Burton, con paparazzi siguiéndolos en escapadas secretas, como un viaje a St. Tropez donde fueron captados en momentos íntimos que Carolina había ocultado a sus padres. 

Para estar cerca de él, la princesa cambió sus planes de estudiar en la Universidad de Princeton por la Sorbona en París. Junot propuso matrimonio en 1977, y Carolina, a pesar de sus dudas, aceptó impulsada por el enamoramiento. Como ella misma confesó años después en una biografía: "Me casé con Philippe porque estaba enamorada de él".

Grace Kelly: “Sabes que tu hija se dirige al desastre y no puedes detenerlo”

Sin embargo, desde el principio, la relación enfrentó una feroz oposición por parte de la familia Grimaldi. El príncipe Rainiero y la princesa Grace, famosa actriz estadounidense convertida en realeza, veían en Junot un candidato inadecuado: 17 años mayor que su hija, con un pasado de conquistas amorosas, una carrera opaca como "banquero de inversiones" sin respaldo financiero sólido y pretensiones de nobleza falsas, ya que sus afirmaciones de descendencia del duque de Abrantes resultaron infundadas tras investigaciones del príncipe. 

La princesa Grace, en particular, expresó su desesperación a su hermana Lizanne LeVine: "¿Qué haces, Lizzie, cuando sabes que tu hija se dirige al desastre y no puedes detenerlo?". La respuesta fue pragmática: "La dejas que se haga daño, Gracie. No hay otra manera. Luego solo tienes que estar ahí para recoger los pedazos". 

La familia intentó todo para disuadirla: Grace incluso la envió temporalmente a Estados Unidos para separarla de Junot, pero Carolina regresó decidida. Consideraron prohibir la boda en Mónaco, pero cedieron ante la rebelión de la joven, quien sentía una presión constante por casarse desde niña, como admitió: "Desde que era pequeña, todo el mundo quería que me casara". En el palacio nadie estaba de acuerdo, con planes para un consorte más adecuado, incluso rumores de un posible enlace con el entonces príncipe Carlos de Inglaterra.

La boda, celebrada en dos días según la tradición monegasca —civil el 28 de junio y religiosa al día siguiente—, fue un evento lujoso pero cargado de tensión. Con unos 700 invitados, incluyendo estrellas como Ava Gardner, Frank Sinatra y Cary Grant, pero ausente la alta nobleza europea por la desaprobación familiar, Carolina lució un vestido diseñado por Marc Bohan de Christian Dior y la tiara de su madre con 200 diamantes. 

Sin embargo, la novia no ocultó su malestar: "No fue uno de mis mejores días", confesó más tarde, abrumada por la atención mediática y las filtraciones de bocetos del vestido. Junot, por su parte, minimizaba las críticas en entrevistas, defendiendo su estilo de vida: "Era un hombre que quería pasarlo bien como cualquiera. La diferencia entre mí y los demás era que yo lo hacía... No había nada malo en cómo vivía".

El matrimonio pronto se desmoronó. Durante la luna de miel, Carolina empezó a arrepentirse: "Comencé a despertar y preguntarme qué había hecho", reveló, mientras Junot invitaba a un fotógrafo amigo para vender exclusivas, lo que generó las primeras peleas públicas. Las infidelidades de él continuaron: frecuentaba clubes con otras mujeres, y fotos lo mostraban con su "secretaria" costarricense Giannina Facio. 

Argumentos explosivos, como el del Gran Premio de Mónaco en 1980, llevaron a Rainiero III a confesar a un amigo: "El matrimonio de la pobre Carolina no va bien. Ha sido herida". Junot culpaba a la interferencia parental y mediática: "Hubo problemas con sus padres... Lo que realmente quería era algo de tiempo para que Caroline y yo estuviéramos solos y resolviéramos nuestros problemas. Pero entonces sus padres intervinieron y la prensa lo hizo imposible". Añadía: "Si alguna vez veían a Caroline infeliz, todo se exageraba". Sobre la fidelidad, justificaba: "En cuanto a la fidelidad, creo que mientras el hombre respete a su esposa y no haga obvio un affaire, está bien".

La separación se anunció oficialmente en agosto de 1980 por una portavoz de la familia real, sorprendiendo a Junot, quien declaró: "Caroline tiene su propia vida privada. Nuestro matrimonio no es más que una formalidad. No hay nada que nos una". 

El divorcio civil se formalizó el 9 de octubre, seguido de una guerra tabloide con fotos de ambos en situaciones románticas con terceros. Carolina, en una rara entrevista en 1982, reflexionó: "Estaba joven e ingenua... Ninguno de los dos estaba hecho para el matrimonio. Tenía la ingenuidad de creer que podía cambiarlo. Esta experiencia me hizo entender que no se puede cambiar a nadie". Añadió: "Todo pasó demasiado rápido". El Vaticano anuló el matrimonio en 1992 por "incapacidad de Junot para asumir obligaciones esenciales por causas psíquicas".

Posteriormente, Carolina se aisló, rompiendo con amigos para procesar el dolor, sintiéndose "usada, vendida como un jabón". Grace soñaba con verla feliz de nuevo: "Me encantaría verla recasada, con hijos y una vida familiar feliz, como yo". Junot, por su lado, se casó dos veces más y tuvo cuatro hijos, dedicándose hoy a la familia en Marbella. 

La princesa como icono de los 70 y la rebelión cultural

El matrimonio de Carolina y Junot trascendió el mero drama real para convertirse en un reflejo de las tensiones culturales de finales de los años 70. Carolina, con su estilo audaz y su elección de un bon vivant ajeno a la nobleza, fue vista por muchos como una princesa moderna, desafiando las convenciones de la realeza más estricta de la época. Su actitud simbolizó una nueva generación que valoraba la libertad personal y la emoción por encima del deber dinástico.

La joven princesa ya era una it-girl antes de la boda, y su imagen de joven intelectual rebelde se consolidó con esta relación. Se la comparaba con Jackie Kennedy por su sofisticación natural, pero su estilo personal se inclinó hacia una estética jet-set, que fusionaba la alta costura con una vida de discoteca. El look nupcial de Dior, con transparencias y un escote atrevido, fue considerado audaz para una princesa. Esta elección de vida fue vista por sus padres, el príncipe Rainier y la princesa Grace, como una traición al legado que el matrimonio de sus padres había construido, contrastando la "clase" de Grace con la vida "disipada" de Junot y amplificando la presión sobre la joven.

El proceso de anulación eclesiástica: una década de espera

Aunque el divorcio civil se resolvió rápidamente en 1980, el matrimonio no fue formalmente nulo ante la Iglesia Católica hasta 1992. La anulación eclesiástica del Vaticano, que demoró 12 años, fue crucial para Carolina, ya que le permitió volver a casarse por la Iglesia (como hizo en 1993, con el príncipe alemán Ernesto Augusto de Hannover, después de su matrimonio civil con Stefano Casiraghi en 1983).

El Tribunal de la Rota Romana aceptó la causa principal de la anulación: la "incapacidad de Junot para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas psíquicas", específicamente por un presunto narcisismo o inmadurez que le impedía ser fiel y valorar el vínculo matrimonial. 

Este veredicto, si bien es un procedimiento canónico complejo que requiere pruebas rigurosas de que el matrimonio fue inválido desde el principio, fue fundamental para la paz personal de Carolina. Significaba, de cara a la Iglesia, que ese matrimonio nunca había existido verdaderamente, liberándola del estigma de un matrimonio fallido y allanando el camino para que sus futuros hijos pudieran ser considerados legítimos bajo la ley canónica.

Carolina de Mónaco después de Junot: en búsqueda de la estabilidad

El divorcio dejó a Carolina emocionalmente vulnerable y profundamente desilusionada, pero también marcó su transición de princesa rebelde a una figura más madura y cautelosa. La princesa, sintiéndose traicionada, no solo se aisló socialmente, sino que tuvo que lidiar con la vergüenza pública y la desaprobación inicial de sus padres, a quienes el tiempo había dado la razón sobre Junot. Su confesión de sentirse "usada" refleja la profundidad de su dolor y su sentido de haber sido explotada por el hombre al que amaba.

Este fracaso sentimental la llevó a buscar una vida privada más alejada de los focos. Solo tres años después, su boda con el empresario italiano Stefano Casiraghi en 1983 fue radicalmente diferente: una ceremonia civil discreta e íntima. Esta elección contrastaba fuertemente con el glamour y la ostentación del enlace con Junot y evidenció el deseo de la princesa de proteger su vida familiar y encontrar la estabilidad que tanto anhelaba, lejos del circo mediático que había definido su primera y fallida unión.