Mientras se aleja de la sofocante ola de calor que golpea a Londres este verano boreal para un descanso con su esposo, Theresa May está, por ahora, en una posición de relativa seguridad.
La crisis del brexit en el Reino Unido se calmó temporariamente y la primera ministra británica puede darse el lujo de tomarse unas vacaciones. Lo que es seguro, sin embargo, es que la paz no durará.
Cuando las conversaciones sobre el brexit se reanuden en Bruselas a mediados de agosto, los funcionarios británicos y europeos tendrán solo 10 semanas para finalizar el complejo conjunto de negociaciones internacionales antes de que venza el plazo en octubre. Eso se debe a que deben dejar tiempo para ratificar cualquier acuerdo que surja en los parlamentos tanto británico como europeo antes de que el Reino Unido salga del bloque el 29 de marzo del año próximo.
Es una exigencia difícil y, en privado, los ministros y altos funcionarios del equipo de May están aterrorizados ante la posibilidad de que las negociaciones fracasen. Eso significaría para el Reino Unido salir de la UE sin ningún acuerdo, lo cual interrumpiría el comercio, crearía caos en los mercados financieros, bloquearía las cadenas de suministro de los fabricantes y posiblemente causaría escasez de alimentos y suministros médicos. Podría ser una crisis económica y política sin precedentes en el país desde la Segunda Guerra Mundial.
’Catástrofe histórica’
"Tengo un optimismo casi cero porque creo que va a ser muy desordenado", dijo un alto ministro, que pidió que no se lo identificara porque el asunto es muy delicado. Las perspectivas de lograr un acuerdo son escasas, agregó. "Si salimos de la UE sin un trato, será una catástrofe histórica". Las negociaciones se han estancado porque los ministros de May no pudieron ponerse de acuerdo sobre qué pedir para un futuro acuerdo comercial con la UE, y el Reino Unido pelea con el bloque sobre el tema de cómo evitar una frontera dura con Irlanda después del brexit. El jueves, la UE dio un golpe que podría significar un nocaut.
En una conferencia de prensa en Bruselas, el principal negociador europeo del brexit, Michel Barnier, dijo que la propuesta aduanera de May nunca sería aceptable. "La UE no puede -y no lo hará- delegar la aplicación de sus políticas y normas aduaneras, el IVA y los cobros de impuestos especiales a un país que no es miembro y no estaría sujeto a las estructuras de gobierno de la UE", dijo el funcionario.
El veredicto de Barnier dejó a May arrinconada. Sus asesores consideran que su política cuidadosamente construida es la única que podría ganarse a las facciones enfrentadas de su partido y también garantizar una aprobación parlamentaria más amplia. Puede sufrir presiones de otros 80 conservadores escépticos respecto de la UE para que endurezca su plan y busque un divorcio duro, o incluso abandone las conversaciones por completo y se marche sin un acuerdo.
Las conversaciones informales ya se han llevado a cabo, aunque son poco más que "conversaciones de pasillo", dijo un ministro, y agregó que para obtener una colaboración de modo que funcione el interés nacional, la amenaza de un brexit sin trato -y una elección general caótica- tendría que ser inminente.
Incluso entonces, advirtió el ministro, "se necesitará un mágico momento de visión" para salvar a la primera ministra y al país del desastre.