El gobierno populista de Italia ha decidido presionar el botón de "autodestrucción" con su próximo presupuesto. ¿Cómo debería reaccionar el resto de la UE? La Comisión Europea y otros gobiernos tienen razón en exigir que Roma siga las reglas. Pero no tiene sentido intensificar el discurso, como lo hizo Jean-Claude Juncker con su comparación con Grecia. Es mejor dejarlo en manos de los inversionistas, quienes están dejando más que claro lo que piensan de la estrategia económica de la coalición.
El jueves pasado, la administración italiana señaló que el próximo año apuntaría a un déficit presupuestario del 2,4 por ciento del producto interno bruto, muy por sobre la aspiración del gobierno anterior. La gobernante Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas señalaron que usarían los préstamos adicionales para aumentar el gasto ordinario, incluida una reducción de la edad de jubilación. Para empeorar las cosas, todavía no hay ningún documento que describa cuál será la futura estrategia fiscal de Italia; según algunas cuentas, mantendrá el objetivo de un 2,4 por ciento para cada uno de los próximos tres años. Los mercados financieros se han asustado de manera comprensible, lo que ha hecho que los rendimientos de los bonos a 10 años alcanzaran su nivel más alto desde 2014.
El lunes, el tecnocrático ministro de Finanzas de Italia, Giovanni Tria, tuvo la difícil tarea de explicar la estrategia de Roma a sus colegas europeos; Tria se inclinó hacia un objetivo fiscal más bajo, por lo que su credibilidad se ha visto fuertemente afectada. Si Tria pretendía tranquilizar a sus homólogos, su misión fracasó. El ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, dijo que se sentía "algo menos optimista"; Juncker, presidente de la Comisión Europea, fue mucho más lejos: "Tenemos que hacer todo lo posible para evitar una nueva crisis como Grecia, esta vez en Italia", dijo, y añadió que Italia no recibiría un trato especial, ya que hacerlo para todos "significaría el fin del euro".
Bruselas tiene razón al exigir que Italia se adhiera a las reglas. Es cierto que las directrices fiscales de la UE se han flexibilizado en los últimos años para adaptarse a la lenta recuperación de Europa; pero los planes propuestos por Italia ponen en ridículo el reglamento de Europa, y el sentido común. Casualmente dejan de lado la altísima deuda pública del país y el hecho de que no están en recesión. Parecen no ofrecer una estrategia coherente a medio plazo para reducir el déficit, y duplican los gastos ordinarios improductivos, mientras que hacen poco por impulsar la inversión. Es posible que la Comisión haya ofrecido cierta indulgencia para un presupuesto mejor diseñado. En su forma actual, sería correcto rechazarlo.
Sin embargo, donde Juncker y sus colegas deben tener cuidado es en la forma en que entregan el mensaje. Los líderes de la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas, Matteo Salvini y Luigi Di Maio, crecen políticamente al enfrentarse a Bruselas. Ya están presentando su presupuesto como un regalo para el pueblo italiano, que los malvados eurócratas quieren impedir. Y los votantes italianos los respaldan, por ahora. Una encuesta reciente muestra que el Movimiento 5 Estrellas está recuperando apoyo, mientras que el aumento en la popularidad de la Liga tras las elecciones se mantiene estable.
Una estrategia mucho más inteligente sería simplemente aplicar las reglas, sin dramatizar el enfrentamiento. El Banco Central Europeo está retirando su esquema de flexibilización cuantitativa, lo que hace que los inversionistas en bonos tengan mucho más cuidado al momento de prestar su dinero. Italia les está dando todas las razones para irse a otro lado. Es mucho mejor dejar que Di Maio y Salvini expliquen las consecuencias de eso a los italianos, en lugar de ofrecerles un forastero para que odien.
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