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Columna

Usted es mejor para elegir un perro que a su cónyuge

Puede que encontremos la clave para tomar mejores decisiones y tener una vida más feliz en un refugio de animales.

Mississippi River Towns Brace For Major Flooding
Mississippi River Towns Brace For Major Flooding | Photographer: Joe Raedle/Getty Images North America

Las malas decisiones sin duda son un flagelo, al mismo nivel que la mala suerte a la hora de asignar culpas por deudas, matrimonios sin amor, la miseria en general y la mala salud. Sin embargo, hay esperanza. Puede que encontremos la clave para tomar mejores decisiones y tener una vida más feliz en un refugio de animales.

La mejor decisión que he tomado en los últimos años fue impulsiva, casi sin pensar. Conduje hasta el refugio animal local y volví con un gato adulto muy grande llamado Pooh Bear. Lo vi un poco deprimido en el refugio, pero estuve convencida sin raciocinio de que era maravilloso. Años después, puedo dar fe de que efectivamente lo es.

¿Puedo adjudicarme algún crédito por esta buena decisión? Tal vez. Cuando científicos que estudian la toma de decisiones analizaron la forma en que las personas eligen a sus mascotas, descubrieron que en realidad no somos tan malos para eso.

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Considerando las lecciones del libro "Pensar rápido, pensar despacio", parece que apliqué lo que los autores llaman Sistema 1, que es rápido e intuitivo, contrariamente al más analítico Sistema 2. Para algunos tipos de elecciones, el Sistema 1 puede ser superior. Usando el Sistema 2 la gente puede pensar demasiado en las cosas, antes y después de una decisión.

Los científicos siguen intentando encontrarle la vuelta a este tema. Samantha Cohen, estudiante de posgrado en Psicología de la Universidad de Indiana, habló de su curiosidad sobre un fenómeno que su tutor había detectado a la hora de elegir con quién mantener una relación de pareja. Al ser consultada sobre lo que buscan en este tipo de relación, la gente dice una cosa pero luego elige a alguien con características muy distintas.

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Como era voluntaria en un refugio animal, quería ver si se presenta una discrepancia similar al momento de elegir un perro. Así que preguntó a aspirantes a dueños de canes sobre sus preferencias en cuanto a la apariencia (pequeño o grande, pelaje claro u oscuro, etc.) y a características de comportamiento como ser juguetón o tener ansiedad. Lo que descubrió es que la gente realmente suele elegir perros que a su juicio encajan con las características que desean.

En un artículo que describe el experimento publicado en Behavior Research Methods, ella y su tutor, Peter Todd, notaron que el 43% de los matrimonios terminan en divorcio dentro de los primeros 15 años pero solo cerca del 13% de las personas que se llevan a casa un perrito de un refugio lo devuelven.

El nivel de éxito es digno de destacar en especial porque antes de decidir sobre una relación comprometida con un perro operamos con menos información: no podemos tener citas con ellos o hacer que nos cuenten sobre sus vidas. Asimismo, presumiblemente pensamos menos sobre el asunto que la mayoría de la gente cuando piensa en el matrimonio.

Todd señaló que otros experimentos han arrojado que pensar demasiado puede afectar a nuestro juicio. Me envió un artículo fascinante que muestra que los voluntarios tomaron decisiones muy cercanas a las de los expertos al evaluar distintas marcas de mermelada de frutillas, pero su consonancia con los expertos bajó cuando se les pidió fijar criterios con los cuales evaluar.

Así no extraña que la toma de decisiones sea tan engañosa. Podemos meter la pata pensando mucho o muy poco. También podemos terminar siendo infelices con una decisión buena o neutral al pensar demasiado en ella luego de tomarla. Es posible que en muchos casos nuestras decisiones no tengan el poder que les atribuimos o se vuelven poderosas porque tenemos una fijación con ellas.

La gente que piensa que su cónyuge tiene aptitud única para hacerlos sentir miserables podrían estar igual de infelices con cualquier número de personas distintas. Puede que haya estado similarmente feliz si viviera con Bandit o Valentine o Winston Churchill, otros gatos que estaban disponibles cuando fui al refugio, pero dado lo mucho que me gusta Pooh Bear, no voy a seguir pensando en eso.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.