CIENCIA
consecuencias del hostigamiento

Los efectos psicológicos del acoso escolar persisten hasta la adultez

Estudios señalan que las víctimas del bullying sufren más trastornos de la ansiedad y depresión en la edad adulta. La prevención escolar, clave.

Burlas. El maltrato se puede traducir en autoinjurias, depresión y obesidad en la adolescencia.
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Se sabe que el bullying afecta física y emocionalmente a los niños. Pero poco se conoce sobre los efectos a largo plazo del acoso escolar. Ahora dos nuevos estudios ponen la lupa sobre los adultos y confirman que las consecuencias del hostigamiento perduran en el tiempo, provocando depresión y trastornos de la ansiedad en las víctimas. “El bullying es un factor erosionante de la autoestima de los chicos. Los va carcomiendo y puede dejar rastros en la adultez”, señaló Paula Sansalone, psicóloga infanto juvenil del Equipo Anti Bullying Argentina.

Uno de los trabajos liderado por el Hospital de Niños de Boston y publicado recientemente en la revista científica Pediatrics, halló que el 45% de los chicos sometidos regularmente al bullying presentaba  a largo plazo un nivel bajo de bienestar emocional. Otra investigación de 2013, publicada en JAMA Psychiatry, siguió a 1.420 chicos entre los 9 y los 26 años, y detectó que quienes habían sido víctimas de hostigamiento durante la infancia tenían 4,3 veces más probabilidades de sufrir depresión y trastornos de la ansiedad en la adultez.

“Cuando existe un maltrato que no se termina de elaborar, queda enquistado, se manifiesta en la adolescencia y afecta la cognición, la afectividad, la voluntad y la actividad”, explicó Liliana Moneta, presidenta del Capítulo de Psiquiatría Infanto Juvenil de la Asociación de Psiquiatras Argentinos. Autoinjurias, tentativas de suicidio, hiperobesidad, depresión y embarazos no deseados son algunos de los ‘efectos secundarios’ del bullying que la experta observa en los adolescentes. “Queda como una espina que se traduce en trastornos de personalidad”, advirtió.
Las consecuencias dependerán en gran parte de la personalidad del chico abusado. “En general, cuando son más tímidos e inhibidos, los efectos serán mayores que en aquellos que cuentan con los recursos para enfrentar el problema”, señaló Moneta.

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Mariana Kelly, docente y miembro del Equipo Bullying Cero Argentina, remarcó que cada vez que dan una charla dirigida a un grupo de adultos, al menos dos personas aceptan que han sido víctimas del bullying: “Son situaciones que quedan impregnadas durante mucho tiempo”.

Estrés. Uno de los primeros síntomas de los chicos “buleados” es el síndrome del domingo a la tarde. Empiezan a sentirse mal, a padecer dolores inespecíficos, en definitiva, a buscar excusas para no ir al colegio.

Este pánico diario es el responsable del daño a largo plazo. “El niño siente que la situación no va a cambiar y entra en un cuadro de desesperanza aprendida, donde ya no encuentra salida. Se acostumbra y aparecen signos más graves, tanto físicos como psíquicos”, alertó Flavia Sinigagliesi, pediatra y miembro de Bullying Cero. La experta explicó que el estrés crónico trae aparejadas consecuencias orgánicas y que el impacto a nivel cerebral puede ser irreparable: “Podemos comparar este cuadro con uno de estrés postraumático, pero sostenido en el tiempo”.

“Si no hay una intervención temprana, peores serán los efectos del bullying crónico”, afirmó, por su parte, Julia Zafra, docente de la Dirección de Planificación de la Secretaría de Niñez y Adolescencia bonaerense. Enfatizó que la prevención debe empezar en la misma escuela. De hecho, en septiembre de 2013 fue sancionada y promulgada la “Ley contra el bullying” para  el abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas. Y existe una guía de orientación para que los docentes bonaerenses sepan cómo actuar ante casos de bullying.

“Las consecuencias de la violencia nos afectan a todos. Los chicos que han sido agresores tienen más probabilidades de caer en conductas delictivas. Por otro lado, los roles no son estáticos: el que hoy es víctima, mañana puede ser agresor. El mayor desafío es reconocer que esto existe. Desterrar el ‘acá no pasa’”, concluyó Sansalone.