CIENCIA
participacion voluntaria

Crece el fenómeno de la ciencia ciudadana

De la mano de la tecnología, cada vez más personas en Argentina colaboran con proyectos científicos y registran aves, nidos de horneros, mosquitos, vinchucas y hasta granizo.

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Proyectos. Lucía Arena, responsable de Cosecheros de Granizo, que anima a la población a reportar caída de granizo (izq). Y el clásico avistamiento de aves en Costanera Sur (der). | Gza: MINCYT-CBA

No tienen una carrera en el ámbito científico y por lo general sus nombres permanecen en el anonimato. Sin embargo, destinan parte de su tiempo, conocimientos, bienes y hasta su cuerpo para que la ciencia avance. Son aficionados que por su número y aporte a investigaciones constituyen el fenómeno llamado “ciencia ciudadana”. Una práctica que, de la mano de la tecnología, crece en Argentina. “En el siglo XX los proyectos más grandes eran los de avistaje de aves, ahora hay de distintos tipos y lo que cambió es que se puede participar con el celular”, señala el sociólogo Mariano Fressoli, del Centro de Investigaciones para la Transformación.

Las claves para que un proyecto de ciencia ciudadana tenga apoyo son “una pregunta que a la gente le interese o le genere curiosidad y un método sencillo para participar”, afirma la bióloga Lucía Mentesana, investigadora a cargo del proyecto Hornero, junto con su par Nicolás Andreani. La propuesta de estos investigadores consiste en bajarse la app Hornero, tomar fotos de los nidos, establecer su ubicación, orientación y responder algunas preguntas sobre altura y ambiente.

El objetivo es saber por qué el hornero construye el nido en forma asimétrica. “Es un ave que todos conocemos pero cuando necesitamos ir a la evidencia se sabe muy poco. Por eso queremos entender cómo es la distribución de estas asimetrías y si hay diferencias por regiones”, indica Andreani. “Podríamos hacerlo los dos solos –agrega–, pero tendríamos muy poquititos puntos, entonces decidimos realizarlo con la gente para ser muchos ojos en muchos lados”.

Datos. En dos meses ya tienen 3 mil nidos registrados no solo en Argentina sino también en Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. En septiembre, con lo que estiman será una buena base de datos, comenzarán a analizar la información que estará disponible para todos.

Hugo Caprotti vive en Chajarí (Entre Ríos), trabaja en una farmacia y ya lleva registrados 467 nidos. Lo hace porque le interesa y preocupa todo lo relacionado con la conservación de la naturaleza: “No es muy común que al ciudadano de a pie o sin algún conocimiento científico nos den la posibilidad de ser parte de un proyecto”. Desde Uruguay la bióloga Bettina Tassino también hace su parte: “El proyecto invita a que muchas personas observemos lo que nos rodea, algo que hemos abandonado”.

En Salta, el veterinario Roberto Neumann trabaja con bovinos, pero en los ratos libres colabora con Hornero y el proyecto mundial eBird del Laboratorio de Ornitología de Cornell. “Según tu ubicación –explica– aparece una lista probable de especies a observar y así vas registrando las aves que ves, subiendo fotos y hasta sonidos”. Así se forma una base con la distribución de las especies que los investigadores utilizan.

Interés. El investigador del Conicet Joaquín Cochero desarrolló las aplicaciones GeoVin y Caza Mosquitos, que registran insectos como la vinchuca y el Aedes aegypti. Ambas generan datos que usan los científicos y, como contrapartida, los expertos se comunican con el usuario para confirmar si se trata de una vinchuca capaz de transmitir Chagas, por ejemplo, y dan recomendaciones.

Como investigador en ecología de aguas Cochero creó también en 2017 AppEAR: “cuando vas a un río, laguna o el mar, la app te va haciendo contestar preguntas, tomar fotos y te da un índice de la calidad ecológica del lugar”, detalla. Nicolás Verderosa es empleado público y utiliza las tres apps. Aunque no encontró vinchucas en La Plata, la usó en algunos viajes. “Lo hago para ser parte de algo más grande y como forma de ayudar a la sociedad”, relata.

A quienes les interesan las tormentas severas pueden convertirse en “cosecheros de granizo”, con la app que lleva ese nombre. “Para poder saber si los datos de los satélites, radares y centrales meteorológicas son válidos necesitamos el dato en tierra”, asegura Lucía Arena, responsable del proyecto en Córdoba, quien también integra el Grupo de Física de la Atmósfera de la UNC. Allí en el laboratorio se corta el granizo y se analizan los anillos que tiene (al igual que los árboles), ya que aportan información sobre el movimiento de la nube. Más allá de las fotos que se suben, la app indica cómo conservarlos en el freezer para que científicos pasen a buscarlos: “Como no puedo estar en el momento en que cae granizo, necesito de las ganas de la gente para guardar información”.