COLUMNISTAS
COLLADO, HAY, BRAZENAS, LA AFA, EL PATALEO... Y LA JUSTICIA

A todos les importa un pito

¡Sorete de luto!, les gritaban hace años, cuando se vestían de negro con sus panzas, su pelada y ese andar de señora gorda. Un verso de Mallarmé era eso, comparado con las cosas que les gritan ahora.

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“No cuenten conmigo para nada deshonesto ni tramposo. Seré estricto, así que todos tengan cuidado: si cualquier hombre es sorprendido cobrando un soborno sin que yo reciba lo mío, lo pondremos contra la pared y ¡pum!”
Groucho Marx (1890-1977) en“Sopa de ganso” (1933): de su tema “Las leyes de mi administración”.

¡Sorete de luto!, les gritaban hace años, cuando se vestían de negro con sus panzas, su pelada y ese andar de señora gorda. Un verso de Mallarmé era eso, comparado con las cosas que les gritan ahora. Si Ricardo Fort es una mala cruza entre los restos de Elvis, Charles Atlas y Carmen Miranda, ellos son como la suma –o la resta– de Oyarbide, el oficial Matute de Don Gato y Guillermo Moreno. Con señas ampulosas que también servirían para estacionar aviones, administran una Justicia espasmódica, sanguínea, sin apelaciones. Lo hacen entre veintidós tipos al límite, que en cada pelota se juegan el futuro, las gomas del auto o la cabeza. Si aciertan, les espera la más absoluta indiferencia; si fallan, insultos en coro y con rima. Los juzgan sin piedad. En la tele, los comentaristas que espían con mil cámaras; en las tribunas, las multitudes de energúmenos que prometen el cadalso si hay penal en contra. Son villanos perfectos. Sin carisma, sin prensa, sin hinchada.
Es un trabajo menos ingrato que inexplicable. ¿Acaso disfrutan poniéndoles límites a quienes ganan en un día lo que ellos embolsan por mes y se llevan las mejores chicas? ¿Qué son? ¿Abnegados defensores de la equidad o vivillos que manejan los partidos por placer, amistad o dinero? ¿Justicieros sport o simples cholulos? ¿Víctimas o victimarios?
Lo bueno que tiene el fútbol es la transparencia. La trampa estalla a la vista de todos como flor en primavera, y las excusas para justificar algunas situaciones son asombrosas.

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“¡Collado prejuzgó!”, concluyeron algunos especialistas, indignados porque el árbitro estaba efectivamente de espaldas cuando Pirulo Rivarola le acertó flor de pelotazo en el trasero después de un partido caliente. Un segundo después del impacto, el jugador se disculpó como un chico que acaba de romper una maceta y, claro, fue expulsado. ¿Qué otra cosa podría haber hecho un juez? No sé ellos, pero yo sí vi todo, en cámara lenta y repetido. Le apuntó y... ¡pum!, lo embocó, mal. Ustedes disculpen, pero se merece 45 partidos de suspensión; por boludo.
Es ridículo. Eso se ha dicho también, para relativizar la grave denuncia de Faraoni contra su ex amigo Aníbal Hay, que le habría pedido favorecer a San Lorenzo contra Atlético Tucumán. “Bah... ¿para qué necesitaría ayuda extra San Lorenzo en la primera fecha del torneo, de local y contra un equipo que viene del Nacional B?”, reflexionaron algunos colegas con agudeza y conocimiento del terreno. Un razonamiento lógico que confirma brutalmente que, en caso de incendio, siempre se romperá el cristal para usar la salvadora manguera del bombero, ¿no es verdad? No más preguntas, señor juez.
Javier Collado es un buen árbitro que nunca llegó a internacional por razones que me cuesta entender, sobre todo viendo el nivel de algunos colegas suyos que sí alcanzaron ese estatus. Hace algunos meses, distendido y en un asado, no se dio cuenta de que lo grababan y dijo lo que todos saben pero nadie repite en público. Contó que alguna vez le habían “tocado” a un asistente y que fue testigo de cómo un par de equipos “ahorraban piernas” para echar a un técnico. ¡Chau! Rivarola y Goux, protagonistas en uno de esos casos, se sintieron difamados, hicieron su descargo y todo terminó como era de esperar: con insultos, acusaciones mutuas y Collado dirigiendo sus últimos partidos. ¿Y el soborno? ¿Qué soborno? ¿De qué me hablan, muchachos?

En el Primer Mundo la corrupción –la misma que llevó, por ejemplo, a la Juventus a la Segunda– ha estallado por culpa de las apuestas. Partidos arreglados, árbitros comprados, gente presa y escándalos ¡en Alemania y Suiza! Acá, por suerte, esas cosas no pasan. Nuestros calabozos son como verdulerías repletas de perejiles y nadie termina preso por indignidades como ésas. Jamás. Aníbal Hay fue despedido de AFA, sí, pero sólo por cuestiones administrativas, el contrato que vencía, una reestructuración. Pavadas. No es el primero y tampoco será el último, de eso podemos estar seguros. ¿Gabriel Brazenas? Anuló mal un gol de Huracán, se comió un foul justo en la jugada que definió el Clausura ’09 para Vélez y no dirigió nunca más, pero por “problemas físicos”. Ah... ¿En serio? ¡Castigo divino! Creer o reventar, che.
Pretender que un referí vea todo y sea infalible como un telebeam es absurdo. Se equivocan, como los arqueros que no llegan, los defensores que no marcan y los delanteros que la tiran afuera. Eso sí, imaginarlos a todos impolutos, imparciales y administrando justicia según su leal saber y entender... es más estúpido que ingenuo.
“Algo está podrido en Dinamarca”, decía Marcelo, en Hamlet. Cierto. Aquí también hay feo olor, compatriotas. En Argentina, el país donde siempre es mejor ser amigo del juez, como aconseja Vizcacha, en el libro nacional.