COLUMNISTAS

De Rosemberg a Nisman

Los postulantes presidenciales parecen competir en simpatía y prudencia. El escenario de Cristina y de la oposición.

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A raíz del estreno del documental La guerra del café (La conexión Rosemberg), producido por Grupo Octubre y dirigido por Oscar Feito, quisiera hacer una serie de reflexiones. El film aborda el asesinato en mayo de 2009 del abogado Rodrigo Rosemberg por una banda de sicarios. En sus funerales, se distribuye un video grabado por la víctima para ser distribuido en caso de resultar asesinado. En el testimonio, Rosemberg responsabiliza por su eventual muerte al entonces presidente de la República, el socialdemócrata Alvaro Colom. La denuncia póstuma del abogado fue registrada tras el asesinato de un poderoso empresario, de quien era su letrado, y de su hija. En un contexto político signado por la violencia, el poder de grupos paramilitares e intereses económicos ligados a la producción de café se cruzan en la investigación, que llega a dar pie a la intervención de las Naciones Unidas para su esclarecimiento. Finalmente los investigadores llegan a una conclusión que termina por sorprender a la sociedad guatemalteca y al espectador del trabajo cinematográfico. El film aborda la investigación exhaustivamente, pero con un relato cargado de tensión, transformándose en un thriller político, que provoca al expectador a trazar relaciones con el caso de la muerte del ex fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman.

El documental La guerra del café nos da la posibilidad de acercarnos a problemas públicos. Los documentales muestran el conflicto, no toman partido pero muestran los conflictos, y nos permiten sacar conclusiones. ¿Cuáles son las mías? Es importante que los documentales muestren. Si no, estamos abrumados por las primeras planas de los medios del día de hoy, y mañana viene otra cosa, y mañana otra, y otra cosa, y nos olvidamos, y no podemos entender lo que nos pasó. Un documental nos da el tiempo para poner varios puntos, para presentar un nivel de ideas y para discutirlas a fondo. La masividad de internet nos la da todo el tiempo, pero hay información que no tiene sentido, que no tiene significado, y el documental nos permite un tiempo diferente. Nos permite la posibilidad de pensar. Me parece que lo que nos muestra el documental tiene que ver con Argentina. Primero tiene que ver este problema de violencia organizada. Guatemala como la Argentina sufrieron en los ‘70 de violencia guerrillera y violencia militar, y en ese sentido somos parecidos. En Guatemala tienen, creo, un problema de crimen organizado más serio todavía que la Argentina, donde el Estado es cómplice. No puede detenerlo. Entonces la posibilidad que la película muestra que haya sicarios (…) son cosas que todavía no pasan tan fuerte en la Argentina, pero vamos en camino a, y en ese sentido la película deja toda una especie de alarma, de alertarnos, si el crimen organizado está viniendo a la Argentina, ¿cómo lo vamos a controlar, quién lo va a controlar? En ese sentido, parece que presenta una semejanza fuerte con la Argentina en su incapacidad de investigar y castigar el crimen organizado. Guatemala no tiene la posibilidad de tener instituciones policiales y judiciales hábiles, y tuvo, no sé si la suerte o la necesidad, de inventar esa Cicig (Comisión internacional contra la impunidad en Guatemala), que dependía de Naciones Unidas, e investigaba crímenes en Guatemala. Y ellos tenían un fiscal, Carlos Castresana, que fue el fiscal español que comenzó las investigaciones sobre desaparecidos en la Argentina; el caso de Pinochet, que luego siguió Garzón, fue iniciado por Castresana, como así el caso del oficial represor argentino que estaba en México y fue extraditado a España, fue iniciado por Castresana. Es un fiscal que tiene una tradición de investigar crímenes de violaciones a los derechos humanos. El uso de Castresana de las investigaciones, escuchas telefónicas está bien hecho, si bien hay una persona que en el video cuestiona que esa información sea cierta, no da ningún dato que permita saber que fue manipulada, así que me parece que es una investigación muy importante, muy interesante, que permite establecer qué ocurrió. Si no hubiera esa investigación de una persona que fuera a Guatemala, que no tenía muchos intereses personales en las políticas de Guatemala, no hubiera habido chances de salirnos de la versión que dio la propia persona asesinada. No, él dice que era Colom ¿Cómo hace el presidente para decir yo no fui? Me parece que justamente, esto demuestra a los políticos que quieren manipular a los jueces. Me acuerdo que en la época de Menem uno de sus ministros decía: “hay dos clases de jueces, amigos y enemigos, y nosotros queremos amigos”.

Pero justamente, Carlos Arslanian, quien era el ministro de Justicia de Menem, renunció diciéndoles: “los jueces que ustedes creen que son amigos van a ser los primeros que le den una puñalada trapera cuando ustedes pierdan el poder”. Y eso ocurrió, Menem fue preso por un juez que era uno de los jueces amigos, era un juez que había nombrado él. Y justamente Castresana muestra que necesitamos jueces profesionales, y fiscales profesionales, que sepan hacer su tarea, y que no sean amigos ni enemigos. Y eso creo que es la materia pendiente en la Argentina, y de Guatemala, y de muchos países del mundo. La Justicia exige que la gente crea en la Justicia, que los políticos respeten la ley, y que también en los casos críticos como éste haya jueces y fiscales dedicados a establecer qué pasó, y a aplicar la ley. Y eso creo que es un aporte de Castresana a lo que pasó en Guatemala, y La guerra del café muestra eso. Habría que hacer un documental sobre el caso Nisman. Me parece obvio, me parece muy importante entender el riesgo que corremos de que haya crimen organizado, se nos instale en la Argentina, y se convierta en una costumbre el usar sicarios, y me parece que tenemos que aprender la importancia de tener jueces y fiscales profesionales e independientes, que no sean ni amigos, ni enemigos.

 

*Ex fiscal del Juico a las Juntas y ex fiscal del Tribunal Penal Internacional (CPI) / Palabras pronunciadas en la inaguración del documental  La guerra del café.