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abismos

A punto de caramelo

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| Cedoc

Muchas veces nos hemos refugiado en la etimología de la palabra crisis, que viene de un verbo griego cuyo significado es, al mismo tiempo, cortar, separar y decidir.

La Argentina en particular y el mundo en general han llegado a esa situación crítica en la que es necesario interrumpir (el curso de los acontecimientos, la inercia del capitalismo extractivo, los autoritarismos) para ver cómo seguir.

Estamos en una situación singularísima cuya potencia no debemos desaprovechar. Y cuando uso la primera persona del plural quiero decir exactamente eso: no quienes gobiernan, no quienes obtienen rentabilidad a toda costa (que serían una tercera persona) sino nosotros y nosotras, quienes vivimos la fuerza de disolución de los vínculos comunitarios al borde mismo del agotamiento.

Señoras y señores, lo que es inviable debe ser cortado, no importa si se trata de una provincia (Buenos Aires), un conjunto general de gestos de gobierno (desde la soberbia de Trump al resentimiento de Maduro) o un régimen semiótico de producción que privilegia la técnica antes que la humanidad.

En 1909 E.M. Forster (¡sí, el de Pasaje a la India y Maurice!) publicó una historia breve llamada The Machine Stops (“La máquina se detiene”) que hoy deberíamos leer como un mandamiento. Antes de que la máquina (la inteligencia artificial, Internet: literalmente se trata de eso en el relato de Forster, en el cual las personas viven aisladas y provistas por la máquina capitalista) se haga pedazos y, con ella, todos los que la usan, convendría desenchufarla hasta tener en el horizonte un nuevo pacto civilizatorio.

Han pasado 111 años desde aquel llamamiento de Forster. La máquina funcionó a pleno durante ese tiempo y nos ha dejado al borde de un abismo inconmensurable. Si eso no es una crisis ante la cual conviene tomar una decisión drástica, no sé qué podría serlo.

Paremos la máquina antes de que sea demasiado tarde.