El índice de pobreza que vienen arrojando las últimas mediciones de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec muestra un marcado descenso a partir del tercer trimestre de 2024 llegando en la última medición al 31%, cuando había alcanzado en el primer semestre de 2024 el 53% como consecuencia de la devaluación de Milei a fin de 2023.
Pero el índice de pobreza de Milei es menor también que el del primer semestre de 2023, que fue del 40% e incluso menor que 2019 antes de la pandemia y similar a la de 2008 antes de que Cristina Kirchner elevara el gasto público al 40% del PBI (en términos absolutos, el doble del que recibió su marido de Duhalde y un tercio más que el que le entregó Néstor) y simultáneamente dejara de tener superávit fiscal: del 0,3% en 2009 a un déficit del 5,9%, y de una balanza comercial positiva de alrededor de 15 mil millones de dólares a una negativa de menos 5 mil millones, todo entre 2009 y 2015, cuando entrega su gobierno.
Volvimos a aquella Argentina de 2008, cuando también el Producto Bruto per cápita es similar: alrededor de 16 mil dólares anuales, estancados tras 17 años. Y mientras nuestro crecimiento del PBI per cápita en 17 años fue cero, en el mundo fue el 50%.
Pero si la riqueza total está estancada desde hace 17 años, la distribución de la renta es peor que la de 2015 cuando producto de toda la demanda agregada por Cristina Kirchner, aunque insustentable, habían aumentado los salarios registrados un 25% respecto de 2008. Macri se los entregó a Alberto Fernández un 15% menores, quien, así, sin cambios, se los pasó a Milei, que luego de la caída producida en 2024 volvieron a ser similarmente malos a los de 2023.
O sea, más allá de los cálculos del índice de pobreza, el 90% de los argentinos es más pobre que hace 17 años exceptuando al 10% más rico de la pirámide que ilustra esta columna. Simplificadamente, la verdadera clase media se redujo a la mitad.
El informe que distribuyó este jueves el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina es literalmente excelente. Consta de cinco estudios: “Nuevo escenario político-económico: estrés y bienestar en una Argentina en transición”, “Balance de las capacidades de consumo”, “Cambios en el bienestar subjetivo”, “Estrés social y privaciones estructurales”, y “Resumen de informes, nuevo escenario 2010-2025. Los cinco se encuentran accesibles en esta columna, tanto en sus textos como sus innumerables gráficos.
Pero algunos párrafos son de lectura obligatoria aquí:
* “La estructura social actual refleja un largo proceso de fragmentación: la coexistencia de tres argentinas poco articuladas entre sí, diferenciadas por nivel socioeconómico, perfil cultural y vínculos con el mercado laboral. Hace tres décadas predominaba una matriz con un 50% de clases medias y alrededor del 20% de sectores pobres; hoy la proporción se invierte hacia un 40% de clases medias y más del 30% de sectores pobres, consolidando brechas territoriales, educativas y laborales. Sin inversión sostenida en capital humano, empleo formal y productividad, esta fragmentación tiende a profundizarse, limitando la estabilidad política y la cohesión social”.
* El índice de “la pobreza mejora más que el estrés económico: algunos hogares tienen más ingresos, pero no necesariamente mayor capacidad de consumo ni menor tensión financiera”.
* “La cronicidad del malestar psicológico se mantiene alta en los sectores de menor NSE, donde las condiciones materiales limitan la capacidad de recuperación emocional incluso ante mejoras coyunturales. El malestar psicológico es sistemáticamente el doble en los estratos de menores recursos socioeducativos respecto de los sectores medios. No obstante, desde 2022 se registra un fenómeno nuevo: un aumento significativo del malestar en las clases medias, asociado al deterioro de expectativas, la pérdida de estabilidad laboral y el sentimiento de movilidad descendente”.
* “La estructura social muestra una recuperación estadística de la pobreza, pero sobre una base metodológica frágil y sin mejoras equivalentes en consumo, bienestar ni capital humano. La pobreza estructural, la informalidad y la precariedad laboral permanecen en niveles históricamente altos, con clases medias bajas en movilidad descendente y un 30% de la población atrapada en condiciones crónicas de vulnerabilidad que el actual modelo aún no logra perforar”.
* “El límite principal del enfoque libertario reside en su bajo impacto sobre la creación de empleo productivo y bien remunerado. Sin una estrategia explícita de inversión –interna y externa– orientada a expandir el tejido pyme, profesionalizar la economía informal y fortalecer el capital humano, la estabilización macro podría derivar en un orden social más desigual, con menor movilidad ascendente, mayor fragmentación y una sociedad disciplinada por la supervivencia más que integrada por oportunidades”.
* En el largo plazo el estrés económico empeora “entre 2010 y 2017 y luego se estabiliza. Si bien en 2024-2025 disminuye, los niveles de estrés económico regresan a los de 2022-2023. Actualmente afecta a alrededor del 47% de la población, por encima del piso histórico, cercano al 35%. En síntesis, casi una de cada dos personas vive en hogares con estrés económico”.
* “La capacidad de ahorro se mantiene estructuralmente baja: entre un 8% y un 16% de la población declara poder ahorrar, con una tendencia descendente persistente entre 2010 y 2025. El 83% de los hogares permanece crónicamente sin capacidad de ahorro”.
* Los diferentes planes de ayuda social pasaron de asistir en 2010 al 30% de la población al 42% en 2016, y se mantiene estable hasta hoy esa proporción. Sin los planes de ayuda social, “la indigencia prácticamente se duplicaría y la pobreza sería alrededor de un 20% más elevada. Los programas son necesarios, pero insuficientes para revertir los déficits estructurales”.
* “El 42% considera que su situación económica actual es peor que la de sus padres, con una mayor prevalencia de esta percepción negativa en los estratos socioeconómicos más bajos. Mirando hacia el futuro, el 82% cree que sus hijos o nietos tendrán más oportunidades que ellos/as. Esta expectativa positiva se acentúa en los estratos más bajos”.
* “El 18% de la población adulta urbana señalaba padecer malestar psicológico en el año 2010, siendo la cifra más baja registrada para este indicador a lo largo de toda la serie. En 2024, la cifra alcanza su nivel más alto: 28%. Es decir, tres de cada diez personas de 18 años o más padecen sintomatología ansiosa y/o depresiva (se duplica con estrés económico). En el año 2025 hay una leve mejoría de 1 punto: 27%”.
Otros indicadores: la pobreza es cuatro veces mayor en el conurbano bonaerense que en la Ciudad de Buenos Aires, los conurbanos del interior donde hace una década había menos pobreza se acercan al conurbano bonaerense, en el resto del interior la pobreza es la mitad que en los conurbanos. La educación sigue siendo predictor: duplica la pobreza entre quienes no terminaron el colegio secundario que entre quienes sí lo terminaron. Y tener hijos a cargo más que duplica el porcentaje de pobreza de los solteros.