Seguimos con Barcelona, es decir con Gabriel Ferrater y Jaime Gil de Biedma. Con dos libros en apariencia menores, aunque yo no creo que lo sean. Uno, de Ferrater, es Noticias de libros (Península, Barcelona, 2000) que reúne los informes de lectura que Ferrater realizó entre 1961 y 1972 para varias editoriales españolas y extranjeras, en especial para Seix Barral. Son pequeñas piezas que, al mismo tiempo que cumplen la función original (leer libros en lenguas extranjeras para recomendar –o no– su publicación en castellano o en alemán) se vuelven ensayos literarios, llenos de ironía y erudición, que bien pueden leerse de manera autónoma, ya por fuera de su encargo inicial.
Para Rowohlt Verlag, de Alemania, lee Ginger You’re Barmy, de David Lodge: “La irritación de este inglés está condenada a parecernos ingenua. Por supuesto, el inglés tiene razón en algo, y nosotros deberíamos estar aún más indignados de lo que lo estamos. Pero esta es una nota al margen, y no creo que el libro pudiera tener mucho eco en Alemania”. También para Rowohlt informa The Gift, de Nabokov: “En fin, me alegro que mi dinero no tenga que decidir si quiere ser invertido en este libro”. Acerca de Marxismus und Stalinismus, precisamente de Rowohlt, pero que lee para Seix Barral, escribe: “A mí este hombre me resulta espesamente repelente (…) dicho esto, recomiendo la publicación de este libro”. Sobre An American Dream, de Norman Mailer, escrito, como todos los informes, bajo el Franquismo, remata: “En definitiva, creo que la censura tendría buen cuidado de que la novela no fuera publicada en España, y que haría un buen favor al país”.
El otro libro es Jaime Gil de Biedma. Conversaciones (El Alpeh, Barcelona, 2002, edición y prólogo de Javier Pérez Escohotado), que, como su título indica, reúne una serie de entrevistas a Gil de Biedma, veintitrés para ser preciso, realizadas entre 1972 y 1990 en diversos tipos de medios, incluido El País.
Como a todo escritor consagrado, le preguntan sobre cualquier cosa. En una entrevista de Leopoldo María Panero –eso solo ya le da interés al reportaje– y Biel Mesquida para El Viejo Topo, revista a la que sin embargo le tengo cariño, le preguntan qué piensa del psicoanálisis: “A Freud lo encuentro genial porque inventó unas teorías que han tenido bastante aceptación y que resultan en absoluta contradicción con sus case-stories. Todo el esquema freudiano está basado en historias que apestan a alta burguesía austro-húngara. ¿Cómo podía Freud deducir de ellas sus teorías? Por ejemplo, el complejo de Edipo en una familiar nuclear como son las actuales, padre, madre e hijo, es explicable; pero en una familia de la alta burguesía austro-húngara de la época de Freud, es absolutamente imposible detectarlo. Yo me he educado con criadas. En mi caso, lo que Freud describe como madre era la criada que me cuidaba; lo que Freud describe como padre era la madre, y el padre era el elemento poético imponderable que andaba por ahí. Dentro de ese esquema lo que tenía que haber hecho el niño era soñar con matar a su madre para acostarse con la criada”.
Pensaba terminar aquí esta columna, pero me acabo de dar cuenta de que aún me faltan 536 caracteres con espacios. Entonces, no sé por qué -o mejor dicho, sí sé por qué- recordé un fragmento de un poema de Gil de Biedma: “Así pues, buenas noches/Ese país tranquilo/cuyos contornos son los de tu cuerpo”.