EL FUTURO POLITICO, como en un juego donde el marcador cambia frenéticamente y sin pausa. |
Todo raro. Así está la política argentina. Y su economía, como resultado de ella. Todo pareciera transcurrir como en un partido de básquet*, donde quien está ganando puede pasar a perder en instantes.
Los festejos del Bicentenario mejoraron el humor del 72% de los ciudadanos (ver página 2), mejoraron la opinión sobre los Kirchner para el 31% y sobre la gestión del Gobierno para el 22%. Y hasta predisponen a cambiar su voto al 9%, o sea: no kirchneristas que pasarían a votar por el oficialismo.
Si así fuera, Kirchner podría acercarse (dependiendo de contra quiénes compita) a ganar las elecciones con el 40% deseado en primera vuelta y sin el temido ballottage. Pero ese buen humor, como su derrame sobre el Gobierno, puede evaporarse en cuestión de semanas. Aunque sea poco demagógico recordarlo en este clima patriótico, cuando la Argentina ganó el Mundial de Fútbol de 1978 hubo en la Plaza de Mayo ciudadanos vivando a Videla, y en 1982 vivando a Galtieri.
Pero por el lado de la oposición también está todo raro y con pronósticos de turbulencias. El huracán Alfonsín pareciera aspirar a barrer el statu quo panradical de manera abrupta. Si les ganara a los cobistas en la interna de la provincia de Buenos Aires y el radicalismo se asegurara el apoyo de Carrió con Alfonsín como candidato, no habría que descartar otro cambio transversal del mapa político.
Que en lugar de haber dos candidaturas de vertiente radical y dos peronistas, respectivamente: Cobos, Carrió, Kirchner y Reutemann, termine habiendo una sola radical, otra sola peronista y una transversal radical-peronistas, respectivamente: Alfonsín (con Carrió dentro), Kirchner, y Cobos (con De Narváez y el Peronismo Federal dentro).
Porque si, mientras Kirchner se refortalece en el PJ, finalmente Reutemann no fuera candidato, a Duhalde y a Solá no les alcanzara y De Narváez no pudiera, no habría que descartar la posibilidad de que se termine fracturando el radicalismo.
También es raro lo que sucede entre De Narváez y Macri, las acusaciones mutuas parecen no tener retorno porque ya son de tono personal: “Corrupto”, le dice el primero al segundo; “egoísta y ambicioso”, el segundo al primero.
Lo de Macri en sí mismo es más raro. Dos semanas antes de reabrir el Teatro Colón iba camino a ser un cadáver político que quedaba fuera de la competencia presidencial. Con la reapertura y su confrontación con los Kirchner, resucitó con más vitalidad que cuando estaba vivo, para quedar opacado por la aplastante comparación con los festejos del Gobierno nacional.
Regresando al panradicalismo, Ricardo Alfonsín dijo en su acto en Ferro que la UCR quiere ser gobierno en 2011 y 2015. En 2015 Cobos no puede ser candidato porque ya cumplió un período en el Ejecutivo Nacional como vicepresidente. ¿Apuesta a la alternancia: Cobos 2011 y Alfonsín 2015? ¿O Alfonsín 2011 con reelección en 2015? La mención a 2015 fue un mensaje hacia la interna que cada uno sabrá desencriptar.
La Justicia y Clarín podrán ser otros generadores de consecuencias electorales. Si la Corte confirmara en esencia o no la Ley de Medios y –más contundente aun– si el ADN de los hijos de Noble demostrara que alguno de ellos es hijo de desaparecidos, sumaría el Gobierno legitimidad en su batalla más mediática.
“Es la economía, estúpido.” La frase que Clinton le dijo a Bush padre durante la campaña electoral norteamericana de 1997 podría repetirse en la de Argentina 2011.
A principios de año, la inflación comenzó a acelerarse y se temió un desborde que terminase destruyendo las mejoras que la retomada del crecimiento generaría. Pasado marzo, la inflación comenzó a desacelerarse devolviendo confianza en el futuro del Gobierno.
Pero ahora, los principales sindicatos reclaman aumentos salariales cercanos al 30%, recreando el temor a una retroalimentación inflacionaria. No resultaría consistente que el dólar se devaluara 10% por año y los aumentos de sueldos fueran del 30%. O que el Gobierno lanzara líneas de crédito con tasa fija de interés del 10% anual con aumentos de sueldos del 30%: a alguien se estafaría porque con aumentos de sueldos del 30% la inflación no sería el 20%.
Más aún con la revalorización del dólar y el peso sobre el euro, no podría haber aumentos de sueldos en dólares del 20% sin que la competitividad argentina fuera dañada. Que Moreno tenga que salir a poner freno a las importaciones indica que la Argentina ya no es en dólares el país barato que fue. Tampoco hay que olvidar las consecuencias fiscales que tendría, porque el Gobierno es el primer empleador.
Otra vez la metáfora del básquet: si la inflación se descontrolara, no habría pelota del oficialismo que entrara en el aro de la oposición.
*Figura que usó Terragno.