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maldonado y la inversion

CEOs y hippies

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UN AÑO DESPUES. En septiembre de 2016, Macri se bañaba de ejecutivos en el CCK. | PRESIDENCIA DE LA NACION
Imaginate el garrón en la Casa Rosada. Sos el hombre de moda en los mercados financieros internacionales. Te invitan a foros de ricos y gerentes de multinacionales. Los fondos de inversión más grandes del planeta, que manejan PBI enteros en bonos y acciones, te financian los sueños y las posiblidades electorales. Brillaste en las pantallas de Times Square. Sos un rockstar en Wall Street porque emitís deuda a lo pavo. Las revistas de negocios te arman seminarios de “new perspectives” y de “new opportunities” en la Argentina. Y vos, que sos el presidente del cambio, que luce su inglés cuando se lo cuenta a la agencia Bloomberg, que no dejás líder global por excitar, tenés que hacerte cargo de la desaparición primero y la muerte después de un pibe en una protesta de aborígenes que reclaman por sus tierras. Tenés que responder por el trágico final de un hippie.

Muy probablemente, hasta los últimos mamarrachos del Gobierno en torno al caso Maldonado tengan una razón última: qué problemón es para un presidente-empresario como Mauricio Macri tener que empatizar con  un artesano hippie. Es que el jefe de Estado, que hace un poquito más de un año tenía su orgía de mil CEOs en el mini-Davos del CCK con la veneración del entrepreneur como nuevo motor del desarrollo, estaba preparado para que Santiago Maldonado, con sus 28 años y su espíritu andariego, fuera un emprendedor con una startup y no un artesano con barba en la Patagonia. No le entra en la cabeza que se cuelgue un morral y no ande con la Mac, que pida por derechos y no se conmueva porque puede crear una sociedad anónima en 24 horas, le da escozor en su intimidad más profunda que ese pibe se vea a sí mismo caminando con unos mapuches en el Sur y no piense en cómo llegar a Silicon Valley para pitchear ante inversores en búsqueda de fondos para una app que revolucione los medios de pago.
Para el Gobierno, es un temón: ¿y si son muchos los que, aunque no van a la Patagonia, piensan más como Maldonado que como los pichones de emprendedores con los que sueñan en el Ministerio de Producción como motores inesperados del crecimiento? ¿Y si son más los que todavía se mueven por los impulsos como los que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, tenía cuando era mochilero, antes de asumir una nueva escala de valores?

Señales. Pero bueno, en definitiva sos el Presidente que hoy seguramente va a salir fortalecido de las elecciones en todo el país y te cebás. Pensás que está bien que te acusen un poco de mano dura, que en definitiva puede ser un costo que hay que pagar si bancás la seguridad jurídica, como cuando a todo el gabinete le fluían las palabras para explicar el desalojo en Pepsico. En definitiva, creés que está bien tener esa imagen si estás invitando a los presidentes del mundo a reuniones de la OMC y el G20 en los próximos meses. Pero acto seguido caés en la cuenta de que  es todo un papelón. Porque o sos un represor con víctimas por las que te pide el líder de U2 y la prensa global te titula sobre “el último desaparecido” de la Argentina. O la verdad que el funcionamiento del Estado es pésimo, con gendarmes que tiran piedras en los operativos o tardan 80 días en encontrar un cuerpo en un río no muy profundo.

De yapa, los reyes del storytelling te dejaron en banda, y ya no hay valla de contención que le esconda el celular a ese community manager de ISIS en que se convirtió Elisa Carrió, y que encima hoy va a subir al escenario victoriosa (¿con algún punto menos de castigo?) y que puede tentarse y abrirle la puerta a otro vaticinio trágico, delirio místico o incontinencia irónica, como hablar del Pu Lof de Temaikén, o algo así.