COLUMNISTAS
protestas en la calle

Consignas tuiteras

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Acto frente a Tribunales. El ejemplo más reciente de protesta “espontánea”, para presionar nada menos que a la Corte Suprema. | Telam

Manifestantes movilizados gritan consignas pegadas a la coyuntura. Copio la lista de organizadores por una razón: aunque usted no sea experto en geografía urbana ni suburbana; aunque no analice todo el tiempo las denominaciones políticas o ideológicas; aunque no haya estudiado semántica, no necesita nada para darse cuenta de dónde vienen estos nombres: Acción / Ahora Más Que Nunca / Agrupación Vincular Republicana / Argentinos En El Exterior / Autoconvocados de San Luis / Campo + Ciudad/Comprometidos Con El Cambio / Defensa Republicana / Defensores Del Cambio / Defensa de la Democracia / El Club de los Gorilas/ Equipo Banquemos / Equipo Republicano / Equipo Republicano Rosario / Equipo Patagonia / Espacio Federal / G2 / Guardianes del Cambio / Justa Causa / Militantes Virtuales / Movilización Ciudadana / Pilar En Acción / San Isidro en Acción / Somos del 41% / Rebelión de los Mansos / Unión Libre Republicana / Vecinos De Tigre En Acción.

Si esto no es macrismo, ¿el macrismo dónde está? Se insulta el presente y se teme el eterno regreso del pasado: chorra, libertad, el pueblo está cansado. Los carteles piden prisión para corruptos y narcos. Se ubica de un lado la corrupción y del otro la Constitución, como si oponerlos garantizara que la ley fundamental pudiera evitar la corrupción solo con sus artículos, sin otra intermediación institucional. Si los manifestantes de la semana pasada son interrogados sobre la Constitución, se limitan a exigir que actúe la Justicia, representada por magistrados que juzguen a Cristina y por una Corte Suprema que no lo impida.

Predominan los mayores de 40 años y, según observadores in situ, quienes no rechazan identificarse con un movimiento que lleva por nombre Acción Conjunta, en la lista de cuyos integrantes figuran los sellos de inspiración macrista, según es fácil ver en las correspondientes páginas de Facebook. Muy pocos llegan encolumnados a la plaza frente a los tribunales de la calle Talcahuano. Este abigarrado desorden es lógico, porque las columnas que confluyen hacia un espacio público casi siempre son producto de un trabajo sindical o político por parte de organizaciones que, precisamente, organizan. Y el pasado miércoles 23 no fue visible el trabajo de tales organizaciones ya porque los movilizados no les respondan, ya porque no les conviene mostrarse a la cabeza. Por razones evidentes, es distinto el caso de la convocatoria a la marcha de antorchas que se realizó el miércoles pasado, encabezada por agrupaciones de abogados.

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En estas marchas predominan mayores de 40 años y en las redes son evidentes sus nexos macristas

Tuit y consigna futbolera. Cuando se celebró la independencia de los ciudadanos respecto de los aparatos partidarios, se pasaba por alto que el resultado probable serían movilizaciones que no estuvieran en condiciones de traducir sus consignas en tácticas, ni asegurarse el acuerdo con otros sectores movilizados. Muchos de los grupos frente a Tribunales tienen al PRO detrás, pero tampoco el PRO se muestra, ni ofrece tácticas para el día siguiente. Léanse las páginas de Facebook de las organizaciones identificadas en las marchas. No las asesora ni Duran Barba. Se adivina que no podrían pagarle sus honorarios.

También fueron desorganizadas las manifestaciones de 2001, que cantaban “Que se vayan todos”. Pero los políticos, que debían irse si obedecían esa consigna, se reunieron en Chapadmalal y lo despidieron a Rodríguez Saá, que había asumido el Poder Ejecutivo. La solución fue llevarlo a Eduardo Duhalde a la presidencia, proclamado por la asamblea legislativa. Se encontró una forma en medio del desorden. Sin forma, la política es movilización permanente o guerra.

A veces, algunos aficionados audaces creen que han encontrado una forma: defender, por ejemplo, la meritocracia (se leyó en un tuit de un ex futbolista y en carteles, sobre todo en Mendoza). Típico de la cultura contemporánea, los manifestantes prefieren, antes que las complejidades sospechosas de la táctica, algún tuit vacío de forma política aunque pletórico de buenas intenciones. El tuit es lo más parecido a la consigna que ha producido la cultura de las redes.

Mérito y herencia. En un país con la mitad de su población cayendo en la pobreza o ya definitivamente en ella, el discurso sobre la meritocracia tiene algo de hipócrita. Hace meses que no funciona la educación pública, instrumento esencial de cualquier ascenso meritocrático. Por otra parte, en la carrera del mérito no todo depende de lo que hagan los individuos en el presente, sino de lo que recibieron del pasado. La herencia económica o cultural incluye las condiciones de hábitat, de familia, de comunicación, de salud. Así se definen las posiciones de largada que tienden a reproducirse en la llegada.

Con la mitad de nuestra población en la pobreza, el discurso de la meritocracia tiene algo de hipócrita 

La Argentina ha ido corriendo hacia atrás las posiciones de largada de los pobres y los indigentes. Sus hijos casi no están equipados: no tienen ni las zapatillas ni la comida para la carrera del mérito, donde seguirán siendo desfavorecidos. La escuela no empareja, como emparejó en las primeras décadas del siglo XX. El lugar de donde vienen los corredores refuerza el peso de la herencia. Esto es así, aunque ahora se salga a filosofar sobre el mérito. La carrera del mérito es una carrera de competencias en los dos sentidos de la palabra: competencias en el sentido de lo que se sabe hacer y competencias en el sentido de que hay otros que empezaron a correr en condiciones mejores.  

¿Cómo razonar estas cuestiones contradictorias y complejas en el clima de las movilizaciones? Estamos recorriendo un camino al revés. Las grandes movilizaciones se preparan, luego se realizan y entre uno y otro momento pasa un tiempo que es aprovechado por quienes están en condiciones de organizarlas. Tómese cualquier ejemplo de los movimientos por igualdad racial en Estados Unidos o el del movimiento por los derechos humanos en Argentina, que comenzó con las Madres rodeando la Pirámide de Mayo. En aquel entonces, la izquierda y sectores del radicalismo y de la Iglesia comprendieron lo que sucedía. No era algo que les cayó encima. El grito de chorra es una síntesis de sentimientos, no una síntesis de políticas.

Mal traducido. Las manifestaciones para defender a Vicentin del “manotazo” de la expropiación son un ejemplo de lo complejo que resulta entender un presente que no puede reducirse solo a consignas. En esas marchas se tradujo mal la legítima preocupación por la propiedad privada de cada uno de los concurrentes.

Los pesimistas piensan que nuestro camino está por cerrarse. Los muy pesimistas, que ya se cerró

Los que salieron para que Vicentin siguiera en manos de sus dueños sabían muy poco sobre la empresa o sobre los entendimientos sospechosos que después ha revelado el periodismo. Hoy se sabe que Vicentin supo aprovechar todo: regímenes especiales, depósitos de dudoso origen, comercialización de productos usando países limítrofes, y demás trapisondas. Estas no son acusaciones de una organización de izquierda, sino de periodistas de grandes diarios establecidos a los que es difícil llamar anticapitalistas.

¿La gente salió a defender maniobras nacionales e internacionales de fondos o creyó equivocadamente que después de Vicentin caía su departamento o sus 200 hectáreas?  La respuesta es simple: su opinión fue manipulada. Por eso, a la opinión pública hay que respetarla y también mirarla del derecho y del revés. Lo mismo que a las manifestaciones que se autodefinen como espontáneas.

Este país está en situación de catástrofe social y crisis económica. Dan pánico los datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Se perdieron un millón de puestos de trabajo en tres meses. Los pesimistas piensan que, con Fernández o sin Fernández, nuestro camino está a punto de cerrarse. Los muy pesimistas afirman que ya se cerró. Y, como fantasma familiar que nunca se ha retirado de escena, la inflación amenaza.

Comenzamos el siglo XX en una colocación privilegiada. El siglo XXI nos encuentra exactamente en el lugar inverso, entre los últimos del planeta. Quizá lo único parecido es que en 1918 llegó a estas tierras una mortífera epidemia de gripe española.