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desafios al machismo

Cosas de mujeres

La consolidación de la democracia contemporánea tiene que ver con el fortalecimiento de los derechos de las mujeres, que fueron hijos del capitalismo y no existieron en los países socialistas.

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Multitudinaria marcha del 8M en el centro porteño | Juan Obregon

A fines de los 60 conocí a la esposa de uno de los intelectuales más sofisticados del Ecuador, don Jacinto Jijón y Caamaño. Me sorprendió que su confesor, un sacerdote dominico, le tuviera que leer los evangelios porque era analfabeta. Dentro de la sociedad machista, hasta bien entrado el siglo XX, los estudios universitarios y a veces la misma alfabetización les fueron negados a las mujeres. Recién en la década de 1920 algunas lograron ingresar a las universidades, superando insultos y prejuicios.

En China, el aprendizaje del Nan Shu, la escritura oficial, estaba prohibido para las mujeres. Desde el siglo III ellas crearon una lengua y un sistema de “escritura para mujeres” que se transmitió en secreto. El Nü Shu fue parte importante de la cultura de Hunan. Durante siglos se bordó en tela, se talló en adornos, se escribió en papel, usando caracteres estilizados derivados de la escritura china oficial. A fines de los 60, los guardias rojos pretendieron acabar con las expresiones de la cultura tradicional de su país. Entre otras cosas, localizaron todos los textos escritos en Nü Shu que encontraron y los destruyeron. En 2004, Yang Huangyi, la última mujer que hablaba y leía Nü Shu, lo enseñó a algunos académicos de a Universidad de Qinghua. Actualmente el Nü Shu es un atractivo turístico de Jianyong, la ciudad en que nació. Después de siglos de clandestinidad, el idioma de las mujeres se escribe libremente en Hunan.

Las sociedades latinoamericanas negaron a las mujeres el ejercicio de sus derechos políticos. La primera mujer latinoamericana que sufragó fue Julieta Lanteri, que se presentó para votar el 26 de noviembre de 1911 en una mesa de la Parroquia San Juan Evangelista en el barrio de La Boca, ciudad de Buenos Aires. El gobierno había convocado para que participaran de los comicios a todos los “argentinos” y Julieta, que habiendo nacido en Italia hablaba bien el idioma, entendió que eso incluía a las mujeres porque en castellano el género masculino es inclusivo. El voto de Julieta fue anulado. Con la Ley Sáenz Peña, los padrones electorales se hicieron basados en los padrones militares, lo que excluyó automáticamente a todas las mujeres. Julieta fue entonces al Ministerio de Guerra y solicitó enrolarse, para conseguir su habilitación electoral. Su solicitud fue rechazada, y no figuró en las listas de votantes.

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Julieta fue una luchadora incansable. En 1919 dijo que, aunque no podía votar, la Constitución no le prohibía ser candidata y se postuló para diputada por el Partido Nacional Feminista. Se convirtió en la primera mujer candidata y también en la primera que hizo campaña. En ese entonces los políticos no hacían proselitismo, fingían que no les interesaba ser elegidos y maniobraban en la sombra para que algunos dirigentes les solicitaran que se sacrificaran por la patria ejerciendo la presidencia. Julieta rompió con los rituales hipócritas de la sociedad, e hizo una campaña en la que pidió abiertamente el voto para ella. Los hombres que defendían las buenas costumbres y la moral rechazaron su activismo, la tacharon de populachera. Julieta se subía a cajones de manzanas que ponía en esquinas de las calles porteñas y aprovechaba los intermedios de los cinematógrafos para pronunciar discursos abogando por los derechos de las mujeres y pidiendo el voto. No le fue bien. La apoyaron solamente 1.730 de los 154.302 hombres que votaron. Tuvo el respaldo de unas pocas mujeres visionarias como Alicia Moreau de Justo, Sara Justo y Elvira Rawson. Aunque parezca increíble, en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada ni siquiera se menciona su nombre.

En esos mismos años, la ecuatoriana Matilde Hidalgo de Prócel luchó por las mismas causas. Desde niña Matilde había sido subversiva. Aunque la sociedad machista y provinciana en que vivía no veía bien que estudiaran las mujeres, Matilde insistió hasta que ingresó en una escuela en la que había solo hombres. Las madres prohibieron a sus hijas que jugaran con ella y el cura del pueblo ordenó que, si quería asistir a misa, lo hiciera parada, dos metros afuera de la iglesia. La niña no retrocedió, y se graduó con honores. Viajó a Quito para ingresar a la Universidad Central a estudiar Medicina, pero fue rechazada por ser mujer. Después de intentarlo en varias ciudades, logró matriculare en la Universidad de Cuenca y fue la primera ecuatoriana doctorada en Medicina en 1921.

En las elecciones de 1924, Matilde usó el mismo argumento de Julieta acerca de la inclusividad del castellano y se presentó a votar. Inicialmente las autoridades se negaron a recibir su voto, pero consultado el Consejo de Estado, resolvió que la Constitución liberal reconocía el derecho al voto de la mujer. Es muy interesante leer la discusión en el Congreso para entender la lógica machista. Los conservadores argumentaron que el voto femenino era teóricamente bueno, pero que su práctica podría ser nefasta porque si las mujeres votaban terminarían prostituyéndose y destruyendo a la familia. Finalmente el Congreso validó el voto de Matilde, al mismo tiempo que exhortó al Ejecutivo para que educara a las mujeres y no cayeran así en esta práctica inmoral. Para dimensionar cuán avanzada fue la lucha de Julieta y Matilde, hay que recordar que los primeros países que aprobaron el voto femenino fueron Inglaterra, en 1918, y Estados Unidos, en 1920.

Recién a mediados del siglo XX algunos países como Argentina aprobaron el voto de las mujeres. En esos mismos años se difundió la píldora anticonceptiva, que cambió la cultura de Occidente. Cuando las mujeres tuvieron mayor control de su cuerpo se incorporaron masivamente a la sociedad, y con sus percepciones de la realidad transformaron a una sociedad falocéntrica, pensada y dominada por machos alfa que en muchos casos eran paranoides y tenían sueños mesiánicos. El sentido común de las mujeres civilizó a Occidente. Los cazadores perdieron prestigio frente a los ecologistas, los niños que rompían la cara a trompadas a sus compañeros en la escuela terminaron con el psicólogo y, en general, los occidentales desprecian la guerra. Las mujeres, que se saben valiosas porque son distintas de los hombres, reforzaron el sentido de la alteridad, el respeto por los distintos. Finalmente, la consolidación de la democracia contemporánea tiene que ver con el fortalecimiento de los derechos de las mujeres, que fueron hijos del capitalismo y no existieron en los países socialistas.

La mayoría dice que ha superado el machismo, la xenofobia, el racismo, pero son taras que siguen existiendo larvadas y que explotan periódicamente. Los hombres monopolizaron el poder durante siglos y diseñaron las sociedades que controlaron desde su óptica. Hace pocos años participábamos en una campaña electoral que coincidió con el Día de la Mujer. Se reunió un comité integrado por una docena de dirigentes del partido, señores serios, mayores de 50 años, que habían comprado camiones de flores para atraer los votos de las mujeres, especialmente de las más jóvenes. Los asesores les pedimos reunirnos solamente con mujeres jóvenes para saber cómo querrían organizar la celebración. Lo primero que dijeron fue que suponían que “esos viejos aburridos” tratarían de entregarles flores. Se hizo una celebración pensada por mujeres que fue un éxito. Las mujeres saben lo que quieren, no necesitan que unos hombres respetables controlen sus gustos.

Michèle Jeanne Alliot-Marie fue la primera mujer que se desempeñó como ministra del Interior de Francia. En 1970, cuando iniciaba su carrera, pretendió ingresar en la Asamblea Nacional de Francia. Cuando los porteros le impidieron el ingreso porque vestía pantalón, anunció que para superar el problema se lo iba a sacar. Después de varias consultas, los burócratas decidieron que era preferible que entrara con los pantalones puestos. La anécdota la recoge Christine Bard en su libro Una historia política del pantalón, una antología de disparates cometidos por los hombres que creen que son quienes saben lo que deben querer las mujeres.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.