En octubre de 2007, cuando Brasil y Argentina aún no discrepaban en materia de producción y comercio. |
Cuando mañana Lula llegue a Buenos Aires, podrá quejarse ante Cristina Fernández de Kirchner por el voto argentino en contra de la posición de Brasil en la ronda de Doha, donde se proponía liberar el mercado mundial de alimentos a cambio de concesiones similares en áreas industriales a los países desarrollados. Dijo el canciller de Brasil, Celso Amorím: “Hubiera sido bueno para todos nuestros agricultores”; pero el canciller argentino votó, como Cobos, no positivamente.
Nada es por casualidad; el jueves, cuando comiencen las Olimpíadas de Beijing, los argentinos que estén allí se sorprenderán al ver que los restaurantes de los principales hoteles de la capital china promocionan “la mejor carne del mundo”, que es carne de Brasil.
Lula, Doha; Beijing vino a mi mente porque sólo vacas se veían a través de la ventanilla del pequeño avión que, durante una hora, me transportó desde Campo Grande, la capital del Estado de Mato Grosso de Sul, a una estancia de 53 mil hectáreas en Pantanal, más de mil kilómetros al noroeste de San Pablo; zona comparable a los esteros del Iberá, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, por su biodiversidad, y de moda en Brasil porque la novela más exitosa de la TV brasileña, Pantanal, se filmó en medio de su exuberante naturaleza (¿podría Pol-ka producir una versión sojera en Entre Ríos?) .
Sólo una parte de las 53 mil hectáreas de la estancia a la que me dirijo para una reunión de editores se dedica a la cría de vacas. El establecimiento, que se especializa en eventos ecológicos, se llama Caimán, nombre científico del yacaré, porque en Mato Grosso do Sul hay todavía más yacarés que vacas. Esto no le impide a Caimán criar más de 30 mil cabezas de ganado que, una vez alcanzado su justo peso, son trasladadas al destino comercial bajo la tradición “pantanera”: en grupos de mil, las vacas son arriadas durante diez días por verdaderos vaqueros, y así recorren los kilómetros que las separan del puesto de carga.
Las vacas, aquí, son todas blancas, de raza Nelore, original de la India pero genéticamente mejorada en Texas. Tanto, que el dueño de Cabaña Las Lilas, Belarmino Iglesias, promociona en sus restaurantes de San Pablo la carne de Nelore, que cría en sus estancias de Mato Grosso do Sul.
Brasil superó a la Argentina como productor y exportador de carne de vaca recién en la última década. Ya en las dos décadas anteriores había superado a la Argentina industrialmente. Pero no siempre fue así: hasta los años 50, el producto bruto de Brasil era similar al argentino; con los años fue el doble, una década después el triple, y ahora es el cuádruple.
¿Cómo hizo Brasil para despegarse definitivamente de la Argentina? Escuchemos la versión de un editor brasileño: “Fuimos campeones mundiales de inflación. Nadie tuvo tanta durante tanto tiempo como nosotros. Probamos de todo, aprendimos y tenemos una lista de lo que no hay que hacer. Ya sabemos que los controles de precios no sirven, porque hicimos varios. Sabemos que la indexación puede resultar justa, pero termina agravando el problema, porque una vez que la inflación alcanza cierta magnitud es la propia indexación la que le pone un piso a la inflación futura. Descubrimos que dificultando las exportaciones no mejorábamos la oferta en el mercado interno, sino que a mediano plazo terminábamos debilitándolo. Aprendimos a resistir la tentación de intervenir sobre el precio del dólar, tanto para bajarlo como para subirlo. Equivocándonos, también incoporamos la idea de que el Banco Central no debe depender del gobierno. Como a ustedes, nos gustaría que las tasas de interés fueran negativas por decreto, pero la única forma de tenerlas bajas y de que haya crédito es que no haya inflación. Y lo más importante: antes, cada gobierno que llegaba decía que el anterior había sido un desastre y cambiaba todo. Ahora también dicen que el anterior fue un desastre, pero la economía no se cambia; es una política de Estado. Lula tuvo suerte de que le tocara el período de crecimiento del valor de las materias primas, pero su gran mérito fue no cambiar la política de ortodoxia fiscal que había iniciado su predecesor, Cardozo, una década atrás. Y no lo hizo, resistiendo los pedidos y las críticas de muchos miembros del Partido de los Trabajadores, que al igual que Kirchner decían que la rentabilidad o la inversión extranjera eran culpables de todos los males.”
Remate rural. La estancia Caimán queda a 300 kilómetros de la frontera boliviana, y a otros 500 kilómetros está Santa Cruz de la Sierra, la zona más rica de Bolivia. Aquí, en Mato Grosso, la hectárea de tierra menos cultivable cuesta como una vaca y media (las vacas, en Brasil, se pagan el doble que en la Argentina, y no por casualidad), pero en Santa Cruz de la Sierra la hectárea apenas cuesta 90 dólares. “Algunos brasileños se animan a cruzar la frontera, pero la mayoría no quiere invertir allí porque a pesar de que la tierra es mucho mejor que aquí para agricultura, los gobiernos de Bolivia son peores y nadie sabe nunca con qué nueva ley cosechará lo que sembró”, me dicen.
*Desde Brasil.