COLUMNISTAS

De policías y escritores

Es frustrante. No lo digo por mí, que soy un escritor del montón, sino por los escritores que más admiro, por los compañeros de este suplemento cultural, por los colegas columnistas de los sábados e incluso, porqué no, también por nuestros best-sellers, siempre dispuestos a enfrentarse con embajadores y mecenas.

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Es frustrante. No lo digo por mí, que soy un escritor del montón, sino por los escritores que más admiro, por los compañeros de este suplemento cultural, por los colegas columnistas de los sábados e incluso, porqué no, también por nuestros best-sellers, siempre dispuestos a enfrentarse con embajadores y mecenas. Es absolutamente frustrante que no haya un solo escritor entre las escuchas ilegales de Macri. ¡Y eso que escucharon a todo el mundo! A familiares de víctimas del atentado a la AMIA, a ex parientes pedigüeños, a dueños de diarios, a empresarios variopintos, a políticos propios y ajenos… pero ni a un solo escritor. ¿Tan poco importamos? ¿Qué hay que hacer para que esta pequeña SIDE paralela se interese en nosotros? No sé… ¡Yo debo la última factura de ABL! Pero no creo que alcance con eso, al menos por ahora. Imagino el grado de preocupación que debe haber en estos días en el Gobierno de la Ciudad: la cantante folk Gabriela Michetti sumida en una angustia existencial, el carismático Rodríguez Larreta alcanzado por el stress, y el propio jefe de Gobierno aterrado ante el riesgo de futuras revelaciones (circula un rumor que dice en sus tributos a Queen no era él quien cantaba, sino que era playback, pero mejor desconfiar de los rumores).

Por supuesto que esto no fue siempre así. No me refiero al Gobierno de la Ciudad: el grado de ineptitud del macrismo iguala al de los 10 años de gobiernos progresistas que lo antecedieron. No, nada de eso. Me refiero a los escritores, a su lugar en la sociedad, en la cultura, en la vida cotidiana. Es una situación curiosa porque, como es sabido –o no tanto– Jorge “Fino” Palacios es también escritor. En su libro Terrorismo en la aldea global (editorial La Llave, Buenos Aires, 2003) niega la existencia del exterminio nazi. Pero ni su gusto por la escritura alcanza para que se interese en otros colegas. En fin, los escritores son demasiado individualistas.

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El domingo pasado, en su siempre inteligente columna en Babelia, Manuel Rodríguez Rivero, escribe: “Me tranquilicé el otro día al comprobar que los autores de 1001 lugares que hay que visitar antes de morir (Grijalbo) no hayan seleccionado ni una librería, ni un quiosco de diarios. Afortunadamente a ninguno de mis dos establecimientos favoritos se los considera (todavía) lugares pintorescos, exóticos, en vías de extinción”. Pero Rodríguez Rivero ironiza y yo, como de costumbre, hablo en serio. ¿Ni un solo escritor escuchado? ¡El fracaso de la literatura argentina contemporánea!

Así las cosas, siempre es bueno releer hermosos libros sobre el tema. En La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia cultural francesa (Fondo de Cultura) el historiador norteamericano Robert Darnton cuenta la travesía del policía Joseph D’Hémery, nombrado en 1748 Inspector de comercio de libros, auque en verdad su función era vigilar a ciertos intelectuales, un grupo de escritores que rondaban los 30 años llamados Diderot, Rousseau, D’Alambert. Darnton encontró en la Biblioteca Nacional de Francia las notas de D’Hérmery, y a partir de esos materiales traza un magistral retrato del campo literario en las décadas anteriores a la revolución de 1789. Escribe Darnton: “Esos escritores tenían relaciones amorosas con mujeres de su medio: sirvientas, costureras, lavanderas y prostitutas”, tema que ocupa, casi obsesivamente, gran parte del informe de D’Hémery. Y remata: “Mientras que los philosophes ponían las bases al culto moderno al intelectual, la policía expresaba un punto de vista más ordinario y pedestre de su ‘juego’ ”. Pero aún torpemente, D’Hérmery sospechaba que las ideas de los escritores estaban a punto de cambiar el curso de la historia. No cabe duda: la literatura se ha vuelto una actividad irrelevante.