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Impresiones

Efecto de una foto

Fotografía digital
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¿Cuánto dura una fotografía? ¿El tiempo de la toma, el de la mirada? A veces imprimo algunas, casi elegidas al azar, revisando el celular, antes de borrarlas sin querer, o que la memoria haga su propio descarte. Ya no existe el revelado, ni el tiempo que requería. O sea. No hay revelación, ni espera. Parecido al envío de una carta que implicaba un recorrido: sobre, saliva, buzón, vía aérea (no olvidar las dos rayitas). Eso generaba una expectativa; recibirla, y posiblemente escribir una contestación. Ahora con el visto alcanza, o unos emojis, bien elegidos, claro.

Igual las imprimo. Me gusta que salgan del teléfono. Tamaño polaroid, como si realmente salieran del teléfono.

Mientras espero –¡tan poco!– aprovecho y miro a mi alrededor. Portarretratos, álbumes. ¡Portarretratos! ¡Álbumes! Increíble convivencia de distintos tiempos en un mismo  local. El de lo inmediato y la eliminación (bluetooth, vaciar) con el de los marcos del recuerdo. El empleado me ofrece imantar las fotos, para la puerta de la heladera. ¿Qué? Parece que es la moda de los casamientos. Las entregan así, como souvenir. No, gracias. Me las llevo en un sobre, con el gusto de la duración.

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En el camino escucho al kiosquero que dice, “es una foto, no significa nada”. Interpelada de refilón, me acribilla la nostalgia. Enseguida entiendo que se refiere a otra cosa, a las fotos de los políticos, –tanto los del Gobierno como los de la oposición–, la construcción fotográfica de un poder que no se representa más que a sí mismo. Posan para fijar tantos. Seguramente asesorados por un equipo de vestuaristas, escenógrafos, y unos cuantos programas para darles brillitos.

Pienso que las verdaderas fotos son las improvisadas, las que hacen historia por lo que continúa. Incluso las que nunca llegan a sacarse.