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El albinismo social

La porcelana de Albino es como el segundo semestre de Macr.

Abel Albino
Desde Fundación Huésped, la organización que trabaja desde 1989 en áreas de salud pública, y en el control y prevención del VIH/sida, emitieron un comunicado sobre la falsedad de los argumentos de Abel Albino. | NA

La sociedad es un ámbito simultáneo, masivo y complejo. Uno de sus logros evolutivos es la sobrevivencia y la adaptación a no vernos entre todos y sin embargo compartir ciertos valores con aquellos que no nos conocemos ni veremos nunca en nuestra vida; valores mínimos de convivencia: por ejemplo, saludarnos, tener afecto por el país o utilizar la ropa de moda. Dentro de ese entramado de seres anónimos vive y se reproduce la opinión pública, territorio en que nos diferenciamos por lo que pensamos.

En ella no se espera el saber experto, sino la circulación visitante de ideas basadas en la posibilidad de opinar en diversas direcciones sin que nadie se imponga. En la opinión pública no hay ganadores, solo rotación y recurrencia de temas, que a su vez pueden ser medidos en encuestas relevantes para el sistema político, ya que la opinión pública es la mano invisible de los gobiernos y de las oposiciones a esos gobiernos. La ciencia, por el contrario, no comparte esos grados de libertad, ya que necesita evidencia y método. Ahora bien, el evaluar al buen científico o al malo, fuera del ámbito científico, es algo que la opinión pública no puede hacer, y es por eso que Albino es el ídolo de tantos.

Abel Albino recurre a una retórica emocionada, como corresponde a alguien premoderno. En el mundo nuestro, no el de Albino, los hombres emiten opiniones, y estas son tantas que, como dice Luhmann, es imposible juzgarlas a todas, por lo que la libertad de expresión asume el abandono de la batalla por la victoria de la verdad, porque para eso está la ciencia. Antes del dominio científico, las batallas orales se disputaban por la capacidad de la oratoria y no tanto por el contenido, y justamente Albino llega a uno de sus puntos máximos de éxtasis en el momento en que arroja la barbaridad de la porcelana y el virus del VIH. Albino cita a Alberdi, Sarmiento, el Martín Fierro, recita poemas, hace pausas, se ríe, mueve las manos, y en el momento de la frase de la debacle se prepara, acomoda el cuerpo, lo apoya en el atril y de costado dice: “Tiene que entender que el profiláctico –hace su pausa preferida y se ríe–... ¡no la protege de nada!” (y se ríe de nuevo). Albino disfruta el lanzamiento de su horror, lo siente su mejor momento de la alocución y es feliz. Albino viaja al Senado con disfraz de médico, pero en realidad es un actor de sus propias ideas personales. Albino, allí, es un hombre más de la masa de la opinión pública.

La frontera entre recibir sus dichos con espanto, duda o aceptación no queda clara. Su discurso en el Senado es seguramente una réplica de lo que anda diciendo por el mundo todas las veces que puede a un público de opinión pública que no posee siempre la capacidad de evaluar la veracidad científica de sus dichos. El gobierno nacional otorga a su fundación una enorme cantidad de dinero que lo convierte a él en un equivalente funcional de la gestión en economía. La porcelana de Albino es como el segundo semestre de Macri: son cosas que no suceden y sobre las que la opinión pública solo puede tratar en formato de incertidumbre.

Esto de decir cosas incorrectas o malinterpretar las respuestas puede ocurrir justamente en el desarrollo comunicacional del sistema político. Ninguna revista científica avalaría los dichos de Albino, pero por lo menos un senador o una senadora consideró relevante su presencia habiendo alguna vez escuchado, tal vez, incluso esta misma definición absurda de Albino en otro espacio o situación. Es imposible creer que haya sido una sorpresa total. La intervención de Albino expresa la poca relevancia que la verdad posee en la construcción de poder. La política no toma decisiones basadas en evidencia, sino en conveniencia de impacto en la ciudadanía.

Es poco probable que su desatino sea el motor para el voto a favor de la ley. El insólito comentario termina inculpándolo en su máxima soledad pero dejando igualmente las opiniones inmóviles. De eso se trata también la política, de sostener posiciones hasta más no poder, incluso la de que lo mejor es directamente no tener relaciones sexuales y educar en el amor, porque el amor verdadero es el que lleva tiempo, como las inversiones, que a esta altura son una creencia personal del Presidente. El problema es que con la economía, igual que con el sexo, a mucha gente le gustaría que fuera un poco más seguido.n

*Sociólogo.