Estamos en la puerta de la cuarta ola en España. En Italia, Alemania y Francia ya están de lleno en el nuevo trance. Alemania debate las nuevas medidas extremas que se deben tomar ante el resurgimiento de la pandemia. Francia radicaliza las suyas con todos los restaurantes y bares cerrados, horarios de confinamiento y la inminente prohibición de viajar a España. La ministra francesa de Cultura está hospitalizada por covid al tiempo que dan de alta a la de Empleo. No queda claro que pasa con las vacunas en Europa. Gobiernos vistos con cierto recelo desde Bruselas como el británico, el israelí y el serbio vacunan masivamente, a ritmo de vértigo mientras en la Unión Europea el proceso se ralentiza. Las autoridades italianas descubren 30 millones dosis de AstraZeneca ocultas que, presumiblemente, iban a ser exportadas al Reino Unido. Es la mitad de lo que la farmacéutica ha entregado a Europa. ¿Cómo es posible esta asimetría? Quien más paga, más vacunas obtiene. Israel, Netanyahu mediante, además de un precio exorbitante ha entregado a Pfizer la información médica de la población israelí (es obvio que la legislación europea no permite esa licencia). Quien menos obstáculos pone, más rápido vacuna. Del total de dosis de AstraZeneca incautadas, 5 millones han sido producidas en Holanda y las autoridades sanitarias europeas no han aprobado su administración. ¿Es posible que la sanidad inglesa dé luz verde a algo que aún está en estudio en Bruselas? Por otra parte, ¿cómo puede ser que con la mitad de su población vacunada (¡media nación!), Gran Bretaña amplíe las restricciones, agudice el confinamiento y multe cualquier desplazamiento no autorizado al extranjero? ¿Cómo es posible que en España estén prohibidos los desplazamientos de una comunidad (provincia) a otra y se reciban turistas del extranjero con una simple PCR? Más preguntas: ¿cómo puede ser que en Madrid entren a diario miles de turistas franceses e italianos cuándo en su país tienen cerrados los bares y hay toque de queda vespertino?
Así las cosas, no resulta extraño leer en el Índice Edelman de este año la caída de la confianza. En todos los rubros: gobiernos, políticos, medios y ONGs, con la única excepción de los científicos. Puede que el aumento de confianza en el campo científico se deba a sus logros, como el de obtener una vacuna segura en menos de un año y que sea un colectivo que se mueve, de manera transparente, con la metodología de prueba y error.
Según el informe, desde junio del año pasado hasta enero de 2021 la confianza en los gobiernos, los medios de comunicación y el comercio en general, ha caído una media de 5 puntos. La pandemia ha disparado todos los indicadores. Encabeza la lista la pérdida de empleo, seguida por el cambio climático, los ciberataques (la agencia que regula el trabajo en España ha estado dos semanas inoperativa al ser víctima de un hackeo), contraer la covid y la pérdida de derechos ciudadanos. Proporcionalmente cada cuestión se distribuye a partes iguales entre quienes están, de momento, preocupados y aquellos que viven presa del miedo.
En cuanto a la clase dirigente, el informe señala de manera concreta una pérdida de confianza en líderes políticos, religiosos, periodistas y CEOs. En cambio, se deposita la credibilidad en los científicos, el entorno cercano (vecinos, centro médico, clubes, asociaciones) y los lugares de trabajo incluyendo a los empleadores.
El escritor Javier Pérez Andújar en su libro Paseos con mi madre, considera que solo podemos llamar democracia a aquello que se toca: un trabajo, una escuela, un centro médico, una vacuna. Hechos, no promesas.
Lo ue en la cuarentena inicial se decía desde todos los gobiernos, “de esta saldremos juntos” con los aplausos de los sanitarios de fondo, se diluye. Estamos separados por la mala gestión y la confusión. Una lluvia de fake news ya no altera a nadie ante el cúmulo de despropósitos oficiales que hacen cada mañana más difícil encarar el día.
Más que a un filtro burbuja o a las cámaras de eco, estamos expuestos a la erosión del sistema por sus propios gestores y la desconfianza es la antesala del pánico cuando el relato político en lugar de superar las contradicciones, las fomenta.
*Escritor y periodista.