COLUMNISTAS

El encanto de la nada

El profesor de Teoría de la Decisión de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, Ernesto Weissmann, escribió una columna en la revista Fortuna, diciendo: “Las organizaciones no suelen castigar los efectos de las omisiones sino, por el contrario, sólo premian y castigan los resultados de las acciones. Por ese motivo, mucha gente prefiere no ‘jugarse’ a la hora de tomar decisiones”.

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REUTEMANN 2011. Los años muestran que el estilo es lo único inmodificable de las personas: la expresión del rostro del ex gobernador de Santa Fe fue siempre indescifrable.

El profesor de Teoría de la Decisión de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, Ernesto Weissmann, escribió una columna en la revista Fortuna, diciendo: “Las organizaciones no suelen castigar los efectos de las omisiones sino, por el contrario, sólo premian y castigan los resultados de las acciones. Por ese motivo, mucha gente prefiere no ‘jugarse’ a la hora de tomar decisiones”.
El título de la columna era Planificar desde la incertidumbre, y decía: “La poca claridad para vislumbrar lo que se viene y el permanente cambio genera angustia y desconcierto. El ser humano no suele sentirse cómodo en estas situaciones, adoptando en general reacciones extremas: parálisis o apresuramiento en la toma de decisiones”. Ernesto Weissmann dirigía su pluma a los ejecutivos en épocas de crisis, pero sus comentarios son absolutamente aplicables a la política.
La década del 90 nos legó una serie de nuevos políticos: Macri, Scioli y Reutemann, que no se arriesgan a destruir la popularidad que cosecharon en el deporte hablando claro o tomando decisiones “jugadas”.
Sobre los dos primeros escribí, a fines de 2006, una columna cuyo solo título permite imaginar su contenido: El discreto encanto de la mediocridad, cuando Macri y Scioli eran los dos candidatos con mayor popularidad, lo que se terminó confirmando en las elecciones del año siguiente, cuando ambos ganaron el Gobierno de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Por entonces, se pensaba que Reutemann se encaminaba, aunque más lentamente, al progresivo retiro, como fue el caso del otro prominente nuevo político de los 90: Palito Ortega. Finalmente, Macri y Scioli tienen 50 y 53 años, mientras que Reutemann y Palito Ortega son de otra generación: 66 y 67 años.
Pero esta semana Carlos Reutemann sorprendió a todos al decir que “esta vez pensaría ser candidato a presidente, a diferencia de 2002, cuando dije que no. Esta vez vale la pena”, generando todo tipo de especulaciones: desde que podría ser el candidato del peronismo no K que Duhalde anhelaba, hasta ser el candidato del propio kirchnerismo. Tanta dispersión en el análisis es la mejor demostración de la carencia de sustancia de Reutemann; quien no es nada puede, a la vez, ser todo.
Reutemann votó en contra de la 125 en el Senado, permitiendo que Cobos desempatara, pero tras la crisis del campo –el 19 de agosto– se reunió con Néstor Kirchner (ver página 4); luego, acordó repartirse los cargos dentro del PJ de Santa Fe para evitar internas y estableció lo que el mismo Reutemann llama “un trato apacible” con Néstor Kirchner. La mayor predisposición del ex presidente a respetarle a Reutemann una cuota de autonomía que no le concede a Scioli, por ejemplo, puede atribuirse también a una cuestión generacional: Néstor Kirchner (58 años) había aceptado en 2002 ser vicepresidente de la fórmula que encabezaría Reutemann, hasta que desistió de presentarse.
Pero, en el mismo anuncio sobre 2011, Reutemann alabó a Elisa Carrió: “Siempre tuvo palabras de elogio hacia mi persona. La gente la reconoce y tiene prestigio en Santa Fe. Es batalladora y ahora la está peleando muy fuerte”.
Está claro que la confusión que genera la parquedad de Reutemann causa interpretaciones de todo tipo, pero lo que no está claro es si su decir enigmático es el fruto de una mente calculadora que aspira a quedar bien con todos los sectores posibles o –personalmente, me inclino por esta segunda opción– es el resultado de un pensamiento amplio como un lago de un centímetro de profundidad.
Ya en julio de 2002, al renunciar a su candidatura, Reutemann dijo una frase que pasaría a la historia: “He visto algo que no puedo decir en público que me terminó de convencer, pero no sé si alguna vez lo voy a contar”, que también dio lugar a todo tipo de interpretaciones. ¿Una carpeta que Menem le hizo llegar con fotos suyas comprometedoras? ¿Actos de corrupción del duhaldismo que debía solapar si aceptaba?
Para Reutemann, “el país es muy cambiante y antes de 2011 (cuando casi cumplirá 70 años) está 2009”. Pero más allá de él mismo, el fenómeno que Reutemann integra junto a Sciolli y Macri es una muestra acabada de la necesidad de contar con partidos políticos orgánicos que generen cuadros formados a través de los años del ejercicio de la política y sus actuaciones como funcionarios, para no tener que apelar a la fama obtenida en otros ámbitos como sustituto de una trayectoria y un cursus honorum surgido del propio servicio público.

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