COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

El periodismo, nosotros y el capitalismo subdesarrollado

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Periodistas. Contra la corrupción, los casos de Villosio, Morales Solá y Cabot. | cedoc

El periodista al que se le atribuyó brandear como “infame” a la década del treinta del siglo veinte es José Luis Torres. Si bien también investigó el fraude electoral, sus principales investigaciones fueron sobre la relación infecciosa entre políticos y empresarios. Ese periodista murió hace sesenta años, pero si resucitara no sé si vería las cosas muy distintas.

Como este 9 de diciembre es el Día Internacional contra la Corrupción, nos preguntamos: a casi un siglo de las investigaciones de Torres, ¿los negocios entre el Estado y las empresas reguladas se hacen igual?, y, sobre todo, ¿qué hace el periodismo con eso?

En la columna del Defensor del domingo pasado (“Del periodismo baby boomer al Z”), vimos cruces entre generaciones de periodistas, pero en la investigación de la corrupción no hay. Coinciden en que robar dinero público en los agujeros negros de la economía regulada, en una sociedad con tantas carencias, tiene un costo humano insoportable.

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NORMAS SOCIALES. En una semana tipo, uno puede ser estafado un lunes por el service oficial del auto, el miércoles por el plomero y el viernes cenar en un restaurante que no entrega factura. Esto no justifica la gran corrupción, pero los empresarios que entregaron (¿y entregan?) bolsos en estudios jurídicos, esquinas, domicilios, hoteles, o estacionamientos, forman parte de nuestra débil cultura de la legalidad.

Las normas que más se obedecen en un país son las normas sociales, las que a veces coinciden y otras se oponen a las normas jurídicas. En Argentina es evidente que en la lucha contra la corrupción tenemos una contradicción entre normas sociales y jurídicas.

En ese contexto, el periodismo puede dinamizar cambios momentáneos o permanentes tanto de las normas sociales como de las jurídicas. El caso reciente más importante es el caso Cuadernos.

A las 7.01 del 1 de agosto del 2018, el periodismo shockeó al mundo empresarial. La acción del periodista Diego Cabot, que asumió y respaldó por completo La Nación, provocó que dos decenas de funcionarios más seis decenas de grandes empresarios pasen de un abstracto y lavable riesgo reputacional al riesgo de quedar presos.

Si bien el protagonista excluyente fue La Nación, otros medios ayudaron a completar el rompecabezas. Por ejemplo, Noticias está mencionada por la fiscalía de la Causa Cuadernos por una nota de Rodis Recalt y Carlos Claa sobre la mujer del chofer Angel Centeno, del 4 de agosto de 2018.

Esta causa se benefició de cambios normativos en los meses previos, como la aprobación de la ley de responsabilidad penal de las personas jurídicas, y la llamada ley del arrepentido. Esta última ley recibió impulso con el cierre sin culpables de la causa de las Coimas del Senado, que fue otra investigación dinamizada por periodistas desde el 2000. Primero el columnista político de La Nación, Joaquín Morales Solá, informó a la sociedad de “favores personales de envergadura”, y luego María Fernanda Villosio, acreditada en el Senado del mismo diario, publicó declaraciones de un senador reconociendo el pago de las coimas.

Tres años después, Villosio, en una nota de la revista TXT volvió a impactar al país entrevistando a “el hombre de las valijas”, el encargado de llevar el dinero. Hoy Villosio es la editora de Información general de la revista Noticias y está realizando un documental sobre el tema.

Esta conexión entre el caso Coimas y el caso Cuadernos, dos causas históricas alertadas por periodistas, es un gran ejemplo de cómo puede actuar el periodismo en la lucha contra la corrupción. Los sucesivos casos van produciendo cambios culturales y normativos que pueden con el tiempo generar avances reales.

También en el caso Cuadernos es evidente que la clave de su larga vida mediática es porque involucra a Cristina Fernández de Kirchner. Ese es el enfoque principal que el periodismo le da a este tema, dejando en segundo plano el sistema de corrupción entre funcionarios y empresarios.

¿Los cambios fueron transitorios o permanentes? Como dicen los expertos, las empresas en los países subdesarrollados tienen un riesgo de incumplimiento normativo alto pues viven en un bosque legislativo que lleva a la ilegalidad permanente, pero sufren una persecución al delito baja. En los países democráticos desarrollados la legislación es más simple, y la persecución por su incumplimiento es más alta.

Eso cambió algo con la investigación de Cabot. El riesgo para un empresario de una foto suya entrando a la cárcel se hizo real, lo que provocó una ola de empresas con programas de compliance (cumplimiento normativo). Pero muchos lo hacen con ánimo decorativo: el ceo no se reúne nunca con el jefe de compliance, copian códigos de ética de empresas similares, o crean canales de denuncia que nadie atiende o se prohíbe el anonimato.

Asesores de empresas consultados sobre los efectos del periodismo por este Defensor, argumentan que, después del caso Cuadernos, la corrupción es más sofisticada, y que entraron unos actores y salieron otros. Otro dato es que tampoco mejoró la percepción de la corrupción según el ranking de Transparencia Internacional. El año anterior a la publicación de los cuadernos Argentina estaba en el puesto 85; hoy está en el puesto 99, catorce posiciones peor.

Pero parece claro que la cultura un poco se movió, y el ‘riesgo cuadernos’ ya forma parte del proceso decisorio de los actores en la economía regulada argentina.

LAS DOS PLATAFORMAS DEL PERIODISMO. Aprovecho para recordar que la democracia y el capitalismo son las dos mejores plataformas para el desarrollo del periodismo profesional. Cuando la democracia se nubla, el clima se enrarece para los periodistas. Lo mismo pasa cuando se enfría el entusiasmo empresario. Los medios pierden pujanza y el futuro del periodista se vuelve turbio.

Por eso, los grandes saltos en la calidad periodística se tienden a dar cuando mejoran tanto la plataforma política como la económica. Es necesario comprender la conexión vital que existe entre periodismo, capitalismo y democracia. Es un vínculo de necesidad mutua que los actores involucrados no siempre vemos. Si no se consolida una fuerte base económica, el periodismo de calidad es episódico, precario e inestable, y queda reducido a pequeñas e incluso unipersonales islas profesionales. El entusiasmo empresario es un vector, por lo tanto, de calidad periodística.

Al mismo tiempo, los medios principales tienden a maltratar a los sindicalistas y adular a los empresarios. Este Defensor se ocupará en el futuro de este tema. Además, para que los cambios en las normas sociales sean permanentes se necesita sostener el reclamo. Por eso, no ayuda que cuando los grandes empresarios aparecen en las noticias económicas no se les recuerde su presencia en las noticias judiciales. Ahí se perciben rasgos de un periodismo de capitalismo subdesarrollado.