Un título sugerente en tiempos de coronavirus, Epidemias y pandemias narradas, podría compilar clásicos indiscutibles de la literatura universal, un repaso iniciando por el Antiguo Testamento, en el Libro del Exodo, pasando por el Decamerón de Boccaccio, o La máscara de la muerte roja de Edgar Alan Poe, El último hombre de Mary Shelley, El velo pintado de Somerset Maugham, otras más recientes como Epidemia o Contagio de Robin Cook, Apocalipsis de Stephen King y la lista es interminable, al parecer, en estos días.
Claro, buscamos desesperadamente indicios, regularidades, patrones, modelos, o tal vez ¿el nuevo Belerofonte? ¿Será que en el epicentro de una crisis nos negamos a aceptar un destino inevitable? De origen maquiavélico, popularizada por Churchill la idea de que “la crisis ofrece oportunidades” nunca resultó más conveniente. El lector coincidirá, quizás, en este punto con la autora: que la crisis nos convoca a la acción, a la toma de decisiones, a ser críticos.
En un mundo globalizado, el Covid-19 se ha adueñado de nuestras vidas en todo sentido. Hemos cambiado nuestra forma de relacionarnos, de trabajar, de convivir. Nos ha transformado en otros ciudadanos, con características variadas que revelan nuestra esencia y entonces somos el doliente, el vigía, el juez, el acusado, el que rompe las reglas, el que las respeta, el que lucha, el que se encuentra en “suspenso”, el que se paraliza, el que reacciona, y así infinitas posibilidades. Pero, ¿cómo ir contra algo que es intrínsecamente natural, y un rasgo de nuestra especie? Como decía Aristóteles: “El hombre es un ser sociable por naturaleza”. Y sin embargo, ahora la sociabilización nos pone en peligro de extinción, ese mismo rasgo es nuestro enemigo más íntimo.
Como en toda encrucijada, siempre parece haber una salida. Organismos internacionales, institutos de investigación, universidades, empresas de sectores privados y gobiernos han puesto en marcha estrategias para ralentizar la expansión del nuevo coronavirus. Algunas con resultados favorables, otras no tanto.
En la actualidad la intervención humana asistida por algoritmos con inteligencia artificial es la clave.
Los mapas de visualización con datos en “tiempo real” o, al menos, con datos periódicos nos han acompañado desde el inicio de la propagación global con un seguimiento de casos confirmados y el número total de muertes. Desde laboratorios de virología y epidemiología de varios países, grupos de investigadores están trabajando en métodos de diagnóstico mediante la secuenciación del virus en busca de la primera vacuna para ensayos clínicos, e incluso tests serológicos de detección de anticuerpos.
Comunidades de programadores han creado modelos para detectar el Covid-19 en imágenes de rayos X utilizando Keras, TensorFlow y Deep Learning en datasets de pacientes diagnosticados con coronavirus. Otros equipos han desarrollado aplicaciones basadas en geolocalización con un sofisticado programa de rastreo de contactos para determinar la proximidad con algún portador e interrumpir la cadena de contagio.
Lo nuevo, aunque no lo es tanto: pacientes sintomáticos y positivos asintomáticos, escasez de recursos, métodos experimentales, modelos matemáticos, computacionales predictivos y de control, medidas de contención, cuarentena obligatoria, distanciamiento social, aplanamiento de la curva.
Mientras tanto, se ha abierto la caja de Pandora y solo queda una pequeña voz en su interior: Elpis, el espíritu de la esperanza.
*Lingüista.