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Ensayo fallido

Una y otra vez, en una repetición que agota, intenta mostrar que el estilo de Klemperer incluye también una dimensión de afectividad.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Le témoin jusqu’au bout (El testigo hasta al final), de George Didi-Huberman (Minuit, París, 2022) es un libro fallido. Tal vez era yo el que tenía demasiadas expectativas: Le témoin … reflexiona en torno a Victor Klemperer, autor que vengo le-yendo hace años (y de vez en cuando, sobre el que escribo). De hecho, siempre me sorprende la poca atención que se le presta entre nosotros a Klemperer, teniendo en cuenta la historia argentina reciente (y no tanto). Tal vez se deba a que su obra maestra, sus diarios, titulados como Quiero dar testimonio hasta el final (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2003) no circulan demasiado aquí, pero sí lo hace su otro texto mayor, LTI. La lengua del Tercer Reich (Minúscula, Barcelona, 2001). No lo sé, es un enigma su ausencia en el debate intelectual entre nosotros. 

Victor Klemperer, noveno hijo de un rabino, alemán nacido en 1881 en una región que hoy pertenece a Polonia, filólogo de profesión, alistado voluntariamente en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial, a partir de 1933 sufrió la persecución nazi: despedido de la universidad, obligado a abandonar su casa y confinado a vivir en una Judenhaus, conminando a realizar trabajos forzados, gravemente enfermo, lo salvó de la deportación el hecho de estar casado con una mujer no judía, según la situación especial de los denominados “matrimonios mixtos” bajo el régimen nacionalsocialista. Klemperer, en ese contexto, escribió un diario e inmediatamente después un libro (LTI es de 1946) en los que toma nota de manera minuciosa, dramática, pero siempre intelectual y cargado de agudeza teórica, de los cambios en la lengua alemana, de la aparición del nazismo como acontecimiento político, por supuesto, pero también y sobre todo como acontecimiento discursivo, como la búsqueda de una nueva lengua alemana. Pocos casos en la historia de la cultura de la modernidad son tan intensos como los libros de Klemperer, intensos en el sentido de un poder de observación in situ para detectar la fascistización de una lengua, los cambios brutales en el habla, en la lengua del poder, pero también en su imbricación con el habla cotidiana, en el sentido común de la conversación diaria. 

El problema con el libro de Didi-Huberman es que no logramos comprender con quién discute. Una y otra vez, en una repetición que agota, intenta mostrar que el estilo de Klemperer incluye también una dimensión de afectividad, una dimensión emocional. Pero qué duda cabe. ¿Quién lo niega? Lo extraordina-rio, en cambio, es cómo en ese escenario cargado de Pathos, Klemperer logra mantener la frialdad filológica, para convertirse en una especie de etnólogo de la lengua y de sus transformaciones fascistas. La dimensión polémica está muchas veces presente con resultados productivos en la obra de Didi-Huberman. Lo está en Imágenes pese a todo, donde discute con Claude Lanzmann y Shoah, y con la propia idea de prohibición de las imágenes en la tradición judía. Lo está también en toda la primera época de su obra, donde discute con las lecturas de Panofsky y defiende las de Aby Warburg. Son también conocidas sus discusiones recientes con Enzo Traverso en torno a la izquierda. Pero en Le témoin… se esfuerza en discutir y discutir con algo remanido, algo que ya es sabido de antemano. Deberemos volver próximamente sobre este tema.

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