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¿Existe el sida?

El 23 de abril de 1984, Robert Gallo, junto con una inverosímil secretaria de Salud (Margaret Heckler), los dos con peluca, convocaron a una rueda de prensa para dar a conocer al mundo el descubrimiento de la “causa probable” del sida, un virus entonces considerado una variante de un virus cancerígeno que Gallo denominó HTLV-III.

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El 23 de abril de 1984, Robert Gallo, junto con una inverosímil secretaria de Salud (Margaret Heckler), los dos con peluca, convocaron a una rueda de prensa para dar a conocer al mundo el descubrimiento de la “causa probable” del sida, un virus entonces considerado una variante de un virus cancerígeno que Gallo denominó HTLV-III.
El escandaloso anuncio (en ese momento no había publicación científica alguna que lo respaldara) despertó las iras al otro lado del Atlántico. Luc Montagnier se atribuyó, al mismo tiempo, el descubrimiento y acusó a su competidor norteamericano (con razón, según se comprobó más tarde) de apresuramiento y deshonestidad (Robert Gallo habría utilizado fraudulentamente muestras de VIH del Instituto Pasteur para realizar su anuncio).
La corporación médica aceptó sin titubeo la disparatada declaración de la funcionaria de Reagan, que estableció una correlación causal irrefutable entre el virus y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. “Hoy agregamos un nuevo milagro a la larga carrera de honores de la medicina y la ciencia americanas”, dijo. La larga carrera, se olvidó de decir, por las patentes y las regalías.
En 1990, Luc Montagnier comenzó a disentir con las estrategias de investigación dominantes. Según su punto de vista, el VIH es incapaz de producir enfermedad alguna por sí solo (necesita de “cofactores”). En la Conferencia Internacional de Sida de San Francisco de ese mismo año, sus argumentos (el hecho de que nunca, ni aun en el caso de pacientes en estado terminal, se haya observado más de uno de cada quinientos linfocitos T infectados, y la incapacidad del virus de VIH para matar esas células) le valió que el impresentable Gallo lo acusara de avalar las posiciones disidentes en lo que a la causalidad virus-síndrome se refiere.
Difícil es saber si la posición hoy hegemónica es más verdadera que la disidente (a la que adhieren varias eminencias mundiales en la materia), pero en todo caso el reciente reconocimiento con el Premio Nobel de Medicina (compartido) a Luc Montagnier, del Instituto Pasteur, profundizará un debate impostergable.