OPINIóN
Aportes

Francisco siempre

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Papa Francisco. | Pablo Temes

Siempre que la humanidad da la espalada a la solidaridad, a la virtud y al bien hacer, la historia nos sorprende con algún tipo de despertar. Nos ofrece algo que nos impide volver a la caverna, que restablece nuestra dignidad interior, que nos obliga a prestar atención a los demás. Esto fue lo que hicieron figuras como san Francisco de Asís, Henri Dunant o Martin Luther King Jr. Esto es lo que hace, en los días que vivimos, Jorge Bergoglio.  

En efecto, en los últimos meses el papa argentino dio tres importantes aportes al renacimiento colectivo del alma. En tiempos de profunda depresión, provocada por la pandemia, supo agitar las conciencias de creyentes y no creyentes. Con gestos y palabras trazó el camino de la esperanza.

La primera iniciativa fue el informe sobre cómo el Vaticano manejó el caso Theodore McCarrick, que pudo ascender a arzobispo de Washington no obstante las informaciones de que había abusado sexualmente de menores y adultos seminaristas. La asunción de culpabilidad es tan fuerte que incluso involucra a los dos papas anteriores. Tras esta confesión sin precedentes, Francisco renovó su “compromiso de erradicar este mal” y reforzó su autoridad moral dentro y fuera de la Iglesia.

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Asimismo, el documento da forma a una victoria política absoluta frente a la corriente católica ultraconservadora, basada en EE.UU., que ha hecho todo lo posible para minar su pontificado y que se opone a las posiciones de Francisco en temas como las migraciones y la homosexualidad.

Ahora bien, fue justamente en este plan que el Papa protagonizó un segundo acto histórico. Reconociendo que “los homosexuales tienen derecho a formar una familia”, que “son hijos de Dios” y deben poder unirse a través del derecho civil, Francisco revolucionó la Iglesia Católica. Sus palabras de inclusión, de tolerancia y de fraternidad contrastan con todo lo que sigue gobernando los noticieros y van a mejorar la vida de miles de personas perseguidas en todo el mundo.

Por ende, el Papa compartió una profunda reflexión ecuménica sobre la “amistad social”.

Uno de los puntos de partida de la encíclica Fratelli tutti preconiza: “No puedo reducir mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia, porque es imposible entenderme sin un tejido más amplio de relaciones”.

Este tejido se construye a través de la educación, uno de los principales protagonistas de la encíclica y la llave maestra de los problemas, cada vez más graves y globales, derivados de la desigualdad, la pobreza y la miseria.

La educación sirve “para dar calidad a las relaciones humanas” y permite “que cada ser humano pueda ser artífice de su destino”. Es una fuente insustituible de comunión, así como de libertad.

En defensa de los más débiles, Francisco exige un “Estado activo” para que la educación llegue también a “una persona con discapacidad, a alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, a alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades”.

Los beneficios serán colectivos, toda vez que “si esto no sucede se difunde el egoísmo, la violencia, la corrupción en sus diversas formas, la indiferencia y, en definitiva, una vida cerrada a toda trascendencia y clausurada en intereses individuales”.

* Politólogo y ex embajador en Portugal.