María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta tienen por delante un desafío crucial. Obtener de la licuación de pasivos por la devaluación del peso, un recurso extraordinario que permita achicar el déficit crónico arrastrado por la administración de Mauricio Macri: una acción política confiable. Consolidados como los principales interlocutores de la oposición, la negociación por el Presupuesto con los gobernadores es una prueba a la pericia de ambos.
También a la eficacia del acuerdo con un desprendimiento de ese espectro: Sergio Massa, con dificultades para mantenerse como una alternativa electoral autónoma. Federico Aurelio confirmó el 2 de julio en el programa Odisea Argentina lo que había revelado horas antes a dirigentes del Frente Renovador. El titular de la consultora Aresco está convencido de que Massa no tiene posibilidades de terciar en la disputa del 2019 ceñida, hasta ahora, a Cristina Fernández de Kirchner y Macri.
Es curioso que esa aparente mala noticia para Massa irradie congoja a los gobernadores del PJ. En especial a Juan Manuel Urtubey, lanzado de candidato presidencial. Es probable que para garantizar la supervivencia de sus proyectos electorales, los dos deban concentrarse en disputarle a Cambiemos el voto desencantado. Pareció el espíritu del seminario organizado por el PJ con Marco Lavagna, Aldo Pignanelli y Fernando Yarade: criticar el acuerdo con el FMI. O a Macri. Es lo mismo.
Lo novedoso es la presencia de los economistas de Massa y el jefe del Gabinete del gobernador de Salta: primera señal amistosa a Luis Barrionuevo. Un gesto reclamado por el sindicalista a través de su esposa desde que fue designado interventor por la jueza federal María Servini. Graciela Camaño lidera el Frente Renovador en Diputados y es una vieja conocida de Urtubey.
Con José María Díaz Bancalari y Jorge Obeid apadrinó en 2007 su postulación contra José Romero, que iba por su reelección. En 2003, Urtubey fue tesorero en la campaña con la que el actual senador nacional por Salta fue electo gobernador. A Romero se atribuyen los afiches que acusaron de traidores a la Patria a los diputados de Urtubey que votaron la Reforma Previsional. La sospecha tiene lógica. Romero es propietario de una imprenta. La renovación peronista tiene su biógrafo.
Problema. Si la inviabilidad electoral de Massa fuese cierta, plantearía un serio problema a los gobernadores. Perderían una alternativa para delegar su proyecto en una geografía donde no le sobran variantes. La provincia de Buenos Aires. Massa no siempre se ayuda. El día 5 eligió estirar la visita efectuada a Carlos Verna en La Pampa y desechó trasladarse a San Miguel de Tucumán donde iba a dirigirse, pero sin asistir a la cumbre del peronismo federal. Una irritación para José Manzur, en campaña por su reelección.
¿Evitó Massa escuchar el discurso de Martín Llaryora? En uso de licencia como vicegobernador, el diputado defiende los intereses del peronismo cordobés, liderado por Juan Schiaretti. Si no fuese por la incómoda relación con José Manuel De la Sota, tal vez el gobernador de Córdoba no apelaría a la propiedad transitiva para definir la que mantiene con Massa.
Junto a él, Urtubey y Miguel Angel Pichetto, Schiaretti negocia el Presupuesto 2019 con Vidal y Rodríguez Larreta con la estrategia de trasladar el costo del ajuste a la Ciudad y a la provincia de Buenos Aires. Con Córdoba, Santa Fe y Mendoza, los principales distritos electorales. A un fallido de Rogelio Frigerio se atribuye la idea del traspaso de Aysa al gobierno bonaerense. Y a raíz de esa propuesta del ministro del Interior, el cambio de interlocuciones con este cuarteto, algo inquieto frente a la nueva experiencia.
Tal vez por eso apoden con ironía “intendente de Dubai” al jefe del Gobierno porteño. Una alusión a la holgura de recursos con que se mueve su gestión. Lo que podría incluir una sutil crítica a su intervención en la estrategia electoral de Santa Fe y Entre Ríos. El Conurbano es, en cambio, una incógnita que infunde el temor a lo desconocido en el peronismo federal, reacio a tomar contacto con el bonaerense.
Ventaja que intenta aprovechar Vidal. “¿Van a dejar que Schiaretti decida por ustedes?, azuzó a los intendentes del PJ para promover declaraciones contra la transferencia de Aysa, que lideró el de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. La cita de Vidal a Schiaretti no es gratuita. Es el principal respaldo para que Florencio Randazzo, y tal vez no Massa, represente al peronismo federal en la provincia de Buenos Aires.
Las elecciones del 2017 dejaron un mal recuerdo del ex ministro del Interior entre los jefes comunales. Sin su lista, especulan, es posible que Cristina hubiese vencido a Esteban Bullrich.
Hasta anteayer, Aysa había quedado relegada en la agenda de traspasos, liderada por las empresas Edesur y Edenor y una porción a definir de los 70 mil millones totales de los subsidios al transporte público que tienen por destinatarios a la Provincia, el Area Metropolitana y Córdoba.
Cristina. Pero el achicamiento del espacio opositor por la polarización entre Macri y Cristina deriva en otras consecuencias. Vuelve más palpable la necesidad de la ex presidenta de tentar el voto peronista que le sigue resultando esquivo. Esa búsqueda podría ordenar las candidaturas dentro del kirchnerismo. Bajo la amenaza de militar para la postulación presidencial de Agustín Rossi, Julián Domínguez intimó a Felipe Solá para ser nominado a gobernador de una eventual suya.
Solá descolocó al ex presidente de la Cámara de Diputados. Lo invitó a dar ese paso. El ex gobernador no descarta competir de nuevo por ese cargo. Dependerá de dos hechos que todavía no ocurrieron. Uno con más probabilidades: que finalmente Cristina sea candidata a presidenta. El otro, que Massa resuelva competir en la provincia de Buenos Aires. Para eso Vidal debería hacerlo para suceder a Macri.
La negociación por el Presupuesto arrojará indicios de ese futuro. También demorará el lanzamiento de la campaña electoral, tal vez hasta octubre. La suerte de Macri está atada a lo que suceda en la negociación con la Capital y la provincia de Buenos Aires. Lo que está en juego para Rodríguez Larreta y Vidal es mucho más que la posibilidad de reelegir sus gobiernos.