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brindis

Hay futuro

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Futuro, ideas, creatividad. | Unsplash | Mohamed Nohassi

En la universidad en la que doy clases, se hacen varias clínicas de tesis, actividad que amo. Como se trata de una carrera centrada en las nuevas tecnologías, las propuestas de los alumnos suelen estar, como se dice, a la vanguardia y, tras la pandemia, advertí con felicidad que muchos de estos sub 25 ansían cuestionar a ese dios contemporáneo que es internet. Mientras los millennials, boomers o cualquier categoría que englobe a los que pasamos los 30, nos devanamos por asimilar avances que muchas veces nos dejan a la saga o nos hunden en el grotesco involuntario que aparece cuando nos apendejamos muy artificialmente, encontrar jóvenes interesados en sortear y contravenir los controles y usos adversos de la web es un gran motivo para brindar en estos días profusos de brindis. Ser crítico y suspicaz respecto de internet no es una novedad, ni una práctica exclusiva de estos estudiantes. Muchos pensadores lo hacen desde hace tiempo, y también muchos youtubers, sobre todo cuando se meten con temas que no son bien vistos por la hegemonía digital y aceitan maniobras para eludir baneos y sanciones. Algunos millonarios, como Yuval Noah Harari, se van al extremo de no usar celulares, aunque promueven su uso entre la masa, hoy atada a la red para sobrevivir. Hay de todo.

Algunos millonarios, como Yuval Noah Harari, se van al extremo de no usar celulares

Pero volviendo a las tesis, las propuestas más seductoras fueron pensadas por interesados en desarrollar aplicaciones para autorregular el uso de redes, o aprender a chequear información sin depender de canales sujetos a intereses que no necesariamente son los del usuario. Y hubo apuestas más ambiciosas, como servirse de lo virtual para recuperar el contacto presencial entre estudiantes de universidades diferentes, a fin de crear comunidades que se muevan por fuera del ámbito digital. “Internet debe estar a nuestro servicio, y no al revés” pareció ser la premisa tácita de estos trabajos. Después de dos años de aislamiento y precarización de vínculos y actividades, algunos jóvenes creen legítimo gestar una afrenta contra la tecnología a partir de la tecnología misma, suerte de potro salvaje al que sueñan con domar sin ser gurúes, millonarios o influencers. Me hicieron tener ganas de volver a creer en que hay futuro. Brindo por eso.

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