Entre el lunes y el jueves fui jurado del Premio Rey de España de Periodismo. Esos cuatro días en Madrid viví en un “no lugar”: así se denominan esos sitios internacionales, los aeropuertos, por ejemplo, donde el adentro nada tiene que ver con el afuera. Entre las diez de la mañana y, a veces, las ocho de la noche la pasé encerrado en dos salas multimedia de la agencia EFE con la misión de leer 61 textos, ver 23 producciones fotográficas, escuchar 17 programas de radio, asistir a 44 programas de televisión y navegar 17 sitios de Internet, de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, España, Estados Unidos, México, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela.
Pensándolo mejor, sí estuve en un lugar: en el lugar del castellano, porque como dijo el escritor Francisco Ayala: “La patria de quien escribe es su lengua”. Mis compañeros de viaje fueron los otros cuatro jurados: el jefe de Redacción de la CNN en español, Enrique Durand; el conductor de uno de los noticieros más vistos de México, Carlos Loret de Mola; el editor de Libros Julio Escoto y la vicerrectora de la Universidad de Guinea Ecuatorial (ex colonia española en Africa), Trinidad Morgades. Se sumaban con voz y voto la representante del Ministerio de Asuntos Exteriores de España y la Agencia de Cooperación Internacional, Noemí Gómez, y el de EFE, Nemesio Rodríguez.
El debate. La Argentina, después de años de no obtener premios esta vez recibió la mayor cantidad en la historia de este galardón: dos juntos, uno a Clarín (Silvina Heguy y Julio Rodríguez por las notas sobre el tráfico de bebés en Santiago del Estero) y el otro a El Día de Gualeguaychú ( Verónica Toller y Estela Gigena por las notas sobre el cementerio de la ciudad). Todos los premios –siete en total– terminaron elegidos por unanimidad porque las diferencias de criterio iniciales se fueron limando con los argumentos de una u otra parte excepto uno en el que la división fue cismática: tres votos a favor, tres en contra y una abstención, sólo resuelta con la concesión de un premio y una mención de honor separados. Ese trabajo divisionista –a mi juicio, el más existencial aporte que se hizo el periodismo en castellano durante el año 2006– es la “Investigación del asesinato del fiscal venezolano Danilo Anderson”, de la periodista María Angélica Correa, difundido en VTV y RCTV, la televisora a la cual, a partir del 27 de mayo, Chávez no le renovará su licencia a pesar de que es la más antigua del país y transmite ininterrumpidamente desde hace 51 años.
Al comienzo, casi todos los jurados estaban mal predispuestos con el trabajo venezolano porque incluía siete horas de grabación, varias en los dos canales mencionados y otras en Globovisión y RCN de Colombia. “¿Cómo siete horas? Precisamos una síntesis de una hora: si los otros 44 candidatos al premio de televisión nos mandaran lo mismo, nos pasaríamos un mes aquí encerrados sin terminar de verlos a todos”.
“No hagamos como en esas películas donde los jurados se quieren ir a sus casas y declaran culpable a un inocente por no profundizar lo suficiente”, argumenté.
Eso permitió que se vieran dos horas hasta que un jurado, ya cansado, sostuvo que debíamos detenernos porque el premio era para un solo programa y no a una serie de programas.
“Si estuviéramos en 1972 juzgando el trabajo de Bob Woodward y Carl Bernstein, ¿no le daríamos el premio a la investigación del Watergate porque en lugar de una sola nota fue una serie de artículos en The Washigntion Post a lo largo de muchos meses?”, volví a argumentar.
Eso permitió seguir otra hora y así sucesivamente terminamos dedicándole el día entero pero siempre con interrupciones y reclamos de quienes terminaron votando en contra: “Debemos descartarlo porque hay varias televisoras diferentes y no sólo una, ¿a qué medio citaríamos si le diéramos el premio?” y otros formalismos por el estilo que representan la parte negativa del legado cultural hispánico.
“¿Recuerdan la diferencia entre derecho y justicia? Nosotros tenemos la posibilidad de hacer justicia, no nos conformemos con sólo ajustarnos a derecho”, seguí argumentando.
Y aproveché –intencionalmente– para preguntarle a la vicerrectora de la Universidad de Guinea Ecuatorial, qué diferencias encontraba ella entre la herencia cultural española y la francesa, inglesa o portuguesa de otras ex colonias vecinas de Africa. Trinidad Morgades nos relató: “La falta de voluntad que hace que todo se deje para mañana, la pérdida de foco que hace irnos siempre por las ramas; en cambio los nigerianos, por ejemplo, recibieron de la cultura francesa el pragmatismo y saben distinguir lo importante de lo accesorio”.
Guinea Ecuatorial (un territorio similar a la provincia de Tucumán que hoy habitan un millón de personas) era portuguesa y quedó en manos de España en 1778 entregando a cambio la isla de Santa Catarina en Brasil. Quizás hoy desde Florianópolis al Chui, cerca de Punta del Este, se hablaría español si quienes tomaron la decisión hubieran pensado de otra forma.
LOS JURADOS DEL PREMIO REY DE ESPAÑA DE PERIODISMO debatiendo en Madrid, el último miércoles.
Política y periodismo. Ya al final del debate uno de los jurados que votó negativamente, dirigiéndose específicamente a mí, dijo: “Te veo muy apasionado con el trabajo venezolano y éste no es un premio ideológico o político, sino periodístico”. Otro de los jurados, que desde el inicio fue solidario con mis argumentos, respondió: “El principismo no es ideológico sino periodístico en defensa de la libertad de expresión”. Yo agregué: “Te voy a enviar por mail un artículo que escribí y fue publicado en 2002 en medio del golpe titulado “Viva la Venezuela democrática” donde condené el golpe y defendí a Chávez”.
Aunque quizás alguien pueda estar todavía maldiciendo a quien decidió invitarme a integrar ese jurado, para mí ese día fue de película. Haber contribuido a que finalmente la “Investigación del asesinato del fiscal venezolano Danilo Anderson” obtuviera la Mención de Honor del Premio Rey de España de Periodismo justificó el haber dormido dos noches en un avión contra tres en la cama de un hotel. No sé cuánta ayuda le dará a la prensa independiente de ese país este reconocimiento pero sea cual fuera la necesitan, y mucho. Los hechos de la investigación que paso a sintetizar así lo demuestran.El caso. El 11 de abril de 2002 Chávez sufre un golpe de Estado que lo saca del poder durante cuatro días. A pesar de que Estados Unidos reconoce velozmente al nuevo gobierno de facto, la democracia triunfa y Chávez vuelve a ser restablecido en su cargo. Luego Chávez es reelecto y vuelto a reelegir recientemente.
Dos años después, en noviembre de 2004, el fiscal que tenía a cargo la investigación de aquel fallido golpe, Danilo Anderson, fue asesinado en Caracas por una bomba que explotó en su auto. Rápidamente el gobierno acusó a sus adversarios de haber planeado el asesinato del fiscal, y la Justicia venezolana procesó y pidió la detención de la periodista Patricia Poleo, directora del diario El nuevo país y la revista Z, ambos de su padre Rafael Poleo y de línea crítica a Chávez, acusándola, junto a otras tres personas, de ser autora intelectual del crimen. Desde entonces, Patricia Poleo vive exiliada en Estados Unidos. Los supuestos autores materiales del asesinato fueron detenidos.
La relación entre los dos autores materiales y los cuatro acusados de ser autores intelectuales se sustenta en el testimonio de un testigo: el colombiano Giovany Vásquez de Armas, quien dice haber participado en tres reuniones realizadas en Maracaibo, Panamá y Miami donde los autores intelectuales habrían planificado el asesinato.
Por el contrario, los críticos de Chávez sostienen que el asesinato del fiscal fue provocado por el propio gobierno como parte de sus guerras internas.
Horas antes del atentado, la DISIP (policía política equivalente a la SIDE) estuvo realizando un operativo en la zona donde explotó la bomba.
Minutos después del asesinato, casi todo el Gabinete chavista, incluyendo al vicepresidente, apareció desde el lugar de los hechos hablando por la TV oficial.
El gobierno actuó con una determinación y eficacia inu-suales: capturó a los autores materiales (dos ex miembros de las fuerzas de seguridad que aceptaron confesar) y encontró a un testigo que incriminaba a los supuestos autores intelectuales.
El fiscal Danilo Anderson, partidario chavista, utilizaba informaciones de las investigaciones judiciales para presionar a sus adversarios en la interna oficial.
El asesinato de Anderson permitía acusar a los críticos más molestos de Chávez de un complot y sacárselos de encima enviándolos al exilio o encarcelándolos.
La inseguridad en Caracas es una de las más altas del mundo y continuamente se producen asesinatos por robos mal terminados. No parecería necesaria la espectacularidad de una bomba si lo que se quisiera es disimular los hechos. Se argumenta, también, que la logística necesaria para un atentado con explosivos en Venezuela sólo la cuentan grupos relacionados con el Estado.
Vásquez de Armas habría recibido al menos ochocientos mil dólares por su declaración; y quienes confesaron ser autores materiales, beneficios similares.
Existen otros casos conflictivos: el 28 de abril de 2006 fue asesinado Jorge Piñango, subsecretario de la Conferencia Episcopal de Venezuela, días después de conocerse un documento de la Iglesia crítico a Chávez. El fiscal general de la República, Isaías Rodríguez, divulgó en los medios que la muerte del sacerdote se produjo en un hotel dando a entender claramente que el prelado era homosexual.
Periodismo genético. El viernes, a mi regreso a la Argentina, llamé por teléfono a Rafael Poleo, el padre de la periodista exiliada, y también periodista, para interesarme por su situación. Esto me dijo: “Meses antes de dictar la prisión de mi hija, me llamó el fiscal general de la República, Isaías Rodríguez, para recomendarme que la sacara del país: se estaba haciendo muy famosa y sus críticas incomodaban al gobierno. Mi hija se graduó de periodista en la Universidad Católica y a los 16 años (hoy tiene 41) yo le recomendé que comenzara haciendo Tribunales porque todos los dramas y comedias de la vida pasan por allí: Balzac se inspiró en los expedientes judiciales para construir su Comedia humana (un conjunto de 87 novelas). Allí, ella desarrolló una red de informantes y se especializó en periodismo de investigación. En 2001 y durante más de un año siguió la pista del lugarteniente de Fujimori, Montesinos, buscado por Interpol hasta que logró probar que estaba viviendo en Venezuela bajo protección de Chávez (Patricia Poleo obtuvo el Premio Rey de España de Periodismo 2002 por esa investigación). Con los años llegó a ser la directora del diario (El nuevo día) y antes de tener que irse del país también tenía un programa de radio matinal. Yo no quiero que vuelva pero ella tiene la psicopatología de todos los exiliados: quiere volver a toda costa”.
Poleo me pide que ponga textualmente que sus medios “no tienen publicidad oficial mientras que el diario oficialista Ultimas noticias es un catálogo de avisos”.
Ayer sábado hablé por teléfono con Patricia Poleo, quien vive en Miami junto a su hija de 12 años. La historia que me relató reavivó los recuerdos de mi exilio. Como el embajador norteamericano en Caracas, quien ayer dijo “tener sus valijas siempre listas”, Patricia Poleo estaba preparada para lo que se le venía: meses antes de irse del país, la Justicia allanó su casa porque había publicado expedientes del fiscal Anderson que demostraban que extorsionaba a otros chavistas, y también fue condenada a seis meses de prisión en suspenso por injuria a quien hoy es el ministro de Comunicación de Chávez.
Ella estaba dando clases en la Universidad cuando por televisión se anunció su orden de captura. Decidió esconderse y pasó varias semanas antes de salir del país: lo hizo en una lancha hacia la isla de Curazao (territorio holandés que está a una distancia de la costa venezolana similar a la de Buenos Aires con Colonia) y de allí siguió en avión a Estados Unidos.
—Como hay varios años más de Chávez por delante, ¿vendrías a trabajar con nosotros a la Argentina?
—No, Kirchner me entregaría de inmediato.
UN AÑO DE GRABACIONES. De arriba a abajo y de izquierda a derecha: el fiscal asesinado, Danilo Anderson. Su auto carbonizado. El testigo falso, Vásquez de Armas. La periodista premiada, María Angélica Correa y ella entrevistando en la selva al líder guerrillero Jorge 40. Patricia Poleo, desde el exilio.
La investigación. La periodista María Angélica Correa ganó la Mención de Honor del Premio Rey de España de Periodismo 2006 porque, primero, demostró que el único testigo en el que se basa la acusación del gobierno, Giovany Vásquez de Armas, es un mitómano recurrente que se presentaba como psiquiatra pero nunca había ido a la Universidad: para disculparse después de que se emitieron los testimonios que lo desenmascaraban, se “justificó” diciendo que había comprado el título. Luego, más importante aún, como lo declarado por Vásquez de Armas tuvo credibilidad para la opinión pública porque se presentó como el tercero en el mando de un conocido grupo guerrillero colombiano, que comanda Jorge 40, María Angélica Correa demostró que también eso era falso: entrevistó a Jorge 40, quien declaró que nunca había visto en su vida a Vásquez de Armas. Por entonces el líder guerrillero se presentaba en público con el rostro cubierto como el Subcomandante Marcos de Chiapas; aprovechando esa situación, el chavismo dijo que no era Jorge 40 sino un doble. María Angélica Correa volvió a la selva y consiguió que el líder guerrillero se mostrase a cara descubierta para confirmar lo dicho en la primera entrevista.
Finalmente, comprobó que Vásquez de Armas nunca pudo haber estado en las supuestas reuniones de Maracaibo, Panamá y Miami porque en esas mismas fechas estuvo detenido en Colombia por estafa.
Ante la demoledora acumulación de contradicciones, la Fiscalía General primero prohibió a todos los medios de comunicación publicar informaciones sobre la vida de su testigo estrella, Vásquez de Armas (la SIP y Periodistas sin Fronteras protestaron por esa forma de censura judicial), y luego durmió la causa hasta la semana posterior a las elecciones del 3 de diciembre último, cuando Chávez triunfó nuevamente. La segunda semana de diciembre sobreseyó definitivamente a uno de los acusados de ser autor intelectual, archivó la causa de los otros dos y dejó sin dictamen la acusación de Patricia Poleo argumentando que no pueden fallar por no encontrarse en el país.