Feriado no laborable el lunes próximo, sin escarapela ni bandera, aunque más de uno describa la jornada como un paro general. Y haya carroñeros intelectuales que cobren la autoría. Más bien, es un compensatorio al luto que hace pocas horas produjo la última tristeza futbolística.
Mate y medias lunas para un asueto masivo –no habrá transporte– que la CGT asumirá como respaldo a su enciclopedia de reclamos, a su resistencia a la política económica por medio de una conducción más negociadora que violenta. Probablemente, este lunes la escasa voluntad laboral del gentío prevalezca sobre el interés de los sindicatos: nadie pierde la oportunidad de faltar al trabajo sin costo. Sobre todo, cuando la protesta, silenciosa y pacífica, viene envuelta por la complicidad societaria de la izquierda beligerante, la de Hugo Moyano y su compañía camionera de obreros y empresas, y a los grupos sociales que responden a un Papa irascible, hoy indignado con Macri por la cuestión del aborto (a pesar de que le dio audiencia a tres enviados, Triaca, Stanley y Vidal) y del grupo Clarín que, a su juicio, induce a la dictadura y bendijo esa iniciativa. Incurrió Francisco, sin embargo, en expresiones impropias y ofensivas para quienes piensan distinto: tal vez como Macri deba requerir a expertos en comunicación más eficientes. Día de palomas, entonces, para quedarse en casa y completar el fin de semana largo, con la meteorología prometiendo clima benigno, ligeramente soleado, 14 grados de promedio. Por si todo esto no alcanzara, ninguna condicionalidad del FMI cuestiona la ausencia general al trabajo ni la pérdida de recursos. Y queda la esperanza de vencer a Nigeria: Argentina potencia.
Se comprende la paz. Antes de este paro simbólico, CGT y jefatura de Gabinete han convenido una resurrección de fondos de las obras sociales para los sindicatos, la “nuestra”, como suelen señalar sus dirigentes. Unos 4.500 millones que hasta ahora, como también en tiempos de Cristina, era la “nuestra” para el Gobierno. Promesas anunciadas que en más de una ocasión no se cumplieron. Ahora hay otra expectativa. Tanta que Moyano aceleró con su patronal la semana pasada una cifra que lo habilitó para voltear su propia huelga a “la brasileña” bloqueando a todo el país y disimularse entre los que se quejan de palabra el lunes. Así evita, también, protagonizar una rebelión. Y hasta incluye una jactancia: se burla de los otros gremios que firmaron por el 15% (en rigor, ninguno, todos obtuvieron varios puntos más) a los que acompaña en el paréntesis laboral solo por solidaridad de género.
Un diferente que presume haber logrado 25% de aumento por las amenazas combativas de su hijo y cierta permisividad de la cámara que lo reúne con las empresas. Parece olvidar un complemento: ese incremento se otorgará en tres etapas, por lo menos un trimestre, con lo cual la alta inflación venidera reducirá esa suba salarial a por lo menos un 20%. Ni más ni menos que otros sindicatos. Pero su marketing de venta revela más talento que el de sus colegas (hasta se permite repetir que sus afiliados conservarán la vigencia de sus ingresos).
Prócer. No es nueva su movida ni difiere de otras negociaciones paritarias que tuvo durante el gobierno macrista: basta recordar que fue el primero en correr a sacarse una foto y suscribir, en su momento, un alza salarial del 23% cuando la Casa Rosada se desvelaba por conceder ese porcentaje como techo. Su ejemplo cundió: todo el resto de la CGT se alineó con el gradualismo y la pérdida del poder adquisitivo. Un prócer.
Es cierto, sin embargo, que desde entonces su relación con el Presidente se deterioró: planean sobre su cabeza, empresas y familia, causas judiciales que atribuye al impulso del Gobierno. Reconoce, además, que el ingeniero lo incluyó en una lista de indeseables a pesar de sus amores furtivos del pasado. Pero, festeja, a él no le encontraron ninguna offshore ni figura en los Panamá Papers. Igual su destino sigue en suspenso. Tampoco su táctica para no alborotar las calles se aleja de otros sectores más radicalizados, hoy bajo su ala o sometidos al arbitrio vociferante del hijo Pablo, tan alabado por el vocero papal Juan Grabois (no se entiende, sin embargo, la razón por la cual el Pontífice lo ha recibido al vástago demandante y siempre se ha negado a entrevistarse con el padre).
Quienes fueron afines a Cristina duermen el músculo movilizador, sin duda a la espera de los gestos dadivosos de Carolina Stanley, más desde que el FMI dice contemplar la asistencia a los más vulnerables. Hasta la izquierda recalcitrante se limita, teme por las derivaciones de la crisis cambiaria y, por ahora, de la revolución anunciada cientos de veces les alcanza con entonar El cóndor pasa.
Puertas adentro. Curiosamente, el Gobierno no vive esta contingencia como una ventaja, con la alegría transitoria de que la protesta quedó unificada –por lo menos, el próximo lunes– bajo la tutela del bloque cegetista más propenso a la transacción. O, quizás para la tribuna, reitera que el paro no sirve para nada y que podría no homologarle el acuerdo a los camioneros. Extraña el fenómeno en una administración que, en el fondo de la tabla, le atribuye sus desgracias a acontecimientos externos o a la maledicencia peronista, no reconoce defectos y es capaz de sostener lo bien que estaba el país con el dólar frenado para que las pymes importaran maquinaria hace apenas dos meses, y lo bien que está ahora con un dólar mucho más alto para que las economías regionales puedan exportar.
Quienes visitan al Presidente lo ven menos atlético pero entusiasta, sin percatarse de esas discordancias, convencido de que Luis Caputo le produjo el mayor aporte a su gestión por recomendarle el delivery del FMI y la inédita excepción conseguida por la velocidad y la magnitud del envío. Casi con orgullo habla de ese recién venido a su entorno que, igual que en otros gobiernos, saltó de un vasto círculo menor (aunque proveniente del mismo colegio Cardenal Newman, y pariente de su mejor amigo) a un diminuto redondel privilegiado. Más de uno semeja esta confianza y simpatía en el ascenso del héroe a la conmoción que Amado Boudou provocó en el matrimonio Kirchner cuando le sugirió estatizar las AFJP. Otras tendencias, otros ámbitos, otros personajes, otra plata, el mismo poder.