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Jugar con fuego

En la madrugada de ayer, la redacción de PERFIL recibió un mail desde la casilla [email protected] con 24 fotos de Héctor Magnetto y sus hijos en situaciones familiares dentro de su casa. A esto sí le cabe la calificación que Cristina Kirchner usó inapropiadamente para una ilustración de Hermenegildo Sábat. Es un mensaje cuasi mafioso.

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Guerra de carteles. Dos de los más de diez diferentes tipos de carteles que los partidarios del Gobierno pegan sin interrupción, todos los días y por todos lados, contra Clarín.

En la madrugada de ayer, la redacción de PERFIL recibió un mail desde la casilla [email protected] con 24 fotos de Héctor Magnetto y sus hijos en situaciones familiares dentro de su casa. A esto sí le cabe la calificación que Cristina Kirchner usó inapropiadamente para una ilustración de Hermenegildo Sábat. Es un mensaje cuasi mafioso.
PERFIL consultó a La Cámpora sobre la procedencia de ese mail, y la agrupación que lidera Máximo Kirchner desmintió tener algo que ver con las fotos de la familia del conductor de Clarín. Cualquier persona puede abrir anónimamente una casilla de correo asumiendo una identidad falsa y, más allá de la desmentida de rigor, cuesta creer que La Cámpora sea la autora de un mensaje que los haría quedar ante la opinión pública como personas sin ningún escrúpulo.
Pero las fotos familiares de Magnetto y sus hijos difícilmente hayan podido ser obtenidas sin la logística de la que disponen los servicios de inteligencia o quienes trabajan o trabajaron para ellos. A partir de allí, las hipótesis pueden ser múltiples.
La semana pasada, desconocidos estuvieron sacando fotos a los alumnos del colegio donde concurren los hijos de dos periodistas del diario La Nación. Probablemente nada tenga que ver un hecho con el otro, y quizá con ninguno de ellos tengan algo que ver militantes kirchneristas, pero sin duda el Gobierno se expone a quedar como el responsable ante cualquier desgracia que pueda sucederle a las personas que él denosta públicamente.
El oficialismo enfrenta dos peligros simultáneos. Que partidarios fanáticos pasen de lo simbólico a lo real y disparen contra “la pistola que apunta a la cabeza de la democracia”, como calificó D’Elía a Clarín. O que, relegados de fuerzas de seguridad, de los servicios o de grupos de choque silvestres, automotivados o contratados por alguna mafia con cuentas pendientes con el kirchnerismo, deseen colocar al Gobierno en verdaderos aprietos aplicando violencia física contra alguno de sus adversarios.
La impresionante campaña de carteles contra Clarín, que día tras día, sin cesar, tapiza con nuevas pegatinas todos los rincones de la Ciudad, y las acusaciones con nombre y apellido contra sus accionistas y principales periodistas en boca de ministros, funcionarios de alto rango, legisladores, la CGT, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la Dirección Nacional de Juventud del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, la organización La Cámpora, la resurgida JP o líderes piqueteros, no hace más que crear un clima de exasperación que más tarde o más temprano le costará al Gobierno algún disgusto.
La “pesada” de los camioneros de Moyano ya tuvo a Quiroz disparando en la quinta de Perón y al tesorero del sindicato asesinado confusamente.
El Gobierno juega con fuego.
Se puede estar a favor de las retenciones móviles y en contra del paro del campo. Se puede estar a favor de modificar la Ley de Radiodifusión y en contra de que una empresa concentre una posición dominante en la TV por cable, sin necesitad de agredir verbalmente.
El Gobierno ya cometió el error de no prestar atención a los antecedentes históricos e internacionales que indicaban que los enfrentamientos con el campo fueron, en todos los países y en todas las épocas, muy conflictivos. También la historia y los ejemplos internacionales indican que no pocas veces un acto de violencia grave contra un periodista ha desencadenado conmociones sociales o políticas impredecibles.
Ojalá el Gobierno lo tenga en cuenta.