El aviso de la Presidencia de la Nación para el Día del Periodista, que concidió con la muerte de Neustadt. |
Por cuestiones personales, el Día del Periodista me tocó estar en Estados Unidos (como D’Elía dice que PERFIL está financiado por la CIA, aclaro que fui a la graduación de mi hijo mayor), y me enteré de la muerte de Bernardo Neustadt por mail, lo que aumentó la paradoja de la fecha en que sucedió su muerte porque coincidió con otros mensajes que me saludaban por el Día del Periodista, sumado a otro mensaje de la propia casilla [email protected] que contenía su columna del día anterior.
A mi regreso, leí varios obituarios, y me gustaría sumar una opinión más sobre Neustadt, el periodismo y la política; pero antes de hacerlo, deseo destacar un hecho que no por repetido debe dejar de llamarnos la atención: ese sábado 7 de junio, Presidencia de la Nación publicó un aviso saludando a los periodistas en su día en todos los diarios de la Argentina, incluyendo, como corresponde, a Olé y el Buenos Aires Herald, más los del interior del país, excepto en Crítica, de Jorge Lanata, y en PERFIL. No es un hecho menor. Un gobierno que se permite tal forma de manipulación de quienes tienen por función transmitir la realidad –algo que PERFIL viene denunciando desde hace varios años– no podía no permitirse luego manipular la realidad del INDEC y la inflación, y tantas otras realidades, hasta el punto de intoxicarse con su propia construcción del relato creyéndolo cierto. El conflicto con el campo es una de las tantas consecuencias de esa fabricación de una realidad simplificada. Aunque ideológicamente opuesto, Neustadt fue, en ese punto, idéntico a Kirchner: era un simplificador.
Certezas tan marcadas se dan menos habitualmente en personas muy instruidas, porque la carencia de duda no pocas veces es el resultado de cierto grado de ignorancia. Y siempre me impresionó lo elemental que era Neustadt. La frase que él mismo creó para su lápida: “Un hombre que ayudó a pensar”, refleja claramente su deseo de compensar el atributo del que carecía.
Siempre pensé que la elementalidad de Neustadt y el correlato de su éxito televisivo durante varias décadas no eran una paradoja, sino una perfecta muestra de lo elemental que también resultaba la política argentina, habituada a los extremos, a la brocha gorda, a la superficialidad, a los eslóganes con poca sustancia y mucho histrionismo. Las últimas columnas de Neustadt eran tan extremistas en las formas –fondo, nunca tuvo– como lo es la oratoria de Néstor Kirchner, aunque lo sea en sentido inverso.
Que Neustadt haya acumulado la influencia y el poder que detentó en los 80 y los 90 no habla de sus méritos como comunicador, sino de los defectos de los argentinos como ciudadanos. De la misma manera que los altísimos niveles de aprobación de Néstor Kirchner durante varios años, y hasta hace bastante poco, no habla sólo de los méritos del ex Presidente, sino también nos dice algo de nuestros defectos como sociedad: errática, exitista, voluble, siempre extrema, todas características de la falta de peso y sustancia, atributos fundamentales para dotar de estabilidad a las ideas y a las personas.
La marca personal de Neustadt era que dormía “sólo cuatro horas”; él era todo músculo y mucha dedicación, pero de muy poca profundidad. No podría ser de otra manera, porque la velocidad es inversamente proporcional a la masa, o cuanto más amplia sea la superficie a cubrir, más fino y superficial tendrá que ser aquello que la cubra.
Su muerte me hizo reflexionar sobre cuánto más avanzó el periodismo que la política durante las últimas décadas, porque periodistas como Neustadt hoy no podrían tener el éxito que él tuvo, y desgraciadamente sí sigue habiendo políticos como Neustadt, y con mucho éxito; por lo menos, recientemente.
Otra demostración de que el periodismo avanzó mucho más que la política es este aviso de Presidencia para el Día del Periodista, al que discrimina hasta cuando lo felicita. Aunque algo mejoró, porque hace dos años el mismo aviso de la Presidencia decía: “Hoy apretamos a los periodistas con un fuerte abrazo”. Por lo menos, esta vez apelaron a la sobriedad de lo obvio.