COLUMNISTAS
hacia un nuevo mapa

La danza de las PASO

Las encuestas muestran una intención de voto volátil. Por qué los candidatos arriesgan poco en las primarias.

Devota, Cristina Fernández.
| Dibujo: Pablo Temes

El año electoral se impone en el calendario, pero no demasiado en el interés de la ciudadanía. Aun así, existe un público interesado en la política; además, las competencias electorales despiertan en mucha gente una curiosidad que atrapa.

En el caso de este 2015 hay otro elemento: sea cual sea el resultado final, hay una expectativa de que la sucesión abrirá nuevas oportunidades para cambiar algunas cosas. Los candidatos del Frente para la Victoria en muchos distritos –empezando por el candidato presidencial Daniel Scioli– son quienes a los ojos del público representan opciones moderadas al actual gobierno, un estilo distinto; y los candidatos opositores son preferidos cuando se muestran igualmente moderados. Ahora que la competencia parece llevar a esos candidatos a mostrarse más opositores, el beneficiado está siendo Scioli. La opinión pública no quiere ni demasiada continuidad ni demasiado cambio.

Lo cierto es que pocos ciudadanos se sienten muy identificados con algunos candidatos. El bajo grado de polarización del voto que las encuestas tienden a mostrar es un reflejo de esa escasa convicción que siente una enorme cantidad de votantes. Existe –aunque las encuestas no lo miden con precisión– una alta volatilidad en las intenciones de voto: ciudadanos que, cuando se les pregunta, hoy dicen una cosa y mañana otra, y que en su fuero íntimo posiblemente están pensando que no tienen apuro.

Cuando llega el momento, como es el caso en estos días en la Ciudad de Buenos Aires, la volatilidad se manifiesta en la disparidad entre distintas encuestas –lo que es un tema en sí mismo–. Pero ¿cuántos votantes de Macri pierden el sueño por Rodríguez Larreta o por Michetti? ¿Cuántos simpatizantes de la presidenta de la Nación o de Daniel Scioli están ansiosos por el triunfo de Recalde o el de algunos de sus múltiples competidores? ¿O por Martín Lousteau o Graciela Ocaña?

A esto se agregan otras vicisitudes. Se habla de la falta de definiciones sustantivas de los candidatos, lo que es cierto; pero no está claro si es esa falta de definiciones lo que lleva a los ciudadanos a dudar o si es a la inversa: como los votantes no están definidos en sus expectativas, los candidatos arriesgan poco porque cuando se definen pueden perder más votos de los que ganan. La política es un sistema con distintos ingredientes. El más obvio es que quien se postula para gobernar debe estar dotado de algunas capacidades específicas para poder gobernar. En segundo lugar, el político debería tener algunas ideas sobre su país, dónde lo ve ubicado en el mundo, en qué dirección espera orientarlo; esto es, un proyecto, propuestas, visión estratégica (este ingrediente es el más notoriamente ausente de la política argentina de nuestro tiempo). En tercer lugar, no se puede llegar al gobierno sin votos, y los votos se consiguen a través de la comunicación, comunicación al mercado electoral, a los votantes; la política requiere, también, marketing.

Confuso. En estos días, todos los que intervienen contribuyen a la confusión de los votantes. Desde hace poco tiempo tenemos las PASO como primer acto de la cadena que culmina en la elección de los gobernantes. Los ciudadanos sienten que tienen que bailar esta danza de las PASO sin entender bien sus reglas. Son elecciones primarias, esto es, una instancia dentro de cada partido o alianza para definir los candidatos a través del voto ciudadano. Entonces, un votante común que deposita su preferencia por un candidato en la interna del partido que eligió para votar se entera esa misma tarde de que su candidato ganó la interna y se va a dormir satisfecho; pero a la mañana siguiente recibe la noticia de que su candidato salió tercero, porque en las internas de otro partido otros candidatos tuvieron más votos. El hombre es un hincha de Banfield y estaba feliz porque su equipo venció a Chacarita por 1 a 0, pero después le dicen que River le ganó a Huracán 3 a 2 y que por lo tanto Banfield no ganó nada porque hasta el perdedor del otro partido convirtió más goles. Es un juego en el que los medios de prensa son protagonistas.

Hoy no es un buen día para analizar la PASO en la Ciudad porque se está votando precisamente hoy. Y ya bastante confusión han tenido los votantes a través de la difusión de encuestas que dicen escrupulosamente cosas distintas unas de otras.

En Santa Fe ya se realizaron las PASO y el recuento de los votos no pudo ser más tragicómico. Cuando se conozca el resultado del escrutinio definitivo, si éste no coincide con el difundido en el primer recuento, ¿qué pensarán los votantes, esos ciudadanos comunes ya confundidos previamente? Parece obvio que lo sucedido en Santa Fe no fue un intento de fraude –por mucho que algunos candidatos no puedan desperdiciar la ocasión de acusar al partido gobernante–. Hacer trampa en el recuento provisional de una elección interna sería tan pueril como trampear en el precalentamiento de un partido. Entonces, lo sucedido es una torpeza inexplicable, por lo menos para el votante inocente que ya no entiende nada de nada.

En la Argentina se está produciendo, en forma gradual y tentativa, una recomposición del mapa político. Quienes eran tradicionalmente aliados o afines se van reorientando a nuevas alianzas y nuevas afinidades; y en muchos casos aparecen además nuevos jugadores. Sucede en todas partes. Pero como la mayoría pretende sostener sus antiguos símbolos de identidad política, para la gran franja de los ciudadanos poco interesados en la política el proceso es siempre un poco confuso.

Mientras tanto, la Presidenta estrenó su visita a Rusia con una enconada alabanza a Lenin, quien fue el líder de la Revolución Soviética, pero notoriamente no es un emblema de la Rusia actual, más sensible a las glorias y penas del pasado zarista que a las glorias y penurias de la gran revolución de octubre. Es un pequeño síntoma de esta confusión argentina, donde nunca nada está demasiado claro, más allá de lo que resulta indudable: en diciembre el país tendrá un nuevo gobierno y algunas cosas serán distintas.