Algunos recordarán la expresión de la cara del ex secretario de Cultura Torcuato Di Tella al escuchar que le decía que su gobierno era de derecha. Fue en el 2005 o en el 2006 y en el curso de un programa de Canal 7 que él animaba con la producción del versátil Alejandro Rozitchner y la supervisión política del diputado Vitali. Por entonces yo pensaba que el gobierno de Néstor era de derecha y ahora pienso igual. Esto no es una crítica y procede de alguien que no es de derecha ni de izquierda, ni progresista ni reaccionario. La gente se imagina una pantalla donde arriba e izquierda estarían los progre que son de izquierda, y debajo y derecha estarían los reaccionarios. En esa diagonal ubican las diferentes posibilidades de lo que la gente piensa, o cree –o dice creer– que piensa. Dudo de tales cuadriláteros. No descarto la posibilidad de gráficar las cosas humanas, pero advierto que lo que se piensa o se cree pensar no son cosas, sino ilusiones sobre cosas. Es como si tras la pantalla hubiera un tubo catódico filtrando señales y emitiendo sólo lo indispensable para mejorar esa forma de rating que es el consenso social. Consenso: izquierda y derecha coinciden –con mayor o menor grado de hipocresía y con mayor o menor grado de inconciencia– en la meta colectiva del crecimiento económico y en figurarse que las metas humanas –la meta de la vida de cada humano– es la asignada por los paradigmas del productor y del consumidor que definió la cultura del capitalismo. Y ni la vida ni lo humano son los personajes de esta novela que circula hace apenas cuatro o cinco siglos. Cinco siglos no es nada. Cierto que esta era ha realizado cosas colosales. Pero todas lo hicieron. Cada una inventó y perfeccionó sus lenguajes, unas inventaron el fuego, otras navegaron el Pacífico en canoas, otras adiestraron caballos, perros y camélidos, y hasta tejieron seda, curtieron cuero, templaron bronce, afinaron instrumentos y compusieron música: son todas cosas que nuestros contemporáneos, de izquierda o de derecha, son incapaces de hacer. Todas asumieron el peligro, pero ninguna invocó a peligros tan colosales como la nuestra. A la fecha, la Argentina parece destinada a un experimento electoral: con el triunfo de Alfonsín jr. en las internas del vetusto partido radical todo tiende a un comicio disputado entre tres bandas, cada una de las cuales, y a su manera, reivindica su tendencia “progre” y su legitmidad de izquierda o centroizquierda. ¡Si hasta De Narváez rechaza a los “derechosos” del PRO! Pensando en la capital y en las buenas familias de San Isidro, tendría que ubicar a Solanas en mi tablero, pero eso queda para el próximo sábado.