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Lenguaje y medios

1-11-2020-Logo Perfil
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Dijo Santiago Kovadloff que la decadencia de los pueblos suele iniciarse con el envilecimiento de las palabras, con el abandono del interés, por lo que implican como signo de aptitud para la convivencia, la recíproca credibilidad y la preservación de los matices que hacen posible el pensamiento. Sin embargo, pareciera ser que los directivos de nuestros medios, principalmente los de la radio y televisión, no solo lo ignoran, sino que tampoco saben que el hombre se constituye como tal a través del lenguaje, además de identificarse a través de la conducta o de la acción.  

Pero lo grave es que sin lenguaje no hay siquiera pensamiento. Las criaturas, desde que nacemos y hasta que podemos comenzar a hablar, tenemos solo imágenes. Y de la calidad y del rigor del lenguaje dependen después la calidad y el rigor del pensamiento. Por eso, resulta lamentable que una gran cantidad de programas televisivos y radiales se hayan constituido en difusores de la chabacanería. Lo malo es que aquí, como en economía con la ley de Grasham, la mala moneda desplaza a la buena. Y si hablamos cada vez peor.

Tampoco puede ignorarse que en la segunda mitad del siglo XX se inició una revolución técnica de importancia en nuestra comprensión del lenguaje. Es lo que se ha llamado el “giro lingüístico”, que influyó  en todas las ramas de la filosofía, colocó al lenguaje en el centro de sus  preocupaciones.  

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No solo se reduce y empobrece el lenguaje, sino que también se lo pervierte. Téngase en cuenta  que existe una incapacidad generalizada de los alumnos para expresarse en forma cabal por escrito y oralmente. Y no me refiero a errores gramaticales, sino al hecho  alarmante de que no pueden expresar sus emociones o pensamientos de manera fluida, coherente y clara.

Es que, vale la pena reiterarlo, no hay pensamiento sin lenguaje. Y esa es la cuestión, los chicos y los jóvenes tienen un problema con el lenguaje, seguramente agravado día tras día por la cultura fragmentaria del videoclip y del zapping. Porque no solo no leen, sino que, gracias a la comodidad del control remoto, ni siquiera ven un film completo.

El zapping configura nuestra vida cotidiana, y por eso hasta los adultos vemos trozos de películas, pero una cosa es hacerlo desde una formación cultural anterior a la TV y otra muy distinta hacerlo a través de una cultura audiovisual  de gran impacto, connotada además por la “desconcentración” que produce el zapping y por un producto como el clip que, aunque válido si tiene calidad, produce una temporalidad fragmentada y no contribuye a la conceptualización, sino al caos. Resultado: los chicos y los jóvenes hablan desde esa fragmentación y desde esa falta de capacidad para conceptualizar.

Para ver hasta dónde ha llegado la degradación del lenguaje, permítaseme un ejemplo. El muy autóctono calificativo de “boludo”, aunque tenía sinónimos más elegantes y apropiados para una conversación de salón, había sido aceptado  en general como un adjetivo  sumamente válido y casi insustituible para calificar a ciertas personas o conductas. Pero ahora se ha transformado en “nombre”. Aunque no faltan quienes entienden que podría considerase una expresión de afecto, sustituyendo a la palabra “querido” o “querida”. Pero, seguramente, por razones generacionales me cuesta mucho considerar la palabra “boludo” como sinónimo de “querido”.

Por otra parte, es increíble que todos nos alarmemos si se destruye una obra de arte, o se atenta contra ella, pero en cambio aceptamos pasivamente la destrucción y el empobrecimiento de nuestro propio idioma. No hay en América Latina ejemplo de televisión o radio con un lenguaje que alcance el grado de chabacanería del nuestro en tales medios. Tampoco en Europa.

En la prensa escrita es muy infrecuente ese tipo de lenguaje y ningún periodista serio podría haberse sentido menoscabado en su libertad de expresión por alguna suerte de control en tal sentido por parte de la dirección, porque habría respondido al respeto del lector, del buen gusto y del  estilo.

*Periodista, escritor y diplomático.