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Lo que vendrá

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Nos hemos ido enterando, a lo largo de este tiempo, de las medidas restrictivas adoptadas frente a la pandemia, en distintos grados y formas, tanto en países ricos como en países pobres. Hemos sabido de restricciones horarias, de limitaciones en la circulación o de regulaciones en el uso del transporte público.

¿Qué vamos a hacer con eso? Según parece, olvidarlo. ¿Así sin más, olvidarlo? Es al menos la intención que algunos ya manifiestan. Que vayamos formando entre todos un olvido general, para hacer que no sepamos eso que en verdad ya supimos, que logremos no saber eso que en verdad ya sabemos.

Y entonces poder volver a machacar con la visión de una desgracia que se supone exclusivamente argentina, un azote de excepción (a decirlo sin ambages: una dictadura) que el resto del mundo contemplará con la pena, con el pasmo, con la suave compasión que nos tuvieron en 2020. No faltará, seguramente, el viajero desenfocado que pisará Francia en pleno verano y nos revelará a la distancia que allá impera, no el verano, sino la Libertad, esa misma que en la Argentina se abolió. Y que es por la Libertad, y no porque es verano, que  ellos pueden tomar cerveza en mesitas en la vereda o el sol sobre la arena en las playas.

Si nos sale bien el olvido, ese plan funcionará. Tenemos que dejar de saber lo que escuchamos en la radio, lo que leímos en los diarios y en las redes, lo que vimos por televisión, sobre medidas preventivas adoptadas en distintos lugares del mundo; olvidarlo y así suponer que medidas de esa clase se deploran en el mundo entero y se aplican solamente acá (acá y en Venezuela). Contaremos para eso con una fornida troupe de fabuladores que, por conveniencia o por necedad, y sin ningún temor al ridículo, nos proveerán de slogans de amnesia, aplaudidos bajo ese mismo talante: por conveniencia o por necedad.

De ese olvido así forjado habrán de emerger tal vez algunas formas de memoria falsa: recuerdos que no corresponden a lo que se ha en efecto vivido, pero se asientan con la fijeza que es propia de las experiencias reales (un ejemplo muy reciente: que el paisaje desolado de las ciudades sin nadie, de calles y plazas vaciadas por un estado general de encierro, eso que tanto nos impactó en un comienzo cuando ni barbijos ni alcohol en gel había, se extendió durante ocho meses o nueve, duró lo que la eternidad).

Entretanto, el virus circula y se plantean diversas medidas. ¿Mi opinión? No la voy a emitir en un diario, sería una irresponsabilidad; la doy en casa, en la sobremesa, el sitio para opinar. Sólo espero que los debates políticos transcurran en lo posible sin alarmismos de espanto ni displicencias negligentes, sin pasiones punitivas ni impulsos banales de rebeldías pueriles, sin fórmulas preestablecidas que se dirán no importa qué pase según se esté acá o allá.