La crisis cambiaria hizo descansar por unos días la narrativa principal del Gobierno: poner a la ex presidenta en el centro del ring político argentino. A falta de resultados económicos, parece ser la única construcción posible. No es novedad, un año atrás, en agosto de 2017, cuando se aproximaban las PASO y después de muchas idas y venidas, se sabía que Cristina Kirchner finalmente iba a enfrentar a un candidato poco conocido como Esteban Bullrich, el país y los medios no podían dejar de hablar de otra cosa que no fuera Cristina. Esa puesta en escena mereció otro artículo sobre la cuestión, llamado “Cristinamanía”.
Obsesión fatal. Esa obsesión colectiva le permitía a la actual senadora con un mínimo de campaña trepar en las encuestas del año pasado. El centro estaba puesto en aquellas entrevistas donde defendía arduamente su gestión y contaba algunas intimidades y pequeños secretos destinados a mostrar una imagen blanda, alejándola de la imagen de mujer mandona que había quedado instalada luego de su segundo mandato.
En las primarias de la provincia de Buenos Aires Unidad Ciudadana para senador sacaba 3.229.194 votos, mientras que Cambiemos Buenos Aires obtenía 3.208.870. Cristina ganaba por 20.324 votos, casi un accidente en un distrito donde votaron más de doce millones de personas. En aquel 13 de agosto, el conteo se detuvo misteriosamente en horas de la madrugada, dando la sensación de que Bullrich había ganado; solo se conoció el triunfo de la ex presidenta varios días después, en el escrutinio definitivo.
En las elecciones generales (las definitivas) las cosas cambiarían. Si bien concurrieron a votar 112.195 ciudadanos más, no alcanzaría para explicar por qué Cambiemos sacaba 683.332 votos más que en las PASO. Unidad Ciudadana también escaló 320.130 votos, la distancia entre las listas terminó siendo de 382.626 sufragios a favor de Bullrich. No pocos miraron a la lista de Florencio Randazzo, que con su sello Cumplir obtuvo 500.945 votos, obturando el triunfo a Unidad Ciudadana, dejando fuera de la Cámara alta a Jorge Taiana. Otras miradas buscaron explicaciones adicionales en la inteligente campaña planteada desde los cuarteles electorales de Cambiemos y la saturación de obra pública en nodos críticos.
Pasaron cosas… Luego de aquella elección perdidosa, Cristina cambió su estrategia: se llamó a silencio. El Gobierno parecía salir con pelota dominada: reformismo permanente y macrismo por veinte años eran las consignas sobre la colina electoral conquistada. En diciembre, con la reforma previsional y la batalla campal del Congreso, se entrevió alguna cuestión que no estaba del todo clara, por qué meterse en semejante trifulca cambiando una ley que podía perjudicar a su elector más fiel, los votantes mayores de 60 años. Allí la imagen de Mauricio Macri empieza a derrumbarse, era el precio a pagar por meterse con un sector que no tiene sindicato que lo defienda.
Después de un verano tranquilo, donde parecía incluso que la imagen gubernamental parecía recuperarse, comenzó una historia bien conocida, la retirada de los fondos de inversión de las posiciones argentinas, con su respectivo pase al dólar para “volar a la calidad”, es decir, hacia Estados Unidos, cuyo Tesoro había aumentado levemente la tasa. Se trata de una histórica devaluación de la moneda: a principios de abril un dólar equivalía a 20 pesos, para fines de mayo rondaba los 26 pesos, para fines de junio tocaba la barrera psicológica de los 30 pesos, y cuando parecía que se encontraba en un precio de equilibrio, la moneda norteamericana lucha en torno a los 40 pesos, ya sin techo. Las consecuencias para el ciudadano de a pie son conocidas: el salario real en dólares se hunde junto a su poder de compra, que también va disminuyendo minuto a minuto, en una aceleración rauda de la inflación que lleva acumulada en el año el 19,6%, y con expectativa para 2018 de más del 40%.
Los cuadernos del chofer-literato Oscar Centeno sirvieron para construir un artefacto mediático colosal, al que se le fueron sumando otros elementos propios de una novela de Graham Greene: las declaraciones de la epidemia de arrepentidos, la novedad de algunos empresarios afligidos por pecadillos del pasado, las afirmaciones de algunos funcionarios recordando repartijas non sanctas, etc. Si bien en los cuadernos no figuraba Cristina Kirchner como receptora de ningún bolso, se comenzó a dar a entender por medio de algunos comunicadores que se trataba de la “jefa de la banda”, denominación que peregrinamente utilizan algunos diarios y portales de noticias dándolo como un hecho obvio. Toda esta movida tuvo como primer resultado hacer retornar al núcleo de votantes decepcionados con el macrismo, pero que vuelven a dudar en medio de la tempestad cambiaria.
Encuestas. En este marco de derrumbe económico, el retorno de Cristina a las primeras planas por las indagatorias de Bonadio como por los notorios allanamientos en sus propiedades tiene un resultado paradójico, la ex presidenta comienza a subir en las encuestas, pero el problema central es el derrumbe de la imagen de Mauricio Macri para no hablar del hundimiento de su gestión. De esta forma, se observa, por primera vez, que Cristina Kirchner le ganaría a Mauricio Macri en el mano a mano en el ballottage. La respuesta a la alerta roja que se dispara es buscar la forma para que la actual senadora no pueda participar de las próximas elecciones, colocando más nafta en el fuego.
El problema que no ve –o no quiere ver– el Gobierno es la causalidad del proceso. El derrape económico en la combinación de alza de precios-aumento de servicios públicos-desactualización del salario se siente nerviosamente en los sectores con ingresos fijos. Muchos de ellos, incluso votantes del macrismo, se sienten abandonados por el Gobierno, que no parece interesarse por la inflación. Aquí se empieza a transitar otra fase de la grieta, centrada en un factor que cobrará relevancia en los sucesivos meses: el surgimiento de un voto bronca, que, lejos de poner un Clemente en el sobre, se siente tentado a colocar la boleta de Cristina Kirchner: una nueva Cristina antisistema.
Seguramente cuando se haga el control de daños de la crisis cambiaria y se verifique un nuevo descenso en la intención de voto al Gobierno, y otro leve ascenso de Cristina, la artillería jurídica volverá a enfocarse en ella. Por lo que sin dudas esta historia continuará…
*Sociólogo (@cfdeangelis)