COLUMNISTAS

Lógica binaria

|

LA RESPUESTA del Gobierno a la contratapa de apoyo al CEO de Clarín es una campaña contra PERFIL.

El jueves, cuando el diario Clarín tituló “Timerman ‘avergonzado’ de una foto con el dictador Videla” y publicó la foto en cuestión con el crédito de Perfil.com, recordé que cuando Héctor Timerman asumió como canciller, Perfil.com difundió esas fotos (meses antes ya las había publicado la revista Noticias y mucho antes el diario PERFIL).

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Las fotos reaparecieron porque Timerman (todavía me cuesta escribir este apellido a secas asociado a ataques a la prensa) acusó a Alfredo Leuco de falsedades. Leuco lo desafió a un debate al que el canciller no concurrió y en su programa –Le doy mi palabra– por Canal 26 mostró tapas del diario La Tarde de 1976 que dirigía Héctor Timerman, más la foto del canciller con aquel Videla durante una reunión del dictador con los directores de diarios.

No estoy de acuerdo con todo lo que publican Noticias o Perfil.com. Tampoco con todo lo que escriben los columnistas de PERFIL. Como tampoco ellos coinciden con mis pensamientos. Ese espacio de disenso interno es una de las características más singulares de Editorial Perfil y –quizás– uno de sus principales aportes al periodismo, si es que hubiera alguno.

Por ejemplo, yo creo que es excesivo acusar a Timerman por haber participado de una reunión donde se citó a todos los directores de diarios, protocolo que se repitió durante décadas con todos los presidentes. Argumentar que se trataba de un presidente no democrático también sería un abuso porque desde 1930 los directores de medios fueron citados a la Casa Rosada por tantos gobiernos de facto como elegidos por el voto popular. Si hasta Perón fue secretario de Estado de un gobierno de facto y participó de uno de los tantos golpes. En 1976 no se podía saber que la última dictadura sería infinitamente más cruel y macabra que las anteriores y, aunque duela reconocerlo, una parte muy numerosa de la sociedad apoyó el derrocamiento del gobierno democrático de Isabel Perón.

De esa reunión con Videla participó también Jacobo Timerman, quien luego fue el periodista más perseguido por la dictadura. Para juzgar el comportamiento de los periodistas, como de cualquier persona de bien, entre 1976 y 1983, hay que mensurar cómo evolucionó su acción en la medida en que fue conociendo lo que sucedía. Me siento identificado con la situación porque, aun siendo un poco más joven que Héctor Timerman y no habiendo tenido el 24 de marzo de 1976 ningún diario (recién a fin de ese año pude comenzar mi primera y modestísima revista, por lo que Videla no se hubiera molestado en citarme), compartía con Jacobo Timerman o Robert Cox el juicio crítico sobre los Montoneros y el ERP. Y en la medida en que fui conociendo el mecanismo represivo, compartí con Timerman padre y Cox su rechazo y la denuncia de la dictadura.

También me resulta inadecuado acusar a Héctor Timerman dejando de lado a su padre, Jacobo, verdadero responsable de haber transmitido alivio con la llegada de la dictadura, como hicieron todos los medios de entonces acompañando el sentimiento de una amplia parte de la sociedad. Y me parece injusto no decir que luego Jacobo Timerman fue uno de los periodistas que más persiguió la dictadura, y recortar sólo una pequeña parte de su historia con la dictadura –La Tarde– omitiendo lo más relevante.

Es cierto que Héctor Timerman no hizo esas salvedades cuando analizó el comportamiento de Editorial Perfil, pero ello no habilita a responderle con igual maniqueísmo.

El domingo pasado, desde esta misma columna, me solidaricé con el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, por los ataques que recibía y el precio que tuve que pagar fue que el programa de la TV Pública 6,7,8 dijera que “quien apoyó a la dictadura ahora apoya a Magnetto”. Me ofende que omitan que junto con Jacobo Timerman fuimos los únicos periodistas sucesivamente secuestrados, puestos a disposición del Poder Ejecutivo y luego exiliados, o que la revista que publicaba –La Semana– fue clausurada por la dictadura.

Otra de las consecuencias de mi contratapa de apoyo a Magnetto fue la campaña que se difundió desde medios oficialistas acusándome de lavado de dinero y evasión fiscal justo esta semana. Como varias veces he informado, los lanzamientos más importantes de Perfil (este diario, Perfil.com y algunas revistas) fueron financiadas con fondos que provienen de las ganancias de la revista Caras en Brasil. No puede haber lavado de dinero porque su origen es basado en actividades lícitas, como hacer revistas. Ni puede haber evasión impositiva porque en Brasil, antes de que se pueda girar fondos al exterior, el gobierno retiene el impuesto a las ganancias y, por los convenios del Mercosur, el impuesto a las ganancias pagado en cualquiera de los dos países es válido para el otro.

La nota del portal El Argentino con la que se pretende difamar cita tres denuncias del Gobierno, todas ellas desestimadas por la Justicia por “inexistencia de delito”; y los dos cheques sobre los que se explaya en extenso la nota también son fondos originados en Caras Brasil y así fueron registrados.

Además, todas las actividades de Perfil en el exterior no sólo están informadas ante la AFIP sino que aparecen en la página web corporativa, a la que cualquier persona tiene acceso desde Perfil.com en la pestaña “Institucional”, que está en la base de la página, o en www.perfilgroup.com.

Interpreto esta denuncia como una respuesta de sectores del oficialismo al apoyo brindado al CEO de Clarín el domingo pasado y una forma de provocar a Editorial Perfil para que abandone la posición equidistante, tanto del Gobierno como de Clarín, que viene manteniendo desde el comienzo del debate de la nueva Ley de Medios. Y que por temor, sea siempre crítico de Clarín; o por rabia hacia el Gobierno, sea siempre funcional a Clarín; y en cualquier caso pierda la voluntad de ser equitativo.

El oficialismo repite el modelo de violencia de los 70: dos bandos, blanco-negro, sin matices. Así como hay que resistir la tentación de que el enojo con Timerman nos haga ser injustos con él, hay que desarrollar un estoico autocontrol para no ceder, en el tironeo, a la presión de tomar partido en el enfrentamiento entre el Gobierno y Clarín.

No es la posición más cómoda porque nunca deja satisfechos a quienes simpatizan con el Gobierno ni a quienes se le oponen. De ambos lados se pide lógica binaria, amigo-enemigo. Es más fácil: Nietzsche decía que nunca los argumentos fluían con más facilidad que contra alguien. Es también más lucrativo porque concita más adhesiones, pero no es el mejor periodismo.

En medio de tanta militancia que patologizó la independencia (“está loco”, “se la creyó”), el periodismo precisa más que nunca, y por mínimo que sea, mantener un marco epistemológico objetivo. Aunque ser puramente equitativo u objetivo sea un oxímoron, el deseo de ese “imposible” moviliza en el camino correcto. Cuando la audiencia pide, de un lado y del otro, “palos”, más hay que cuidar el capital simbólico de la credibilidad, única fuente de justificación del periodismo libre.