Me la baja, digo, al menos una o dos veces por semana. Me la seca, coincide la Maga. ¿Qué necesidad, chabón? Esa de que “él es así”, o la del escorpión, “está en su naturaleza”, no me cabe. Tampoco la futbolera, “qué querés, iba al arco”. ¿La Karina mayor que cuidaba al nene de los abusos paternos ya no se ocupa? Entró ahí, probó, tomó poder de más, andá a pedirle ahora que vuelva a ser la de antes. De nada a tener chapa, chofer, todo pago, hacer favores, a vos sí, a vos no. Con el otro, ese pibe Santiago Caputo, tendrían que hablarle, pasarle la lengua, calmarlo un poco, decirle tranquilo, mirá que esto pasa rápido.
Ya se te dio, boludo, pará un poco. Fijate en qué inodoro te sentás. No tires al voleo. Hay de todo, sí, están los Navarro, Duggan, Rial, pero si no fuera por los Nico Wiñazki, Alconada Mon, Diego Cabot, Mariel Fitz Patrick, Emilia Delfino, Lanata, Gasulla, todos los que pusieron el cuerpo en tiempos jodidos, ¿vos te pensás que Cristina, Lázaro, Boudou, De Vido, José López, Guillermo Moreno, los muertos que zafaron, más los cómplices, empresarios, sindicalistas, habrían sido condenados, o estarían bajo proceso si los jueces no se hubieran sentido un poco apretados por las investigaciones que salieron en los medios?
¿Cuánto le debés/debemos a ellos? ¿Hay que explicar todavía por qué el periodismo, ejercido por profesionales decentes, preparados, honestos, de trayectoria confiable, es importante para un buen funcionamiento del sistema democrático? Todo bien con las redes, los foros, la comunicación horizontal. Contribuyen, suman datos, critican con buenos argumentos, descargan resentimiento, puteadas, revisan archivos, recuerdan, ejercen un control necesario, pero cuando hace falta confirmar, contrastar, ir, mirar, revisar documentos, llamar, averiguar, el periodista al que le creés va a estar ahí, haciendo un trabajo digno, llegando a fin de mes sin sobresueldos.
Tiempos difíciles, amigo, en los que hay que demostrar aquello que es evidente, escribió Bertolt. Insistir en la necesidad de recibir información de calidad para después poder pensar, elegir, opinar, votar, actuar en consecuencia según el leal saber, entender, de cada uno, es como aconsejar beber agua potable a diario si la tenés a tu alcance, o la de pedir por cloacas, escuelas, hospitales, las condiciones básicas que requiere la vida posible de un cuerpo social. Que se ocupe Fopea de hacer comunicados, o los que están para poner su firma en documentos de repudio.
Cuando provocan tanto con intenciones tan infames, ruines, míseras, que saltan a la vista, las de sostener el personaje del pobrecito león que se defiende, protege a sus crías, mientras es perseguido en la selva de la política por cazadores de recompensas, estoy más para enfrentarlo en modo callejero. Esto es: vení acá fiera, contame, cuando decís que los “extorsionadores” que mienten, calumnian, te someten a todo tipo de “tortura mediática”, ¿de qué, de quién hablas?
Pregunto porque de afuera se ve que, cuando elegís a quién le das entrevistas, la mayoría te tira centros para que cabeceés solo frente al arco sin temor a que se te desarregle la peluca. No recuerdo ninguna pregunta para aclarar alguna aparente contradicción, del tipo: ¿El Papa al que se abrazó no era el mismo representante del maligno en la tierra al que acusó de ocupar el trono de Dios? Ni siquiera la que haría hasta Homero Simpson. Si, según usted, “las ratas del poder que en vez de ver la política como vocación de servicio ven una caja a la que parasitar de por vida”, ¿por qué nombró a Daniel Scioli en su gobierno?
Juego de imaginación, no más. Antes de que se terminen de leer estas últimas líneas ya las fuerzas de tu cielito lindo, los chicos del brazo armado, vestidos con sus camisas negras, o pardas, estarán impidiendo a fuerza de agravios, insultos feroces, babeando espuma, que alguna vez se dé un encuentro así, mano a mano, sin granaderos, sin custodia, sin previa para saber sobre qué se puede, o no, hablar.
Me la baja sentirme como Dillom en el avión buscando a La Pistarini, pero todo tiene un límite.
*Periodista.