COLUMNISTAS
opinón

Médicos con fronteras

Sitges menciona a Iván Illich y su concepto de iatrogenia, el conjunto de enfermedades causadas por la medicina.

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

En los años 70 circularon entre el público interesado en la contracultura dos libritos de un autor llamado Iván Illich, como el personaje de Tolstoi. Este Illich (1926-2002), vienés y sacerdote católico en uso de licencia, creó en Cuernavaca un centro de documentación y enseñanza de idiomas, pero su obra se orientó cada vez más contra los males de la sociedad industrial. Esos libritos, La sociedad desescolarizada y Némesis médica, son parte del bagaje del anarquismo moderno. El primero propone abolir las escuelas en nombre del aprendizaje, el segundo es una crítica frontal a la medicina en nombre de la salud. Illich pasó de moda, aunque algunas de sus tesis siguen siendo fascinantes y tienen la particularidad de desafiar las divisiones entre izquierda y derecha o entre liberales y populistas. Más bien son una crítica al establishment empresario-estatal-cultural que rige el planeta. 

Después de muchos años, volví a ver el nombre de Illich. Fue en un libro reciente llamado Si puede no vaya al médico, del cirujano catalán (y antiindependentista) Antonio Sitges-Serra. Sitges menciona a Illich y su concepto de iatrogenia, el conjunto de enfermedades causadas por la medicina y, siguiendo sus pasos, cuestiona el manejo de la salud en la sociedad contemporánea. Sitges se reclama un humanista y afirma inspirarse en “La liga del LSD, la de aquellos autores que escriben de forma Libre, Sincera y Decente” y menciona a Wittgenstein, Orwell, Machado, Aranguren y Camus. El libro no es muy largo, pero abarca una variedad de temas, desde el lobby farmacéutico a la literatura científica y las facultades de medicina. Dos de ellos llamaron particularmente mi atención. Uno es el concepto de “corrupción alfa”, algo así como la madre de todas las supersticiones y los engaños en materia de salud. Se trata de una manifestación paradójica de lo que suele llamarse “anumericidad” y es un abuso de las estadísticas por el cual determinado fármaco, procedimiento o técnica vendidos como novedosos producen un incremento marginal e insignificante de su eficacia, que puede medirse pero acarrea como contrapartida costos exorbitantes a los sistemas sanitarios. En la corrupción alfa se basan, por ejemplo, todos los sistemas de detección prematura del cáncer en pacientes sanos, cuyo resultado final es casi imperceptible a cambio de una absurda multiplicación de los estudios y de la generalización de la hipocondría. 

Otra hipótesis que desarrolla Sitges parte de la llamada “compresión de la morbilidad” por la cual la medicina actual, basada en una fantasía de inmortalidad que pretende mantener a los pacientes con vida a cualquier precio, genera millones de enfermos crónicos de edad avanzada, orienta los recursos hacia los más viejos y hace peligrar así la sostenibilidad de los sistemas de salud. Sitges describe la situación de los ancianos dementes y deprimidos en los geriátricos y se pregunta “¿Cuánto querremos aferrarnos a una vida inútil que ocupa espacio, recursos y tiempo?». Este es un libro perturbador en más de un sentido. Publicado poco antes de la irrupción del covid, resulta premonitorio de las políticas públicas basadas en la sobrevida de ancianos muy enfermos en detrimento del bienestar general y de la atención médica a los más jóvenes.