COLUMNISTAS

Mediópatas

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Los chicos inventan monstruos para tranquilizarse porque una angustia sin significación causa más dolor que una fobia (para los K: Clarín).
Los adultos precisan aferrarse a algo para tener consistencia de ser o ilusión de consistencia (para los K: el periodismo militante).
Todos hacemos de algo. La vida es del orden de la comedia. Como decía el poeta, nos despertamos para seguir el sueño de la vida. O como dice la psicología, la alucinación es la vía regia de la satisfacción. Pero hay un desarreglo esencial en el ser humano. La alienación produce agresividad como consecuencia de la tensión permanente que conlleva: se les dice que sí y que no a las mismas cosas simultáneamente. En palabras de Breton, la vida está hecha de “cataratas de diamantes con torrentes de barro, combina lo sublime y lo monstruoso”. El hombre no tiene conflicto, es conflicto.
La inadaptación de la subjetividad humana a lo real del mundo se cobra con síntomas que dejan de manifiesto la imposibilidad de realización del deseo que la mueve.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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Subjetividad K. Una muestra de ese precipitado de identificaciones que resulta el kirchnerismo militante es un texto de la sección de Radio Nacional llamada “Sabés qué...” que escuché el jueves pasado. Decía: “El 11 de marzo de 2008 el ministro de Economía Martín Lousteau anunció la Resolución 125, que inició un enfrentamiento entre el Gobierno y cuatro entidades rurales. El conflicto duró 128 días y terminó con el voto no positivo de Julio Cobos. El gran ausente en todo el debate fue la multinacional Monsanto. Monsanto, que es el principal productor de semillas transgénicas del mundo, vende en conjunto la semilla de soja y el Roundup, pesticida que contiene glifosato. El glifosato se utiliza para matar la maleza en los cultivos de soja y lleva a las primeras etapas del cáncer. En Argentina se consumen 150 millones de litros de glifosato al año. En Google, Monsanto aparece seis millones de veces. En Clarín, durante los meses del conflicto con el campo, Monsanto sólo apareció nombrado 13 veces y en ninguna con relación al conflicto por las retenciones móviles. Investigación nacional, periodismo sin ruidos, encontramos lo oculto”.
Tras la desaparición de Julio Ramos y el retiro de la gráfica de Héctor Ricardo García, no quedan otros medios desde donde haga tanto tiempo que se critique la ambición totalitarista de Clarín como en las publicaciones de Editorial Perfil. Pero comparar las menciones de Google, que recopila decenas de miles de medios de todo el mundo a lo largo de décadas, con las de Clarín durante tres meses es tan desproporcionado como hablar del cancerígeno glifosato sin decir que es el Gobierno y no Clarín quien permite su uso o que sin el glifosato no se podría producir la cantidad de exportaciones de soja que anualmente sustenta la economía argentina.

Que la constelación simbólica a la que nos sometemos sean ficciones no quita que tenga efectos concretos sobre nuestra realidad: el viernes a la noche, escuché también en Radio Nacional a un oyente decir que justo cuando la Presidenta daba su discurso, Cablevisión cortó la señal en su barrio de Tigre. “No debe ser por casualidad”, concluyó el oyente, quien de buena fe cree que se quedó sin cable justo en ese momento porque Clarín censuró el discurso de la Presidenta de la Nación.
En su libro Ser y tiempo, Heidegger formuló su célebre teoría sobre el Dasein o ser-ahí: “Algo no es por sus propiedades inherentes, sino por la intencionalidad que posee, un martillo no es un martillo por la posesión de atributos de martillo, sino por ser usado para martillar”.
La misma lógica del martillo de Heiddeger vale para un medio de prensa: no se hace periodismo porque se imprima sobre papel un mensaje, o porque se lo difunda por una pantalla de televisión o una radio. Para que sea periodismo tiene que tener la intención de no ser propaganda, casualmente de no ser militante.

Matar al cartero. Hace no tantos siglos no se podía separar entre lo que se decía (enunciado) y el que venía a decir (sujeto del acto de enunciación). No se distinguía entre lo que los lingüistas llaman sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación. Por eso, se asesinaba al cartero que traía una mala noticia.
Todos los autoritarios matan al cartero y rompen los espejos en los que no soportan verse desfavorecidos. El periodista y los medios son el cartero y el espejo moderno. El periodismo militante, el retratista de la corte.
En la misma Radio Nacional el muy creativo programa Radio Barcelona se ríe de su propio contexto y con agudeza asume como eslogan “obsecuencia bien paga con las migajas de la publicidad oficial”.

Así como para recrear la acción de andar el hombre inventó la rueda, algo que en nada imita a la pierna, los demagogos no podrán imitar indefinidamente al periodismo para pasar sus mensajes. Deberán inventar otra forma de hacerlo porque, más tarde o más temprano, la gente terminará comprendiendo la diferencia entre el periodismo y su imitación.

El sentido se ve en el tiempo. Lo que antes fue dicho cobra significación en la temporalidad retroactiva o efecto retardo del après coup. El paso del tiempo permite que un significante pueda ser comparado con otro significante y por contraste recién entonces emerja el significado. Hay un instante de ver y un tiempo de comprender.

También existe una ética de la audiencia: somos responsables de lo que percibimos. Quien escucha y no quien habla, o sea el receptor y no el emisor, es quien decide el sentido del mensaje. Para los filósofos Emmanuel Lévinas y Maurice Merleau-Ponty somos duales, percibimos porque expresamos, recibir es crear. La receptividad es una forma de actuar. Hegel decía que conocer es actuar. Conocer también es creer. Creer es creer en algunos padres. Goethe escribió que “quien tiene arte y ciencia también tiene religión”. También religión es creer en algunos padres. Se puede creer en el padre Néstor Kirchner: “El”. Se puede creer en la división de poderes. Se pude creer en casi cualquier cosa.

En otro programa de Radio Nacional llamado Tinta roja, tienen la costumbre de comenzar con una forma de efeméride. Un día dicen: “A 1... días de que Clarín impide conocer la identidad de los hijos adoptivos de su propietaria, comienza Tinta roja”. Otro: “A 2... días de que Clarín se quedó con Papel Prensa, cometiendo un delito de lesa humanidad, comienza Tinta roja”.
El título de esta columna también está inspirado en un segmento de otro programa de Radio Nacional (verdaderamente muy mejorada, gracias al gran trabajo de María Seoane, su directora): el “Tangópata”, de Héctor Larrea. Pero los K son mediópatas.