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Periodismo de investigación

Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar las bananas los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo.

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PREMIO KONEX: Marcelo Zlotogwiazda, Jorge Urien Berri, Daniel Santoro, Marcelo Larraquy y Carlos Russo.

Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar las bananas los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo. Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos. Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo. Lo primero que hizo el mono novato al ver las bananas fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, lo bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera. El segundo mono fue sustituido y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar. El primer sustituido participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo. Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso. El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos. Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta las bananas. Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía por las bananas, con certeza esta sería la respuesta: “No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así”.
Esta historia que sirve de ejemplo para comprender como funciona la inercia social y es aplicable a infinitas situaciones permite también entender por qué durante varios y largos períodos de nuestra historia reciente el periodismo de investigación se redujo a niveles alarmantes en la Argentina.
Con la llegada de la democracia y después de años de la más violenta censura el periodismo recomenzó a ocupar su papel de auxiliar de la Justicia y primer eslabón en la cadena de control del gobierno.
La fragilidad inicial de nuestra democracia y nuestra inexperiencia en un marco de libertad, por lo menos para los periodistas de mi generación, nos hizo ser más que prudentes con la crítica entre 1983 y 1989: todas nuestras fuerzas estuvieron focalizadas en la revisión de los crímenes de la dictadura. Con la llegada de Menem a la presidencia, ya ningún periodista sintió que la crítica podría ser desestabilizadora de la democracia sino, por el contrario, necesaria para la democracia misma y en esa atmósfera el periodismo de investigación floreció en la Argentina como pocas veces.
Y lo mismo sucedió con el gobierno de la Alianza, pero la crisis terminal de 2001 nos hizo retroceder varios escalones en nuestro nivel democrático e institucional creando condiciones para que el periodismo perdiera su fuerza investigadora por distintos motivos, entre los que no está ajena también la crisis económica que afectó a los medios y a los periodistas como a todos los argentinos.
El presidente Kirchner aprovechó esta situación de fragilidad de la prensa para sumar su propia opresión al periodismo con herramientas como la discriminación con la publicidad oficial que el lector de PERFIL tan bien conoce.
Así 2003, 2004, 2005 y 2006 fueron años en los que el periodismo perdió varios grados en su nivel crítico y el periodismo de investigación terminó reducido a mínimas y excepcionales expresiones.
Ya a fines de 2006, con la derrota que sufrió el Gobierno en las elecciones de Misiones, el oficialismo comenzó a mostrar grietas en su romance con la sociedad y a lo largo de 2007 esas grietas se fueron ampliando progresivamente. No es casual que al Caso Skanska le hayan seguido sin respiro casos de enorme repercusión como la bolsa de dinero en el baño de la ministra de Economía, el uso displicente de fondos públicos en la Secretaría de Ambiente, o la valija con ochocientos mil dólares en un avión de Enarsa y varias decenas de otras denuncias.
Y otra vez el periodismo de investigación recuperó su vitalidad, aportándoles a la sociedad y a la democracia un factor de equilibrio que había perdido.
Es muy saludable este nuevo aire que desde el periodismo de investigación se está irradiando a todo el periodismo. La pérdida del miedo a la crítica es esencial para el equilibrio de poderes y anima a los demás contrapesos a ejercer su responsabilidad social de disenso, debate y síntesis, sin la cual quedaríamos estancados en lo bueno pero también lo malo de cada gobierno.
El entusiasmo que los argentinos tendemos a colocar en todas nuestras realizaciones, en la política, y sin contrapesos, puede resultar muy contraproducente. Ese entusiasmo sin límites es el que nos lleva en la ola privatizadora a privatizar todo y desprolijamente, a abrir el mercado sin ninguna salvaguarda, o en la previa ola inflacionaria a emitir más papel moneda que ningún otro país del mundo mientras se realizaban la mayor cantidad –14– de paros nacionales, y ahora a la mayor cantidad de subsidios e intervencionismo económico. Brasil tuvo que devaluar por la misma crisis financiera mundial que terminó con la convertibilidad en Argentina, pero devaluó de 1,15 a 1,80. En la Argentina devaluamos de 1 a casi 4.
Todo ese entusiasmo, finalmente autodestructivo, en parte es resultado de la falta de contrapesos donde el periodismo cumple algún papel.
Konex. No podía ser más oportuna la inclusión, por primera vez, del rubro Periodismo de Investigación en los Premios Konex de Comunicación y Periodismo que se otorgaron el martes pasado en el Salón de Actos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, correspondientes a la década 1997/2006.
Hace algunos meses, cuando se conocieron los ganadores en esta contratapa, ya se informaron los nombres de los mismos, 16 de los cuales corresponden a periodistas de PERFIL y de las revistas de Editorial Perfil, y los de los miembros del verdaderamente prestigioso jurado, a quienes les estamos muy agradecidos por su distinción.
Esta vez deseo destacar a los ganadores en periodismo de investigación. En el orden que aparecen en la foto, son: 
* Marcelo Zlotogwiazda, de radio Mitre, por sus investigaciones sobre las quiebras de los Banco Mayo, Comercial de la Plata, Mendoza y República, y la cartelización cementera. 
* Jorge Urien Berri, del diario La Nación, quien publicó investigaciones sobre los crímenes del soldado Omar Carrasco y Lourdes Di Natale, el contrabando de armas a Croacia y Ecuador, las voladuras de la AMIA y Río Tercero, y negociados con las obras públicas. 
* Daniel Santoro, del diario Clarín, por la investigación del tráfico de armas argentinas a Ecuador y Croacia, que llevó a la cárcel al ex presidente Carlos Menem medio año 2001. 
* Marcelo Larraquy, ex editor de la revista Noticias, por sus investigaciones y libros sobre Galimberti, De Perón a Susana, De Montoneros a la CIA, López Rega, el peronismo y la Triple A y Fuimos soldados. Historia secreta de la contraofensiva montonera. 
* Carlos Russo, de diario PERFIL, por su investigación sobre el Caso Skanska y otras como Maldita Policía.
Felicitaciones a todos ellos.