EL REGRESO DE LAS CACEROLAS. Los cortes electricidad hicieron que la gente volviera a hacer sonar sus metales. |
¿Habrían habido cacerolazos si se aumentaba la tarifa de electricidad? ¿Es preferible pagar menos siempre, aunque en las horas pico se corte la luz? ¿Habrá asociado el usuario los cortes con las tarifas, o escindirá causas de consecuencias?
Decía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, hace 80 años: “El poder público se halla en manos de un representante de las masas; sin embargo, el gobierno vive al día, no alude para nada al futuro, sino al contrario, se recluye en el presente y dice con perfecta sinceridad: Soy un modo de gobierno impuesto por las circunstancias. Es decir, por la urgencia del presente, no por cálculos de futuro. Su actuación se reduce a esquivar el conflicto de cada hora, no a resolverlo; a escapar de él por los medios que sea, aún a costa de acumular mayores conflictos sobre la hora próxima. Así ha sido siempre el poder público cuando lo ejerce el hombre-masa: omnipotente y efímero. No construye nada, aunque sus posibilidades, y poderes, sean enormes”.
Otro ejemplo energético: aumenta el petróleo en el mundo, prohibimos la exportación de petróleo para que baje la nafta; lo logramos por un tiempo, no importa si en el futuro terminará siendo más cara por falta de exploración, o si lo es dentro de unos meses; hoy, ganamos.
Hoy o mañana, sólo presente o también futuro, como reclamaba Ortega y Gasset. Gustave Le Bon, médico, etnólogo, psicólogo y sociólogo contemporáneo de Ortega y Gasset, escribió Las leyes psicológicas de la evolución de los pueblos, y Psicología de las masas. En sus libros explicó tres características de la psicología social: contagio, poder invencible de la masa y sugestionabilidad, que ayudan a entender por qué a veces los ciudadanos nos comportamos de una manera tan errática y cortoplacista.
Decía Le Bon que hay una “sustitución de la actividad consciente de los individuos por la acción inconsciente de las masas. Un individuo cultivado pasa a actuar por instintos. Toda una nación, aún cuando no exista una aglomeración visible, puede convertirse en una masa bajo la acción de ciertas influencias”.
La ley psicológica de la unidad mental de las masas se explica porque “sean quienes fueren los individuos que la componen, más allá de las semejanzas o diferencias en sus modos de vida, sus ocupaciones, sus caracteres o su inteligencia, el transformarse en una masa los pone en posesión de una mente colectiva que los hace sentir, pensar y actuar de una manera bastante distinta de la que cada individuo sentiría, pensaría y actuaría si estuviese aislado. En masa, todo sentimiento es contagioso. Está a merced de los estímulos externos y refleja sus incesantes variaciones”.
En masa, aún toda una nación “es impulsiva e inestable; balanceándose al borde de la inocencia, pronta a ceder a todas las sugestiones, sin poder apelar a la influencia de la razón, desprovista de toda facultad crítica, no puede ser más que excesivamente crédula”.
“La simpleza y la exageración de los sentimientos de las masas no conoce la incertidumbre e inmediatamente se vuelca a los extremos. Una sospecha, ni bien es anunciada, se transforma en evidencia incontrovertible y el inicio de una antipatía o desaprobación se convierte en odio furioso. La violencia de los sentimientos de las masas también se incrementa por la ausencia de todo sentido de responsabilidad” (los destrozos de ayer en Ezeiza, por pasajeros de clase media).
“Dada la exageración de sus sentimientos, una masa se impresiona solamente por sentimientos excesivos. Aceptan las verdades como absolutas y como no menos absolutos los errores. Exhiben un dócil respeto por la fuerza. Sus simpatías nunca han sido concedidas a gobernantes benévolos sino a quienes los oprimen vigorosamente, pero están prontas a pisotearlos ni bien éstos han perdido su fuerza.”
“Las ideas sólo son accesibles bajo la forma de imágenes y no están interconectadas por ningún vínculo lógico de analogía o sucesión. Las ideas más contradictorias se hallan presentes en las masas de acuerdo a las vicisitudes del momento; su carencia de espíritu crítico le impedirá percibir esas contradicciones.”
“Cien pequeños crímenes o pequeños accidentes no golpearán la imaginación de las masas en lo más mínimo, mientras que un único gran crimen o accidente las impresionará profundamente, aún cuando los resultados sean infinitamente menos desastrosos que los cien pequeños accidentes en su conjunto, porque éstos carecen de ninguna imagen visible.”
Doblan las cacerolas. ¿Por quién votaron en las últimas elecciones quienes hicieron sonar sus cacerolas esta semana, tras los cortes de luz? ¿Habrá alguno que haya votado por el apellido Kirchner? Si así fuera, ¿encontrará alguna relación entre ambos hechos? Quizá no; como es sabido, a Menem y De la Rúa no los votó nadie. Tampoco nadie quería la Convertibilidad, y dentro de unos años nadie habrá votado por Kirchner. Como decía Hemingway en su célebre novela: “No preguntes por quién doblan las campanas: (siempre) doblan por ti”. Las cacerolas doblan por todos nosotros.