EL JUICIO POPULAR al periodismo de Hebe de Bonafini en la Plaza de Mayo. En la foto, la periodista Claudia Acuña hace de testigo contra la revista Somos. |
Una conducta siempre está situada en un contexto. Puede ser patológica o normal dependiendo de cuál sea el sistema cultural en el que se desenvuelve. Por ejemplo, la tendencia a actuar con arreglo a fines en lugar de actuar con arreglo a valores, o priorizando mayormente los primeros sobre los segundos, es una tradición en la cultura política argentina. Sea la dictadura militar, Kirchner, los Montoneros, Menem, Hebe de Bonafini o Clarín (la lista sería interminable), cada uno encontró motivos “extraordinarios” para actuar con orientación a fines y justificando los medios.
La cultura es el software que gobierna nuestro comportamiento. Cumple la función de mantener las ideas que construyen la conciencia colectiva, las que nos dan identidad como pueblo y nos permiten permanecer en nuestro ser al conservar algo estable en el devenir de cambios.
Otro comportamiento regular en la política argentina reciente es la alteración de roles. Un buen ejemplo fue la ceremonia de degradación de estatus (método presente en todas las culturas primitivas) a la que Hebe de Bonafini sometió a Magdalena Ruiz Guiñazú y a Joaquín Morales Solá –en forma de “juicio popular”– el jueves en Plaza de Mayo.
Contraperiodismo. Otro ejemplo reciente de cambio de papeles se observa en un Gobierno que se ampara en el derecho a la libertad de expresión para utilizar los medios de comunicación del Estado, y medios privados financiados con dinero público, para elogiarse a sí mismo y atacar a adversarios. Nosotros “también tenemos derecho a expresarnos” sostienen, sin comprender que son el Gobierno, y el Gobierno no debe hacer periodismo, mucho menos contraperiodismo.
Algunos políticos oficialistas, quizá con más ignorancia que mala intención, argumentan que si el periodismo los critica, también ellos tienen el derecho a criticar al periodismo; y si el periodismo miente, ellos también podrían responder de la misma manera. Esta primitiva ley del Talión, “ojo por ojo y diente por diente”, parece ser la base del consenso normativo subyacente de la política argentina. Así pensaban los ex represores, que en lugar de responderle a la guerrilla con la ley se hicieron delincuentes y convirtieron el Estado en un órgano asesino. Los grados son incomparables pero la forma del pensamiento es la misma.
Es que la cultura crea el marco subjetivo preexistente que da sentido a las acciones de las personas. Es ella la que provee los saberes válidos compartidos y la intersubjetividad que alimenta las conciencias individuales desde las conciencias colectivas. Kirchner no es un fenómeno extraño a nuestra sociedad sino un hijo dilecto.
Hasta la victoria siempre. “En 2011 vamos a ganar para profundizar el modelo”, dijo Néstor Kirchner en la reunión del consejo nacional partidario del peronismo, reunido en el simbólico edificio de la CGT el martes pasado.
Profundiza quien electoralmente le lleva mucha ventaja al segundo y no teme perder el porcentaje de votos moderados que lo acompañen porque su diferencia a favor es muy holgada. O se radicaliza quien tiene poco para perder porque si no hace algo espectacular, igual pierde.
Otro motivo por el cual declamar la intención de profundizar el modelo sería el de cohesionar a una tropa asustada por su futuro cuando el kirchnerismo deje el poder. En ese caso, el mensaje sería para la interna y con dos fines: “Vamos a ganar, no se vayan”; y “cuando ganemos, vamos a ser aún más vengativos con los que no estén junto a nosotros”. El fin en este caso no sería ganar en 2011 sino, haciendo creer a propios y extraños que se está tan seguro del triunfo que hasta se agudiza el posicionamiento, llegar a 2011 con la mayor cuota de poder posible.
En política, lo habitual sería que aquel que fuera a profundizar ocultara su intención hasta después de las elecciones, pero no pocos sectores tradicionales del país comienzan a hablar seriamente de una chavización de Kirchner: ¿serán ingenuos o visionarios?
En su mismo discurso en la CGT y en su carácter de presidente del PJ, Néstor Kirchner continuó diciendo que “la primera fuerza de oposición es la concentración mediática, cuya columna vertebral es el diario Clarín (...) antes se votaba y gobernaba la concentración mediática, pero ahora los argentinos votan y gobiernan los que fueron votados”.
Cuesta más eliminar un defecto –dice el proverbio–que adquirir cien virtudes.