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Recalculando el 2021

1-11-2020-Logo Perfil
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La pregunta no es cómo sino cuándo. En un año en que el calendario marcaba la recuperación de la economía, al menos para compensar el catastrófico 2020, el coronavirus jaquea nuevamente los planes oficiales de llegar en tiempo y forma a construir un buen clima electoral. La reciente propuesta y aparente acuerdo por postergar las PASO y las generales un mes, en circunstancias normales le hubiera dado oxígeno para seguir rebotando. El economista Orlando Ferreres calculaba que podría llegar a un crecimiento del 8% con respecto al año pasado, pero que se verificaría si la pandemia no obligaba a nuevas cuarentenas y cierre de actividades.

La discusión que se vive puertas adentro del Gobierno es cómo se pueden diseñar medidas de control sanitario al mismo tiempo que no se aborte la recuperación económica. Un dilema difícil de resolver, mucho más realista que el grotesco “vida vs. economía” sobre el que se estructuraron las medidas de confinamiento del año pasado. Pero además de esta ancha avenida del medio por la que transitará la política económica en los próximos meses, los analistas económicos sacan otra cuenta: la capacidad de sostener medidas de emergencia más allá de las elecciones. Es decir, de qué manera se sincerarán una vez que la noche de los comicios las cartas se hayan repartido de nuevo para la segunda mitad del período de gobierno y se dibuje la nueva composición del Congreso.

En el Presupuesto 2020, el ministro Guzmán había proyectado algunas variables que, probablemente, deban ser recalculadas. La primera es la inflación, prevista en 29% para todo el año. Arrancamos mal: en el primer trimestre el IPC subió más del 13% y no parece que los precios se ajusten al 1,5% promedio mensual hasta diciembre. Los economistas pueden diferir en mucho, pero el último número del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM, que compila el Banco Central) da 41% de inflación pronosticada como promedio. Además, en el presupuesto hay implícita una meta de crecimiento de la economía del 5,5%, que subestimaba el crecimiento real, en una práctica que no es conservadora sino fuente de mayor discrecionalidad en la distribución de partidas. En el REM se proyectaba un crecimiento promedio del 7,1% que, es probable que deba ser revisado si las medidas para combatir la pandemia nuevamente producen un bloqueo de actividades.

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Sin embargo, la gran inquietud va por otro lado: las medidas que se van adoptando para enfriar la evolución de los precios, una de las variables que parecen más duras de domar, podrá ir afectando también la producción. Hasta ahora, el combo de precios máximos, sugeridos y congelamientos tarifarios aplacó la velocidad en que se mueve el IPC, pero sólo para el promedio: se mantuvieron las amplias diferencias entre los sectores que están debajo del radar de los controles (vestimenta, alimentos frescos) y los que están rigurosamente vigilados (vivienda, comunicaciones) con lo que se va produciendo una distorsión que acumula presión a medida que la inflación sigue su curso actual.

A esto se agrega una segunda dimensión que es la fiscal: cuarentena implica compensar de algún modo a empresas y personas con programas que implican erogaciones mayores por parte del Tesoro al mismo tiempo que va cayendo por esas mismas razones la recaudación fiscal, que también se venía recuperando. Un financiamiento extra de este rojo en las cuentas, implicaría una mayor emisión monetaria si no se echa mano a recursos tributarios extraordinarios (aumentar las retenciones “por única vez”) con lo que nuevamente el Banco Central debería coordinar su política de absorción monetaria de esta nueva oleada de billetes con la tercera dimensión a tener en cuenta: el dólar.

Si algo logró el plan de Guzmán de los últimos meses fue alejar a la economía de la espiral devaluatoria: aumentó las reservas que estaban casi en cero, fue operando en el mercado de bonos dolarizados y recibió la ayuda de mayores liquidaciones de exportaciones con la soja peronista que roza, en Chicago, los US$ 560. ¿Alcanzará el combustible para llegar con todo bajo control a octubre-noviembre? Nuevamente, el dólar oficiará de indicador testigo del éxito de un plan que ahora tiene objetivos más modestos: llegar. ¿Y luego? Vamos viendo.