El director periodístico de Editorial Perfil, Gustavo González, me escribió un mail que dice: “Cuando Cristina Fernández obtuvo el 50% de los votos en las elecciones primarias presidenciales, los medios oficialistas señalaron que lo habían logrado a pesar de tener a toda la ‘Corpo’ (medios ‘hegemónicos’) en contra. Desde otra óptica, se podría haber dicho, por el contrario, que la Presidenta ganó teniendo a su favor a la ‘Korpo’, esta corporación kirchnerista de medios que adquirió una dimensión inédita en la historia argentina. El poder que en los últimos dos años alcanzó la ‘Korpo’ había adquirido una dimensión tal que podría valer la pregunta de hasta qué punto esos medios habían influido en la opinión de, al menos, un porcentaje de la sociedad a la hora de votar”.
“La evolución histórica del índice de popularidad de la Presidenta –continúa González en su mail–, según la encuestadora Ipsos-Mora y Araujo (la mayoría de las consultoras coinciden con ella), arrancó 2008 con 53 puntos a favor y se desplomó después de la batalla con el campo: cayó al 34% en el segundo trimestre de 2008 y seguía en baja un año después –el promedio del índice de popularidad de la Presidenta en 2009 arañó el 30%, con el 27% a fin de año–. Sin embargo, por algún motivo, desde ese momento su imagen comenzó a mejorar. Medio año después, en el invierno de 2010, ya había subido al 41%, en la primavera al 49%, y tras la muerte de su esposo creció hasta el 61%. El último trimestre completo de 2011 alcanzó el 72%, que se tradujo en aquel 50% de los votos obtenidos en las elecciones primarias para la presidencia.”
“¿Qué había pasado entre el 27% del último trimestre de 2009 y el 72% previo a las elecciones primarias? ¿Y qué pasó entre ese 27% de fines de 2009 y el cercano al 50% de casi un año más tarde pero antes de que falleciera Néstor Kirchner? ¿Habían cambiado el modelo económico y la gestión presidencial de la jefa de Estado en 2009, 2010 y 2011? Una primera respuesta –sigue reflexionando González– es que Cristina fue fiel al aplicar y continuar con el mismo sistema económico y político que heredó de su esposo. No lo modificó durante su mandato, ni para bien ni para mal. Esto es: no fue un cambio del paradigma gobernante ni de la situación económica y política general del país lo que pudo generar semejante mejoramiento de la imagen presidencial.